Con los hijos
A leer podrá aprederse en la escuela, pero a amar la lectura, sólo se aprende en casa. Claudia Guimaré deja algunos consejos para inculcar el amor por la lectura desde la más tierna infancia.
"El acto solitario de leer en la adultez implica reconectarse con esa voz que fue en algún momento el libro, porque el libro, antes de ser el libro, fue la voz de alguien” asegura Yolanda Reyes, periodista, educadora colombiana, y promotora de la lectura.
Y es que según ella, “lo que hace la lectura es poner en la voz humana todas las emociones”. Por eso le gusta decir que los bebés leen con las orejas, como los poetas, porque no les importa qué dicen las palabras sino cómo lo dicen, cómo lo envuelven, cómo lo cantan. Tiene que ver con el corazón, con los ritmos de la vida. Eso es lo que hechiza al bebé. La voz es la primera impronta simbólica en un bebé y es portadora de afecto. La voz, la oralidad, viene de muy atrás".
Está claro que la forma en que nosotros los padres enmarcamos las actividades que le proponemos a nuestros hijos de pequeños, tiene una enorme influencia en la reacción de los chicos para con ellas. No tiene el mismo sabor que te enseñen a andar en bicicleta entre risas cuando te han contado que esto es fantástico, que tomar lecciones de piano obligado. Porque la motivación es siempre intrínseca. Podemos forzar un hábito o conducta a base de rigor, pero es más probable que consigamos una obediencia forzada y una aplicación fingida, a que logremos realmente inculcar placer por dicha actividad.
Además los niños suelen ser grandes opositores naturales por lo que “si te ven venir” es muy probable que presenten más reticencia a lo que les plantees, que si logras hacerlo de manera casual.
Empieza cuanto antes
Por ello nada mejor que iniciar el fomento de la lectura cuando son muy muy pequeñitos. Comenzar desde el año o incluso antes con libros de texturas o de sonidos para luego avanzar a los llamados libros álbum en los que la historia, sumamente breve puede captarse sólo con ver las imágenes, elegir ilustraciones que realmente les llamen la atención (y no aquellas que a nosotros nos parecen una belleza pero están hechas más pensadas en el premio de la editorial que en los ojos del niño), son algunas de las formas de captar su atención desde el inicio.
Saber pescar al vuelo sus intereses
Tan o más importante como que las ilustraciones capten su atención, es que el tema en sí mismo lo atrape. Los niños, pasan por períodos de fijación en diversos temas. Una semana es todo dinosaurios y a la siguiente, su foco de atención son los colores y no paran de señalar el semáforo en la calle por ejemplo. Estar atengo a dichas señales para ir comprando libros que aborden sus puntos de interés, es fundamental para sorprenderlos siempre con algo que llame su atención de manera exitosa.
Regalar libros para darles valor
Las cosas materiales adquieren valor ante nuestros ojos de adulto por estar de moda, por su originalidad, su calidad o su precio. Pero nada de esto tiene importancia para los niños. Por suerte. Para ellos, nuestro tratamiento hacia las cosas, desde lo simbólico, desde lo afectivo, es mucho más relevante como fuente de información que les dice “he aquí algo realmente importante, algo de verdad valioso”. Por ello, que los libros sean en casa “un regalo preciado” es una forma de mostrarles que son realmente un tesoro, un verdadero “regalo” en el sentido más amplio posible de la palabra.
Ir a la librería, un planazo
En la misma línea, podemos hacer de la ida a la librería un paseo esperado para que puedan participar de la elección y compra y de esa forma disfruten del proceso y la anticipación de la lectura, además de que vean el enorme universo de opciones que existe y queden con ganas de ir por más, más adelante.
Inculcar el cuidado
Inculcarles desde pequeños el cuidado por los libros, es también una forma de indicarles el valor que tienen, no el monetario, sino el valor simbólico que tienen para nosotros, sus orgullosos dueños. Enseñarles desde pequeños que los libros no se tiran, no se rayan, no se doblan, no se rompen, marca el aprecio que les tenemos y aumenta su valor percibido por el niño.
Premio, no castigo
Otra forma de demostrar el valor que para nosotros tienen los libros, es que la lectura sea siempre un premio y jamás un castigo. Cuando le decimos a nuestro hijo o hija que si se porta mal debe irse al cuarto, no podemos extrañarnos luego de que llore cuando tenga que dormir solo en su dormitorio. Basta hacer un simple experimento: elije una fruta que tus hijos jamás hayan probado y diles “esta noche, si se portan mal habrá higos de postre” y verás qué fácil es lograr que se nieguen a probarlos. Si en cambio la propuesta es “hoy encontré unos higos exquisitos en el mercado, si se portan bien podremos probarlos más tarde”, casi seguro haya mayor predisposición para comerlos. Con la lectura sucede lo mismo. Nada desalienta más que un “hoy tenemos que leer algo” en lugar de un “qué ganas tengo de que leamos algo juntos”.
Asiduidad sin obligación
No hay hábito que se inculque sin constancia y repetición. Las rutinas puede que para los adultos tengan connotaciones aburridas pero para los chicos, funcionan de maravilla para predecir lo que viene, ordenar sus vidas y aportar seguridad. Y cuando algo forma parte de una rutina, en poco tiempo se incorpora con enorme facilidad y pasa a ser parte del paisaje, sin resistencia.
La hora de dormir suele ser el momento perfecto para dar cabida a esta rutina de cerrar el día con un cuento, generando una atmosfera cálida, un momento íntimo con los chicos, además de ser una actividad ideal para ayudarlos a bajar un cambio hasta quedar dormidos.
La voz lo es todo
Los niños leen las emociones. No importa lo que digamos, si nuestra cara y nuestro tono de voz dice que esto es divertido, lo será. Si nos mostramos apáticos, aburridos, no importa que estemos leyéndoles el cuento más hermoso del mundo, se aburrirán. Lee en voz bien alta y firme, y ve bajando el volumen a medida que avanzas, para ayudarlos a bajar literalmente “los decibeles” hasta ayudarlos a conciliar el sueño. Utiliza tu entonación para marcar emotivamente las distintas partes de la historia. No es lo mismo una voz que denota miedo que otra que denota expectativa. Y los chicos, entenderán mejor de qué va la trama por tus tonos que por tus palabras. Y recuerda hacer voces distintas para cada personaje. Nada mejor para divertirlos y mantenerlos a nosotros mismos alerta para no caer en una lectura apagada y monocorde.
Que te vean leer
Como siempre decimos, los niños puede que no te escuchen, pero te ven todo el tiempo, y tus acciones, son su principal estímulo a imitar. Por ello, que te vean a ti leer, es fundamental para que aprendan con el ejemplo. Cuéntales qué estás leyendo, aunque no entiendan de qué trata, cuéntales qué leías de chico, cuáles eran tus autores favoritos, qué tipo de historias te gustaba. Y sobre todo, demuéstrales que para ti, un libro es también un gran regalo y un bien preciado.
Hazlo con amor
Y por sobre todo, que la hora de la lectura sea genuinamente un momento de disfrute para ambos y no algo que haces en automático. Hazlo cuando te sientas con ánimo, demuestra tú también interés por la historia que están compartiendo, dile qué personajes son tus favoritos, o qué te sorprendió más de lo leído y que para ti, ese momento, es un momento especial que también tú esperas con ansias y en el futuro, será tu voz en esos momentos la que quedará anidada en su memoria de manera indeleble y dará color a las nuevas historias que leerá por sí sólo. Porque como dicen, “los niños aprenden a leer en el regazo de sus padres” y el amor por la lectura, es el comienzo de una relación que dura para toda la vida.
Socióloga uruguaya y especialista en marketing y comunicación. Fundó Mamá estimula y desde Argentina, comparte materiales educativos y soluciones para padres.Su comunidad cuenta con más de 300.000 integrantes.
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