En muchas ocasiones de mi vida cotidiana me siento la oveja negra de la familia, me ocupo mucho de lo que le pasa a las infancias, a mis hijos sobre todo. No me conforma con que las cosas sean o se hagan “como siempre se hicieron” sin siquiera pensar porque se hacen de esa manera y menos aún si eso implica que no se tomen en cuenta las necesidades de los niños y niñas.
El otro día me encontré con un posteo de instagram donde la madre era siempre “la intensa”, la que da su opinión, aunque esto no siempre sea bien tomado. “La intensa” que le refuerza a su hija que es importante lo que siente, así como también es importante tener confianza en ella misma para decirlo. Y me vi reflejada en esa “intensidad de madre”.
Soy la intensa que la anima a reclamar por lo que ella considera justo. Soy la intensa que la ayuda a poner límites cuando alguien la invade y que celebro cuando ella puede hacerlo por sí misma. Aceptando su voz, validando su "no". Soy la intensa que se preocupa (y se ocupa) cuando me cuenta que algo no le gusta o le hace sentir incómoda.
Soy la intensa que pide reuniones en la escuela, cuando siento que algo me hace ruido, que no va en la línea de lo que queremos como familia, o que es algo que entiendo que se puede mejorar.
Me ha pasado de sentirme así, sapo de otro pozo, oveja negra o como quieras llamarle. Eso hace que por momentos me reprima y me sienta mal, me culpabilizo y me callo, porque me canso de nadar contra la corriente.
La culpa materna
El sentimiento de culpa nos acompaña a las madres en el día a día y si además nos encontramos con una sociedad poco empática que nos trata de "intensas" por ocuparnos por el cuidado y el respeto de nuestros hijos, este sentimiento de ambivalencia, de culpa de no estar haciéndolo bien se acrecienta.
La socióloga Esther Vivas explica en su libro Mamá desobediente que en nuestra sociedad todavía sigue muy instaurado el estereotipo de madre angelical y perfecta. Las madres tenemos que ser perfectas, angelicales, las niñas buenas, que se encargan del hogar y de los hijos sin chistar y además trabajadoras e independientes. Y como nunca llegamos a ser esa madre ideal, entonces nos sentimos "mala madre". Este mandato de la madre ideal es irreal e imposible, genera una experiencia materna negativa, de nunca poder con todo o de nunca alcanzar ese ideal, que provoca culpa y malestar.
Nuestra sociedad, con estas agresiones y opiniones sobre nuestras decisiones o pedidos, dificulta la experiencia materna, porque no somos las madres que queremos ser, sino las que podemos ser en un contexto donde lo tenemos casi todo en contra.
La culpa aparece cuando no tenemos esa maternidad soñada, deseada, romántica, de la que tanto se habla. Pero esa maternidad perfecta no existe. Ser madre implica fracasar, equivocarse, no poder más, quejarse. Hay que hablar más de la maternidad real para liberarnos de la culpa. Encontrar nuestra propia forma, nuestra propia voz, para maternar y para conectarnos con nosotras mismas.
Romina Patriarca es psicóloga especializada en familias e infancia, acompaña crianzas y guía a mamás en el camino de encontrar su propia voz. La profesional explica que “nuestra voz es canal para expresar: nuestros pensamientos, emociones, lo que necesitamos y queremos. Pero también suele suceder que a medida que crecemos, (dependiendo mucho de nuestras experiencias) vamos perdiendo contacto con el poder de nuestra voz”.
Y nos invita a recordar: «cuando éramos niñas y gritábamos desde lo más profundo de nuestro ser cuando queríamos algo. No había dudas, ni miedos de ser juzgadas. Simplemente nos atrevíamos a expresar, sin limitaciones.»
Pero a medida que avanzamos hacia la adultez solemos preocuparnos más por complacer a los y las demás, por mantener una imagen o por evitar el rechazo, para encajar en la sociedad, en un grupo de estudio, en un lugar de trabajo, entre otros. "Y eso se acrecienta con la llegada de la maternidad, generando que nuestras necesidades y deseos queden en segundo plano. Logrando que no hablemos de ciertas cosas porque "queda mal decirlas" invalidando una parte de la experiencia materna", enfatiza Romina.
Por eso Romina nos recomienda recordar la importancia de nuestra voz en nuestra propia vida, como una herramienta poderosa para nuestro bienestar, para expresar lo que vivimos y no tener miedo de hablar de esa maternidad real, pero también para validar nuestra experiencia materna y principalmente para poner límites y expresar nuestra necesidades y deseos.
Al poner en palabras también conectamos, con nosotras y con quienes nos rodean, establecemos vínculos más saludables y creamos espacios de autenticidad. ¡Que importante es esto! Sobre todo para nuestra salud mental. Nos habilitamos las vivencias completas, con sus luces y sus sombras. Transitamos los desafíos de la maternidad más livianos y llevaderos. Puedes encontrar más información sobre la culpa materna en @mamanosabetodo
¿Te ha pasado de sentir que vas medio contra la corriente? ¿Que a medida que pasa el tiempo te cuesta encontrar tu propio camino sin miedo al qué dirán? Es un verdadero desafío encontrar tu lugar en este camino de maternar y conectar con lo auténtico, pero vale la pena y nos merecemos una maternidad disfrutada. Te abrazo
Natalia Villanueva
Nati, mamá de Martina y Salvador, creadora de Puérpera mía, donde ayudo a las mamás a prepararse para su post parto. Gestora de la guía para la maternidad, una comunidad de emprendimientos y profesionales que acompañan a las mamás y a las familias en Uruguay.
Podés seguirla a través de las cuentas de Instagram @puerpera_mia y @guiamaternidad.uy