APLAUSOS
“Cuándo creíamos que la vida era una línea recta” rescata historias que fueron narradas de generación en generación, recuerdos que Margarita Aspiroz revisitó durante el encierro de la pandemia.
La vida tiene desvíos, enredos, vueltas, ciclos que se abren y cierran. Y aunque hagamos planes y la pensemos de manera lineal, está lejos de serlo. Esta constatación, de que los días no siguen una dirección fija, bautiza el libro de Margarita Azpiroz (80), recién lanzado por Editorial Fin de Siglo.
“Cuándo creíamos que la vida era una línea recta” es una novela que rescata cuentos de su familia, historias que fueron narradas de generación en generación, recuerdos que la autora revisitó durante el encierro de la pandemia.
Margarita (o Belcha, como le dicen) proviene de una familia oriunda de Melo, pero nació y vivió su infancia en el Prado (Montevideo). A los 26 se mudó a Rivera y vivió allí durante 42 años. La vivencia “entre fronteras” le dejó muchas anécdotas y también generó textos.
Hace más de 20 años que asiste al taller literario de Roberto Appratto y cosecha sus frutos. En 2008 presentó “Crónica Fronteriza” al Concurso de Seminarios de Frontera organizado por la Cancillería de Brasil y el Ministerio de Desarrollo Social. Ganó su primer premio con un texto que plasma el punto de vista de una joven recién llegada a la frontera que procuraba acostumbrarse a las diferencias. Para la sorpresa y alegría de la autora, esta crónica ha sido estudiada por sus aspectos sociológicos en la Universidad de Mato Grosso, Brasil.
“Siempre me interesó escribir, pero todo empezó a armarse cuando empecé el taller literario. Allí estás creando constantemente, pero mucho más que eso: estas aprendiendo de talleristas y de tus compañeros, y de los escritores que te abren el mundo”, comentó.
En las actividades del taller, gestó el libro que ahora presenta al mundo y que ahonda en un nuevo género literario donde pudo cristalizar fragmentos de los más de 150 años que circundan la historia de su familia.
“En 2019 estábamos trabajando estos cuentos de la abuela, pero en ese momento no tenía más que tres capítulos. Llegó marzo de 2020 y con el encierro uno empieza a meterse dentro de sí mismo. Empecé a ordenar papeles, fotografías, libros, cartas de la época que vivía en Rivera que intercambiaba con mi mamá y mi hermana. Cuando llegaba el jueves y Roberto nos invitaba a mostrar algo escrito, lo que me brotaba hablar era de eso que se removía cada vez que revisaba estas memorias”, contó.
Un día el coordinador del taller le dijo una frase que “le picó”: “Tenés material para una novela”. A partir de ese momento, Belcha comenzó a armar un puzzle con aquellos escritos y ese fue “el acto creativo fundamental” para armar la novela.
Transitar las 179 páginas en dónde Belcha reconstruye de forma detallada la memoria de quienes ya no están, es hacer un viaje. Sin embargo, a contramano de estos tiempos donde el ritmo acelerado es la norma y la sobre información salta de las pantallas, el viaje que propone la autora es lento, cálido, sin apuros.
Su narrativa es honesta, tranquila, pero al mismo tiempo vívida, rica en detalles. Propone estampar “distintas realidades de nuestro pasado y de nuestro país”, tal como indica la sinopsis.
Sobre su relación con la escritura Belcha la caracteriza como un “desprenderse de sí misma”. “Me produce estar acompañada, me introduzco en ella cuando puedo y cuando me doy cuenta que lo hago con autenticidad, cuando logro poner la emoción, siento que es una de las cosas más lindas que me está sucediendo, es una cosa muy valiosa”, concluyó.
Una vida más allá de los números
Margarita es contadora pública licenciada por la Udelar. Incursionó desde siempre en actividades que la insertaron en el mundo artístico, tales como la escritura, la pintura, el teatro y la promoción cultural. En los últimos años se dedicó a los estudios orientales y ha viajado a India. Profundizó en técnicas de meditación y es profesora de yoga.
Al escribir esta historia familiar, Belcha involucró a los suyos. Algunos familiares leyeron primero la obra y ella escuchó sus veredictos. Dos de sus nietas la acompañaron más allá. La ilustración de la tapa es creatividad Camila Sánchez y la performance de danza del lanzamiento corrió por cuenta de Sofía Sánchez. En tanto, Gonzalo Viera, uno de sus hijos, fue su fotógrafo. Presentó su trabajo en la Feria del Libro, en el Colegio de Contadores y también en Rivera y Melo.
El libro ($ 690) puede adquirse en librerías de todo el país y a través de este link.