Joan Garriga: “El apego primario es una inversión en salud psicológica y en buena vida”

Es psicólogo humanista, heredero de Bert Hellinger -el alemán creador de las constelaciones familiares- y su carrera y profesión lo llevaron a ser un gran conocedor de los vínculos y, a través de ellos, de la esencia humana. Conocé más en esta columna de Mamás reales.

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Joan Garriga. Foto: Cortesía Editorial Planeta
Joan Garriga.
Foto: Cortesía Editorial Planeta

* Por Carolina Anastasiadis (de Mamás Reales) @mamásrealesblog
Joan Garriga es autor de varios best sellers (Bailando juntos, El buen amor en la pareja, Decir sí a la vida, entre otros) y estuvo en Uruguay hace pocos días, para disertar en el America Business Forum y brindar talleres de constelaciones en el Centro Bert Hellinger. Volvimos a encontrarnos para conversar y acá compartimos parte de una charla más extensa que podrán escuchar en un podcast que estamos preparando para ustedes.

En tus libros hablás de Spinoza y de su idea de que realidad y perfección son lo mismo. La Ma-paternidad tiene algo de ese claroscuro, ¿no te parece?

La realidad está teñida de claros y de oscuros. En este momento hay paz en Uruguay y guerra en Israel y Gaza. En cuanto a la crianza, no he visto amor más grande que el que los padres experimentan hacia los hijos y te diré además que no conozco padres a través de los cuales no asome en algún momento la culpa. Lo que toca a veces es ponerse en paz con las cosas. La culpa es un emisario del amor y si los hijos respondieran a este amor, siempre estarían bien. Sucede que, al mismo tiempo que amamos, los padres estamos en nuestra confusión, tensiones con nuestro ego, aspiraciones profesionales y luego miramos atrás y decimos “me hubiera gustado estar más con mi hijo”. Al final hay que decir “hice lo que pude”. Se trata de ser padres reales.

A veces querer ser tan buen padre, se entiende como poner a nuestros hijos en el centro del universo y no estoy seguro de que los hijos ocupen el centro del universo. Hemos pasado históricamente de un déficit de atención a los hijos, a un superávit. Hay que encontrar la línea media.

En crianza, pasamos de una época de mucho autoritarismo y distancia entre adultos y niños, a una permisividad que está en el otro extremo. ¿Cómo impacta eso a nivel sistémico familiar y social? ¿Qué consecuencias vinculares trae?

Creo que hay que encontrar el punto de equilibrio y que es importante que los adultos estén en un lugar de jerarquía. Esto es una cuestión biológica, no ideológica. Los hijos necesitan depender de los padres. Creo también que hay una dialéctica entre naturaleza y cultura o entre biología e ideología que hay que atender.

Lo cierto es que los niños pequeños necesitan mucho contacto, apego y presencia y nuestra manera de vivir lo impide, porque tenemos que estar trabajando afuera desde que los hijos tienen pocos meses. Que un niño de cuatro meses quede en una guardería, para mí es “el terror”. Por supuesto que el niño sale adelante, pero la biología no está hecha para eso.

Los Estados toman cada vez más medidas para permitir ese apego seguro en el primer año del niño, pero sigue siendo poco.

¿Por qué pensamos de manera tan cortoplacista y por qué no estructuramos una manera de vivir que sea más respetuosa con lo que la biología requiere? Los niños necesitan apego y comunidad. Hoy estamos entregados a un cierto individualismo y a una dinámica muy competitiva del sistema. La persona tiene que trabajar y el niño se va a la guardería. Pero el apego primario es una inversión en salud psicológica y en buena vida que les va a ahorrar a nuestras criaturas muchos problemas futuros, incluso enfermedades físicas. En definitiva, no dejamos de ser animales con programas biológicos y neurobiológicos que son determinantes y que se oponen al capricho de la cultura.

Creo que hay una verdadera dialéctica entre naturaleza y cultura y se prioriza el sistema a la necesidad de los individuos. Veremos a dónde los lleva, pero las estadísticas no arrojan dudas.

Hay una epidemia de depresión, de sinsentido en los jóvenes. Mirado a nivel sistémico, ¿encontrás alguna explicación?

Como psicólogo y psicoterapeuta trabajo en los aspectos psicológicos, en re-vinculaciones familiares y esto ayuda a las personas, pero hay tramas más amplias. Vivimos en un momento histórico y en una sociedad. Me harta estar en foros donde se pone el grito en el cielo sobre el apocalipsis que nos espera. Si soy un joven de 20 años y veo lo que está pasando con el cambio climático, veo la hiper-población, el futuro que se dibuja negro, ¿qué interés tengo en estar motivado para forjarme una vida y un camino?

Un seguro de vida y salud es estar insertado en una buena comunidad, en vínculos ricos y significativos, y la era actual nos aboca a un individualismo cada vez más exacerbado. Si juntamos individualismo con competitividad, con estructura de vinculación frágiles, esto no es un buen contexto para favorecer la salud mental o psicológica. Lo que nos alegra la vida es sentir seguridad, amor, los vínculos, sentir que estamos haciendo algo bueno que nos da para vivir y que tiene algún sentido.

¿Qué puedo hacer como padre para que mi hijo viva “liviano” en cuanto a mi herencia?

Un sistema familiar está visitado por las grandes bendiciones o maravillas. Por ejemplo, el nacimiento de un hijo, el sostén económico, el amor entre las personas. Y también está visitado por dolores o grandes tragedias, como la muerte de una criatura, un accidente, una enfermedad no deseada. Entonces un sistema familiar necesita tener la fortaleza para contener, integrar y abrazar las aflicciones que han visitado el sistema.

Claro que hay muchas cosas que pasan que pueden ser difíciles de integrar, como un abuelo que tenía otros hijos con otras mujeres, o que era alcohólico. El trabajo que hay que hacer es integrar y abrazar lo que ha sido, porque de esa manera tenemos la fuerza para estar en el lugar que nos corresponde, como hijos, como socios, como amigos, como padres, como pareja.

¿Cómo se abraza o integra un padre alcohólico o una gran tragedia familiar?

Abrazar significa, no que nos guste o estemos de acuerdo o nos haga sentir bien eso que nos daña, sino saber que la vida ha elegido manifestarse de esta manera y desde un lugar profundo decir “así lo tomo”, porque si no lo hago, construyo más desgracias. Si no integro eso, entonces construyo la vida como una reacción a esta herida, le doy un lugar demasiado importante y se dan cadenas negativas.

 
LA FAMILIA

¿Por qué importa tanto ocupar el lugar que nos corresponde?

En la familia todo fluye con más facilidad cuando los padres son padres y los hijos son hijos. La función del padre es parental y conyugal, aun cuando puedan estar separados.

A veces hay alta parentalidad y baja conyugalidad. Los padres se orientan hacia los hijos y se olvidan de la pareja y entonces el hijo puede entrar en dinámicas de triangulación. Se pone del lado de la madre casi como una pareja invisible, o del lado del padre para calentar el corazón del padre que queda solo.

Otras veces vemos que se da lo contrario. Hay alta conyugalidad y baja parentalidad, se conectan poco con los hijos. Los padres entre ellos generan una burbuja de amor, ficticia, porque en general se da cuando a estas personas les han faltado sus propios padres. Son como dos huérfanos, se refugian en el otro, y les falta el lugar y solidez para cuidar bien a sus hijos.

La familia es el mejor y potencialmente el peor lugar del mundo. Donde vivimos los grandes éxtasis y a veces también las grandes tragedias y desgracias, pero hay que integrar lo negativo. Pensando en el bienestar de los hijos es más importante que los padres se ocupen de arreglar sus asuntos, de sanar y no estar ahí dando lo que no tuvieron.

LA PAREJA

Hablás mucho de la pareja. ¿Qué sería el “buen amor”?

En el buen amor nos sentimos tranquilos juntos. En expansión. Sentimos que uno y uno suman más que dos, que nos multiplicamos. Que la danza entre nosotros tiende a ser más fácil que difícil, que somos compañeros y nos respetamos, que podemos estar juntos mirando hacia el futuro o hacia los hijos. En el mal amor, algo chirría, es complejo, nos restamos en vez de sumar, en las danzas que creamos juntos predomina lo negativo, lo irrespetuoso. El cuerpo es el gran detector del buen amor o mal amor. No las ideas.

¿Cómo te dice el cuerpo cuando estás en “buen amor”?

El cuerpo está en tensión o relajación. En congelación o calentamiento. Está expandido o contraído. Lo sentimos en cualquier conexión, no solo en la pareja. Te encuentras con una persona y te das cuenta que ahí no hay nada que hacer. O al revés. Yo mismo tuve una separación hace muchos años y tras ella noté que se me iban relajando las piernas. Mientras estaba en la relación ni siquiera me daba cuenta de esa tensión. A veces dejamos de percibir algunas sensaciones. El cuerpo es una guía.

Cada uno llega a la pareja con su historia y heridas. ¿Cómo es que se crece en ese baile?

Ese baile es complejo y maravilloso. Que dos puedan crecer juntos significa que puedan ir cambiando. Imagina que yo soy un “salvador” porque mi mamá estaba deprimida. Entonces busco a una pareja que tiene problemas con la depresión o el alcohol y quiero salvarla; es mi rol. Si la salvara realmente entonces no podría seguir siendo un salvador. Si me quedo ahí no estoy contactando con mi parte frágil, vulnerable y necesitada porque la reprimí en mi infancia.

En cambio, crecer con mi pareja implicará que yo también pueda ir introduciendo en la relación que siento necesidades, que soy frágil y vulnerable. Crecer significará que la pareja en lugar de definirse como problemática también pueda definirse como autónoma y capaz, a pesar de mí. Muchas parejas van cambiando las reglas y danzas del juego y las van ampliando. Van aprendiendo a amar en el otro aquellos aspectos que no vieron al principio o que vieron alojados en la sombra y van saliendo y les hacen espacio. Eso es crecer.

En definitiva, el mejor amor es aquel en el que podemos ser como somos a cada momento. Hay días que estamos alegres, hay días que tenemos ganas de sexualidad y días que no. La vida es cambiante y qué bonito compartir la verdad de lo que nos pasa con otra persona. Mirado así, a veces nos encontramos más y a veces no nos encontramos tanto.

Has dicho que “las parejas que se casan por interés duran más que aquellas que se casan por amor”.

Dije eso porque desde hace más de 100 años que prevalece la idea de que vamos a la pareja para experimentar un amor romántico. El amor es muchas cosas a la vez. Ese amor es un fuego que se enciende y a veces es muy vivaz y luego hay que aprender a cuidarlo bien. Ponerle leña, darle oxígeno, para que siga con plena combustión. Los griegos tenían palabras para definir esos distintos tipos de amor. Ese amor romántico impetuoso inicial tiene que desplegarse en muchas ramas, pasar de “eros” a “ágape” que es el cuidado y la ternura, a “philia” que es el amor fraterno, la admiración, ser “pragma” también, porque el amor nos tiene que convenir a nivel práctico.

Luego está el amor más trascendente, que es de alta y refinada calidad. Es un amor contemplativo, más indiferenciado; llega con el proceso de la vida. Sucede cuando uno se desapega de sí mismo y, en general ama, a todo el mundo.

¿Cuál es tu búsqueda hoy?

Me interesa mucho la conexión con el cuerpo. La búsqueda minuciosa de las verdades en el cuerpo. También la espiritualidad, no como un militante de nada sino como una apertura. En un proceso de maduración, creo que con el tiempo el “yo” se hace más pequeño para que el mundo tome más espacio.

Mamás reales

Federica Cash y Carolina Anastasiadis, impulsoras de Mamás reales
Federica Cash y Carolina Anastasiadis, impulsoras de Mamás reales
Foto: Cortesía Mamás reales

Carolina Anastasiadis y Federica Cash comparten experiencias y conocimiento en “Mamás reales”, un blog que nació hace 10 años durante el embarazo de sus primeros hijos.

Seguilas en @mamasrealesblog o en la web mamasrealesblog.com

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