Por Alicia Fernández
El calor que nos acompaña desde el comienzo de la temporada estival es propicio para disfrutar de los espacios libres y sobre todo de entornos donde el agua es el protagonista principal. Por eso es importante insistir en los cuidados que debemos tener durante la permanencia de los niños dentro o cerca de cualquier espejo de agua, los cuidados por el sol, la adecuada hidratación y la alimentación de los pequeños.
A menudo escuchamos, con tristeza, de ahogamientos, y por esa razón, debo insistir en que pueden preverse.
Hay algo que pocas veces los responsables de los menores tienen en cuenta, esos elementos naturales como son las corrientes y el efecto del viento en las playas. Hace algunos días, me sorprendió ver un cartel en la orilla de una playa, que rezaba “cuidado, corriente de retorno” a la que diferentes expertos responsabilizan hasta del 80% de los ahogamientos que suceden; sin embargo, y pese a la advertencia, había padres con niños disfrutando del agua en ese lugar.
Debemos tener en cuenta que los niños van al agua detrás de los adultos, muchas veces acompañados y protegidos por estos pero también los vemos solos, sin tener en cuenta el riesgo y el peligro determinado por las corrientes que mencionábamos. Estas los arrastran cuando el agua fluye hacia adentro luego de una ola, a lo que se suma la explosión de la próxima ola que los desestabiliza, cayendo y golpeándose contra el fondo arenoso o piedras pequeñas. Así, de no ser percibido por alguien pueden ser llevados hacia adentro, en medio del pánico y descontrol que se despierta en la víctima de la situación.
A este fenómeno mencionado se suman los vientos, que si bien pueden no ser intensos a veces si son persistentes. Entre ellos están los conocidos como el “ terral “ y la “virazón” o “ brisa de mar”: el primero que sopla de la tierra hacia el mar y que predomina en la mañana, llevando hacia el agua objetos livianos flotantes, tablas, etc. que los niños siguen sin percibir su riesgo. No afecta de igual manera la virazón, que sopla desde el mar hacia la tierra en horas de la tarde pero que a veces puede ser molesta para los más chicos.
Por supuesto, que no consideramos los conocidos “pamperos” y las “sudestadas”, tan típicas en nuestras costas, que normalmente por su fuerte intensidad dan lugar a las banderas bajo control de los guardavidas de riesgo medio y alto, o sea la amarilla y roja respectivamente.
Los niños deben ir a la playa, es bueno que lo hagan, siempre acompañados por un adulto responsable, en áreas habilitadas y con guardavidas, estando atentos a lo que hacen y bajo la continua mirada de quien los lleva a disfrutar de ese tiempo al aire libre.
No dejamos de ver al mediodía las playas repletas de adultos y niños que los acompañan, pese a la recomendación de evitar la exposición solar entre las 10 y las 17 horas, debiendo estar en todo momento protegidos por filtros no menores de 30, gorros y remeras de ser posible con protección UV. El daño que generan los rayos solares se acumulan a lo largo de toda la vida y las consecuencias se ven en la adultez, siendo conocido por todos la predisposición al cáncer de piel.
La ingesta de agua debe mantenerse aún sin sensación de sed (excepto los menores de 6 meses alimentados a pecho directo exclusivo, que reciben todo el agua que necesitan a través de la leche materna). Siempre es importante ofrecerles a todos los niños agua sin gas, para reponer la que están perdiendo por la transpiración y otros mecanismos, que es esencial suplementar. La manifestación de sed en los lactantes y niños pequeños que no pueden expresar lo que sienten, es el llanto.
Si bien es un tema reiterado, solo repitiendo las medidas una y otra vez, podremos prevenir lesiones en nuestros hijos o en los niños que tengamos a cargo.
Alicia Fernández

Médica pediatra. Especialista en cuidados intensivos de niños, jefe del servicio de pediatría y del CTI de la Asociación Española. Docente universitaria.
Podés seguir a nuestra pediatra de cabecera en Twitter como @AliFernandezUY