Cuando doy talleres de preparación para el nacimiento, hablamos sobre qué es lo que sucede con la vida después de que nace el bebé. Si bien es de suma importancia estar preparados para ese día, es necesario también tener las herramientas para enfrentar los desafíos del después.

La vida compartida con un hijo o hija es hermosa, por supuesto. Hay un velo de amor y alegría que todo lo cubre, pero también es agotadora y esta llena de incertidumbres y aprendizajes.

En esos talleres, vemos información sobre el cuidado del recién nacido, sobre el puerperio y también hablamos directamente de la renuncia, que es la contraparte de las decisiones que iremos tomando.

La maternidad, sobre todo al principio, está llena de renuncias, es una verdad incómoda de decir. Hay una vida que dejar atrás para construir día a día la vida que es y será. Hay muchos momentos en donde dejaremos de lado situaciones, personas y otras cosas, por priorizar las necesidades de nuestros/as hijos/as.

Saber esto, por lo aprendido en mi formación, por lo que veo en las familias que acompaño y por mi experiencia personal, hace que lleguemos a esos momentos duros de nuestra ma/paternidad con expectativas más realistas. Entonces se hace más fácil poder entregarnos a la tarea de lleno, sabiendo que no será siempre así, pero que ahora es importante que lo sea.

Muchas veces las decisiones que tomamos son con convencimiento de que es lo mejor, y estamos tranquilas de que es el camino correcto según nuestra construcción de maternidad y la forma que elegimos para criar. Pero aún así a veces duele o incomoda, y saberlo nos permite enfrentarlo de una mejor manera.

CONOCÉ A NUESTRA COLUMNISTA

Marha Scanu

Lic. en Comunicación, Educadora en primera infancia, Doula, Educadora perinatal.

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