Mamá estimula: Jugar es la mejor forma de aprender

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Niño jugando con juguetes de madera
Sorapop Udomsri/Shutterstock / Sorapop Udomsri

Con los hijos

Claudia Guimaré explica cómo jugar permite que lo aprendido se fije de forma más duradera en el mediano y largo plazo.

Más tiempo para jugar y menos para tareas y actividades es una recomendación cada vez más fuerte entre psicopedagogos y expertos en crianza y educación. Pero el juego no sólo es importante para el sano desarrollo psicológico y social de los niños, sino que resulta un aliado increíble para el aprendizaje.

«Los niños aprenden mucho más jugando que estudiando, y haciendo que mirando” sostiene enfático Franceso Tonucci, pedagogo italiano quien lidera en Italia un proyecto de conversión de espacios públicos en pos del juego libre en los niños. Pero no sólo el juego libre es fundamental sino que el juego en sí mismo, de cualquier tipo, constituye la mejor herramienta para la interiorización de conocimientos en los niños.

La razón es simple: el juego provoca emociones positivas como la alegría, la diversión o la curiosidad, entre muchas otras, que ayudan al cerebro a fijar lo que se aprende de manera mucho eficaz, porque el cerebro aprende por emociones.

Pero además, jugar permite que lo aprendido se fije de forma más duradera en el mediano y largo plazo, ya que lo aprendido queda asociado a un recuerdo positivo, como se han encargado de demostrar científicamente las neurociencias en los últimos tiempos. Por ello, en los últimos tiempos, la gamificación (o en español “ludificación”) ha cobrado un enorme impulso como metodología de aprendizaje promoviendo incluso la formación del cuerpo docente para ello. Pero cuidado, que es oro todo lo que reluce.

¿Qué es la “gamificación” y en qué se basa esta técnica de aprendizaje?

Básicamente consiste en trasladar la mecánica de los juegos al ámbito educativo (pero también profesional en los adultos), con el fin de conseguir mejores resultados, así como para absorber mejor algunos conocimientos, mejorar alguna habilidad, o bien recompensar acciones concretas, pero siempre de manera divertida.

¿El truco? Simple: consigue motivar a los niños no sólo a realizar la actividad que le es propuesta, sino también incrementar su nivel de compromiso así como las ansias de superación, porque nada mejor que un juego para querer lograr un resultado, avanzar casilleros, resolver misterios con pistas o superar niveles de dificultad, etc.

Es por ello que estos “juegos” de aprendizaje, se basan en recompensas, reconocimientos a la destreza del participante y sus logros o simplemente por el placer de proponer alternativas al niño en las que puede elegir cómo continuar el juego a voluntad, sintiéndose no sólo partícipe sino autor del resultado… algo así como cuando en nuestra infancia los libros de “Elige tu propia aventura” nos incentivaban a la lectura por el simpe hecho de armar nuestra propia historia y descubrir qué consecuencia nos esperaba ante cada decisión tomada.

De esta forma, los juegos de aprendizaje aplicados ya sean a contenidos escolares o extracurriculares, “enganchan” a los chicos de una forma muy diferente que cuando el estímulo es simplemente la nota o evitar una reprimenda.

¿Cómo funciona?

Básicamente funcionan sobre dos técnicas de recompensas concretas: las mecánicas y las dinámicas, según hagan foco en el cumplimiento de objetivos planteados o bien en el la motivación del niño por alcanzar sus propios objetivos y superarse.

Conseguir puntos, ascender en un ranking, superar niveles o “pasar pantallas”, son algunos ejemplos de las técnicas de tipo mecánico, fuertemente basadas en un estilo de refuerzo positivo de la conducta, mientras que premios como la obtención de un resultado de superación más bien de índole personal así como de logros en equipo, son ejemplos de las técnicas dinámicas y si bien también refuerzan positivamente la conducta esperada, apuntan más a centrar el foco en el esfuerzo en uno mismo o en el equipo del que somos parte y no tanto en la competencia contra los demás.

Y mientras, un problema matemático o un acertijo sobre historia universal -conocimientos que otrora estaban muy pero muy lejos del ámbito de lo lúdico- se vuelven partidas de juego divertido en el horario de clase.

La gamificación y las neurociencias

“Gracias al nacimiento de las nuevas disciplinas como la neuroeducación que se demuestra que el juego es una herramienta muy efectiva y con muchos beneficios en todas las etapas educativas”, analiza Anna Forés Miravalles, Doctora en Filosofía y Ciencias, e investigadora de las áreas de educación, didáctica e innovación en España.

En su libro “Descubrir la neurodidáctica: aprender en, de y para la vida”, afirma que desde el punto de vista neurológico, el juego es una herramienta indispensable para el aprendizaje, que alienta la práctica de aptitudes que pueden trasladarse a la vida cotidiana.

¿Por qué? Porque al jugar, está comprobado que se activan regiones del cerebro que hacen que las personas estén motivadas para seguir aprendiendo, se focaliza la atención, sin desviar el interés a nada más de lo que se está haciendo y además, se afianzan los conocimientos la habilidad para solucionar problemas.

Una escuela más inclusiva

“No existe tal cosa como el “cerebro normal” afirma Jesús Guillén, Licenciado en Ciencias Físicas y autor del blog sobre neuroeducación ESCUELA CON CEREBRO, y agrega, “cuando se analizan los escáneres cerebrales se descubre que lo del cerebro normal es un mito porque el 90% de los escáneres revelan anormalidades".

Es decir, cada cerebro es único y singular y esto sugiere que debemos de atender la diversidad en el aula, para que puedan aprender juntos alumnos diferentes, con diferencias a todos los niveles. Por ello, una escuela neuroeducativa es una escuela inclusiva, que toma en cuenta las individualidades, las singularidades de cada alumno. Porque en palabras de Guillén, “el juego aplicado al aula permite un corrimiento de la uniformidad”.

Docentes aggiornados, docentes eficaces

Entender cómo funciona el cerebro, cómo aprendemos mejor, qué metodologías funcionan y cuáles no, nos lleva indefectiblemente a reconocer que cada uno aprende de forma diferente, dejando en evidencia la necesidad de adaptar los contenidos y las metodologías para los alumnos reales, atendiendo a las particularidades.

Por ello para Guillén, “la neuroeducación acerca la ciencia al aula, para que los profesores sepamos qué es lo que funciona, pero también por qué funciona” y así adaptemos los contenidos a nuestros alumnos acorde a las circunstancias, tiempos y niveles de cada uno.

Pero esto, por supuesto implica un grado de formación y actualización docente que en muchos lugares aun brilla por su ausencia y que ha quedado en evidencia en la actualidad en la falta de adaptación a la modalidad virtual que los tiempos que corren nos hay impuesto.

Queda claro entonces que queda mucho por avanzar en este terreno y muchas preguntas sobre la mesa. Por ejemplo, ¿Qué pasaría si la herramienta del juego se utilizara en todos los niveles educativos y no sólo en los iniciales donde ya está más desarrollada? ¿Las escuelas poseen los recursos tecnológicos para dar cabida a estas nuevas metodologías? ¿Tienen posibilidades reales de profesionalizar a sus docentes en estas áreas? O lo que es más importante, ¿podemos docentes y padres realmente entender que un niño que está jugando, está también aprendiendo? ¿Podemos amigarnos de las nuevas tecnologías con criterio? ¿Podemos discriminar cuáles juegos son realmente eficaces y positivos y cuáles simplemente suben la adrenalina y fomentan la competencia en lugar de la autosuperación?

De lo que no cabe duda es de que juego es mucho más que una forma de diversión y puede brindar maneras de aprender diferentes a las tradicionales, aportando muchísimo desde lo educativo pero también desde lo personal y social, y que el avance de las neurociencias permitirá que cada día estemos más lejos de la vieja dinámica en la que el profesor habla, los alumnos toman nota, repiten de memoria y son forzados a aprender todos al mismo tiempo y luego son evaluados con la misma vara.

La información es poder dicen, y entender cómo funciona el cerebro de un niño, cómo aprende, cómo memoriza, cómo atiende y sobre todo, cómo disfruta, es sin duda el puntapié inicial para que podamos educar mejor.

conocé a nuestra columnista
Claudia Guimaré
Claudia Guimaré

La socióloga uruguaya y especialista en marketing y comunicación es la fundadora de Mamá estimula. En el grupo que administra desde Argentina, comparte materiales educativos y soluciones para padres.

Conocé cómo Mamá Estimula puede auxiliarte en la crianza de tus hijos.

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