Educación
Las necesidades emocionales de los alumnos son tan importantes como las académicas. Claudia Guimaré nos presenta una nueva herramienta educativa
Dar la bienvenida a los alumnos en la puerta del aula con una sonrisa, más que un simple gesto de cortesía, puede ser una herramienta educativa de increíble valor, que incremente el compromiso académico y desaliente las malas conductas según afirman los neurocientíficos.
Comenzar el día con una sonrisa es el ideal de todos, pero gracias a diversos estudios en los últimos años, ahora se sabe que hacerlo al inicio de las clases, tiene un impacto positivo tremendo en la actitud de los alumnos en lo social y en el aprendizaje.
En efecto, varios estudios recientes confirman que los maestros y profesores pueden mejorar de manera notoria no sólo el buen comportamiento de sus estudiantes en clase sino también su compromiso académico, incorporando estrategias tan simples al inicio del día como saludar a cada uno de sus alumnos de forma individual y personalizada.
Uno de estos estudios, llevado a cabo en la universidad de Minnesota, demostró que los docentes que aplicaban la táctica del “saludo positivo” en la puerta no sólo lograban bajar las conductas disruptivas en un 9% en el aula sino además, incrementar de 45% a 72% la participación de sus alumnos en clase, lo que puede llegar a significar nada más ni nada menos que una hora adicional de participación en el transcurso de una jornada de cinco horas de clase, por ejemplo.
Por el contrario, los investigadores comprobaron que dedicar los primeros diez minutos de clase a tareas de carácter administrativo como pasar lista o a pasar comunicados oficiales al grupo etc, como suele hacerse en la mayoría de las clases, provocaba una caída de la participación y el interés.
¿En qué consistía el experimento? Se observaron grupos en los que los maestros, además de dar la bienvenida con un saludo verbal, acompañaban el mismo con uno no verbal como ser un abrazo o un apretón de manos, una palmada en la espalda etc, al tiempo que hacían un comentario positivo personalizado a cada alumno de cualquier índole, como ser “qué bueno que viniste!” o “me encanta tu nuevo corte de pelo!” etc pero siempre prestando especial importancia a aquellos alumnos a los que habían notado especialmente distraídos o conflictivos el día anterior.
A éstos, les dedicaban además alguna palabra de aliento para mejorar el desempeño al respecto utilizando declaraciones precorrectivas para aconsejarlos, es decir, aconsejándolos sobre cómo podrían hacerlo mejor hoy.
Los investigadores observaron a diario durante un año el comportamiento de los grupos en los que los profesores habían sido instruidos para aplicar esta técnica, en comparación con otras que seguían funcionando normalmente, explica Ana Forés, pedagoga española experta en Neurodidáctica, prestando especial a tención al compromiso académico (qué tan atentos estaban los estudiantes y la participación activa en clase), el rendimiento y el comportamiento perturbador, como hablar fuera de turno, dejar el asiento y distraer a los compañeros de clase entre otras cosas.
“En todos los grupos observados donde los maestros aplicaron esta táctica proactiva, el compromiso, la participación y el rendimiento, se incrementaron fuertemente y las conductas disruptivas disminuyeron, lo que confirma, dice Forés, lo que muchos maestros ya saben: “satisfacer las necesidades emocionales de los estudiantes es tan importante como satisfacer sus necesidades académicas”
¿Por qué? “Porque pasar unos momentos dando la bienvenida a los estudiantes promueve un sentido de pertenencia, brindándoles apoyo social y emocional que los ayuda a sentirse involucrados en su aprendizaje”, sostiene Touki Terada, editor de Edutopia e investigador de la Universidad de Berkeley del aprendizaje de las ciencias en las escuelas. Por ello, aplicarlo de forma personalizada al inicio de cada encuentro, es una de las técnicas proactivas de gestión del aula.
Todo docente sabe que los primeros minutos en los que se enfrenta al aula son cruciales para “marcar el Do” de la clase a continuación, pero si tenían alguna duda de la importancia crucial de los mismos, estos nuevos descubrimientos respaldados por mediciones serias, demuestran fehacientemente la importancia de utilizar ese breve período ventana a su favor, para ayudar verdaderamente a los estudiantes a concentrarse y lo que es más importante, predisponerse para el aprendizaje.
De esta manera si los maestros dedican tiempo a intervenir proactivamente de este modo, ahorran tiempo de reaccionar luego reencauzando conductas disruptivas que distraen al aula y complican la dinámica de la clase al tiempo que fortalecen el sentido de pertenencia al grupo de los chicos y sus lazos afectivos ya que la motivación por los logros, afirman los autores del estudio, termina siendo “un subproducto del sentimiento de pertenencia social”.
Algo así como que si me siento bienvenido, si me siento realmente parte, si no me disuelvo en la masa sino que se valora mi individualidad y me tienen verdaderamente presente, estoy más dispuesto a dedicar tiempo y esfuerzo al aprendizaje.
Castigar el mal comportamiento es contraproducente
Las malas conductas suelen ser contagiosas, afirman los investigadores, por lo que castigar a los alumnos que están teniendo un comportamiento inaceptable o perturbador para el grupo, a menudo no sólo no logra muchas veces erradicar dicha conducta sino que puede reforzarla, al provocar resistencia y aun de lograrlo, es una solución pasajera que no desalienta futuros comportamientos similares al tiempo que erosiona la relación del alumno con el maestro.
Por ello sugieren pensar estrategias que disuadan estas conductas como ser poner el foco en lo positivo en lugar de en los errores que cometen los alumnos, evitando corregir de inmediato o bien, alentar a la participación en lugar de “dar lección” ubicando a los alumnos en la parte pasiva de la ecuación.
En definitiva, la buena noticia es que los factores que alientan la baja participación y el bajo rendimiento en clase, están más del lado de lo que el maestro puede controlar que de lo inexorable, pero requiere esfuerzo, mucha imaginación y perseverancia, pero sobre todo una enorme empatía
y genuino interés en los niños como personas.
La socióloga uruguaya y especialista en marketing y comunicación es la fundadora de Mamá estimula. En el grupo que administra desde Argentina, comparte materiales educativos y soluciones para padres.
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