CON LOS HIJOS
En su columna semanal, Claudia Guimaré habla sobre el difícil equilibrio de enseñarle a los hijos cuál es la diferencia entre defenderse y agredir.
No cabe duda que una de las principales preocupaciones de madres y padres a medida que los niños crecen, es enseñarles el difícil equilibrio entre defenderse y agredir.
Si estás entre quienes prefieren ir directo al “si te pegan, devolvela”, quizá no te interese seguir leyendo. Pero si sos de los que se preocupa intentando descifrar cuál es la mejor forma de aproximarse a este tema con sus hijos e hijas, seguramente te has encontrado con mil consejos que de inaplicables ya se pasan a tontos o a fastidiosos.
En esta columna, intentaré dejarte los que considero cinco de los más comunes y algunas ideas para mejorarlos.
Las cosas por su nombre
Lo primero que debemos entender es que no todo es bullying.
Afortunadamente hoy día existe una enorme conciencia respecto de este difícil tema, pero esto ha derivado en que hoy se hable de bullying con mucha liviandad, para dar cuenta de situaciones que no caen estrictamente dentro de esa clasificación.
De todas maneras, el que no exista realmente una situación de acoso propiamente dicha, con todas sus características, no significa que una broma cruel, un apodo de mal gusto, o incluso un golpe o tirón de pelos, una pelea verbal, etc, no sean causantes de enormes disgustos y tristezas entre los peques y que nosotros, los padres y madres, nos sintamos interpelados y pensemos varias veces antes de darles un consejo concreto sobre cómo manejar la situación.
Educarlos para que no tengan que toparse con esas situaciones
Por ejemplo, el primer consejo inútil que podrás encontrarte por ahí es que sencillamente si educamos a nuestros hijos en la bondad, el compañerismo y la empatía, jamás deberán enfrentarse a situaciones de esta índole, puesto que no habrá niños que agredan.
Por supuesto que moralmente es una consigna fantástica con la que no puedo estar más de acuerdo. Pero queda claro que este consejo no es más que una quimera y que por mucho que nos duela, nuestros hijos sufrirán, no una sino mil veces en el correr de sus vidas por diferentes motivos y a manos de diferentes personas y esa, es una verdad indefectible y sobre la que no podemos hacer nada al respecto.
Lo que sí podemos hacer es explicarles que a esto puede ocurrir aun cuando no hayan hecho nada para provocarlo o mucho menos merecerlo y acompañarlos en el sentimiento.
Enseñarles a que ignoren al agresor
Todos sabemos que agredir a otro por gusto, puede ser una búsqueda de minimizarlo para someterlo y que si el agredido resultase inmune a las burlas o a los agravios, seguramente el agresor se aburriría o sencillamente buscaría otra víctima más divertida. Pero enseñarles a los chicos a pretender ser como el Comandante Impávido de las Patoaventuras, puede no ser el mejor consejo.
Quizá, dependiendo de los pequeños, podamos explicarles que si bien en principio, a veces, esto puede ser una buena táctica para no echar leña al fuego, también es necesario que sepan poner un freno a quienes los agredan y de no dar esto resultado, alejarse o hasta pedir ayuda. Y no sólo porque seguramente no siempre les surta efecto, sino también porque aprender desde pequeños a tragarnos los sentimientos y a disimular que nos sentimos heridos por no querer mostrarnos vulnerables, no es para nada sano y puede acarrear múltiples problemas mayores más adelante.
Decirle que debe resolver el problema por sí mismo
Una cosa es aprender a enfrentar los problemas y otra muy distinta es tener que solucionarlos solos, sin ayuda de nadie y justo cuando nos sentimos más vulnerables. ¿O acaso no nos pasa seguido que la frase exacta que nos podría haber hecho salir airosos de una situación tensa se nos ocurre horas más tarde cuando ya estamos tranquilos de vuelta en casa?
A los niños les pasa lo mismo y mucho peor, ya que están recién haciendo sus primeras armas en la solución de conflictos y todo, todo, todo, en la infancia parece dramático y final. Por ello, necesitamos practicar un delicado equilibrio entre, dependiendo siempre de la edad del niño o niña, ayudarle a que pueda plantarse frente a los otros, y no intente huir a primeras de todo conflicto. Necesitamos ayudarles a que identifiquen en qué situaciones podrán hacer lo primero y en cuáles otras será preferible que opten por lo segundo. Pero siempre, siempre, siempre, recordándoles que todos precisamos ayuda y que por ende, cuando consideren que es necesario, es sano pedirla y no van a decepcionar a nadie por ello.
Decirles que es un “problema de niños”
Este es quizá uno de los errores más frecuentes en el que caemos padres y madres, y puede ser sumamente hiriente para nuestros hijos, y dejarlos aún más vulnerables y solos, porque además de sentirse mal por el problema que están atravesando, han recurrido a nosotros por ayuda y nosotros les hemos humillado, minimizando aquello por lo que están sufriendo.
Como dijimos hace un tiempo en nuestra columna “Si te pegan devolvela” (que puedes leer en este link), decirle a un niño que no tiene verdaderos problemas porque los suyos son problemas de niños, es el equivalente a que una amigo varón nos diga que nuestros problemas no son reales porque son problemas de mujeres, o que un adulto mayor nos diga que no lo son, porque son problemas de adultos jóvenes solamente.
Si los niños son niños, tendrán problemas de niños, los adolescentes de adolescentes y nosotros, de adultos, y para cada uno de nosotros, serán problemas reales, tangibles, importantes y que nos quiten el sueño, y lo último que necesitamos que alguien nos diga en ese momento (menos aun que nos lo diga la persona a la que recurrimos por contención, afecto y soluciones) es que no son verdaderamente importantes para ellos.
No recurrir a la maestra sino hablar directo con los padres del “agresor”
Puede que muchos nos recomienden no involucrar a las maestras si nuestro hijo o hija está siendo agredido por algún compañero o compañera, por considerar que o bien la maestra no tiene mucho que aportar o porque así se enfrenta el problema en forma más directa, atacando de una su raíz.
Pero esta táctica puede salir muy mal y lejos de resolver el problema, lo puede terminar empeorando, ya sea porque nos falta información y al hacer el planteo podemos llevarnos una sorpresa, o porque el otro se sienta agredido y el conflicto termine escalando a los adultos, o porque nosotros mismos, aun creyendo que vamos a manejar las cosas bien, no lo terminemos haciendo.
Recurrir a la maestra en cambio, puede ser muy útil para entender la situación general, poder evaluar la verdadera gravedad del tema, y por sobre todo, contar con el apoyo de alguien más objetivo que nosotros mismos y que tiene más recursos para poder intervenir de manera positiva y además, en el momento y lugar en que estos suceden. Por ende, salvo que tengas mucha confianza con los papás o mamás de quien está lastimando física o verbalmente a tu hijo, el o la docente, puede ser un excelente mediador del conflicto, que además te puede aconsejar y darte más herramientas para que continúes con la labor en casa con tu peque.
Lo importante es que entendamos la importancia de enseñar a sobrellevar estas situaciones desde pequeños, puesto que les estamos ayudando a generar sus propias herramientas para resolver sus conflictos futuros por sí solos. Ni más ni menos.
La socióloga uruguaya y especialista en marketing y comunicación es la fundadora de Mamá estimula. En el grupo que administra desde Argentina, comparte materiales educativos y soluciones para padres.
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