CON LOS HIJOS
En su columna semanal, Claudia Guimaré explica por qué solemos pensar que esa llamada de atención no tiene importancia o peor aun, que su objetivo es tan sólo interrumpirnos o molestarnos.
No importa cuán "independientes", "seguros" o "tranquilos" seanlos niños, en algún momento buscan llamar nuestraatención a toda costa y de manera tan inoportuna como insistente.
Basta que tomes el celular para enviar un mensaje, que quieras charlar con una amiga en la vereda u osar intentar leer el diario o mirar la tele, para que allí aparezcan pidiendo que los miremos, que les alcancemos algo, que los alcemos en brazos o que les demos algo de comer. Parecería que nada les es suficiente y que todas las horas del mundo que les dediquemos, les quedan cortas y sus demandas nunca cesan. Y por agotador que nos parezca, es natural que así sea. ¿Pero por qué buscan llamar permanentemente nuestra atención?
El pediatra español Carlos González lo explica claramente cuando dice que "los niños llaman nuestra atención porque no quieren que estémos pendientes de otra cosa o de otra persona, porque saben que a su edad, necesitan que estemos todo el rato pendientes de ellos y por ende, nos lo está recordando. Cuando tenga 13 años, ya verás que no busca llamar tu atención porque ya puede organizarse él sólo la vida, pero a los 3 años, por ejemplo, él sabe que necesita que estés pendiente".
¿Pero por qué solemos pensar que esa llamada de atención no tiene importancia o peor aun, que su objetivo es tan sólo interrumpirnos o molestarnos? Pues porque somos hijos de generaciones que así lo creían y que por ende pensaban que los brazos malcrían, que los mimos debilitan el carácter o que hacerle demasiado caso a los hijos los hacía caprichosos o débiles.
Pero por suerte, hoy día vivimos en una sociedad diferente, en la que los expertos consideran que prestar demasiada atención a los hijos, lejos de ser sinónimo de malcriarlos, es la clave para criar niños seguros de sí mismos y del entorno; un cambio de paradigma importante que ha puesto en el centro de la educación, no ya los conocimientos sino las emociones y donde por ende, la crianza no se centra tanto en la conducta sino en lo que hay detrás de ella, en lo que la "gatilla".
El tan mentado apego seguro, sostiene González, se basa en que el cuidador responda a las necesidades del bebé con rapidez y eficacia, aceptando sus sentimientos, dándole consuelo y seguridad y no simplemente dándoles el gusto de alzarlos en brazos. El apego seguro no depende de hacerles upa, depende del caso que se les hace.
Porque los niños necesitan saber que pueden llorar cuando tengan cualquier dificultad porque recibirán consuelo, porque como explica el pediatra, es perfectamente posible tomar a un niño en brazos y al mismo tiempo ignorarlo y rechazarlo emocionalmente. De ahí que lo importante sea la conexión, el prestarle verdadera atención, el hacerle sentir que por poca cosa que parezca el motivo de su llamado, nos es importante.
Y seguramente nos lloverán opiniones no solicitadas de quienes nos digan "no le prestes atención porque será aun peor".... y pues claro. ¿O acaso nosotros no levantamos más la voz para pedir algo cuando el receptor del mensaje sin querer o deliberadamente no nos escucha?
O también te dirán "esto lo hace sólo contigo". Y también será cierto. Porque los niños necesitan mucho más de su figura principal de apego, que por lo general es la madre, que de todos los demás.
O te explicarán que "te están manipulando", cuando en realidad es sabido que un niño de preescolar no tiene la capacidad cerebral para manipular por lo que cuando llora es porque está emocionalmente desregulado, y no podrá regularse sólo sin la ayuda de un adulto tranquilo y amoroso.
O también escucharás "pero estaba tranquilo hasta que tú llegaste" y seguramente también será cierto pero no significará en absoluto que te esté tomando el pelo y fingiendo de repente que está mal. Los niños reprimen sus emociones cuando están con quienes no se sienten tan seguros y amados como con sus padres, por lo que es perfectamente posible que parecieran estar bien y de golpe cuando te vean llegar pues simplemente "aflojen". ¿O acaso nosotros no nos aflojamos también en un hombro amigo y somos capaces de pasar toda la jornada intentando estar bien y al llegar a casa, con nuestra pareja, familia o amigos, nos permitimos quebrarnos si algo malo nos ha pasado?
Por eso puede que los vayas a buscar a un cumpleaños y al abrazarlos se larguen a llorar y los adultos te aseguren que hasta ese instante estaba jugando bárbaro. Pero quizá una hora atrás, un amiguito los agredió y ahora en tus brazos, se permitan sacar el sentimiento guardado.
Quizá si dejásemos de pensar que lo hacen sólo por gusto o que ese llamado de atención no tiene importancia, podríamos detenernos a ver lo que realmente están necesitando. ¿Será mostrarnos un insecto que encontraron en la vereda y nosotros no estamos viendo? ¿Será que la persona con la que estamos charlando les provoca miedo o incomodidad y por eso quieren alejarnos? ¿Será que quieren que veamos la última pirueta que han practicado? O a lo mejor no será nada de eso sino simplemente que en ese preciso instante quieren que les demos un abrazo, los miremos a los ojos y les hagamos sentir que son el mundo para nosotros... el único.
Al fin y al cabo, si cuando te piden comida, los alimentas y cuando te piden abrigo, los cubres, cuando te pidan atención dáselas. La deben estar necesitando.
La socióloga uruguaya y especialista en marketing y comunicación es la fundadora de Mamá estimula. En el grupo que administra desde Argentina, comparte materiales educativos y soluciones para padres.
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