Con los hijos
Educar sin gritar es el Santo Grial de la maternidad/paternidad. Mirá los consejos de Claudia Guimaré y memorizá el ACDC, las 4 reglas que propone esta mamá para salir del mal paso.
“¿De dónde sacamos la loca idea que para que un niño se porte bien primero debemos hacerlo sentir mal?” Ésta es la frase de cabecera de Jane Nelsen, Doctora en Psicología Educativa y referente mundial de la Disciplina Positiva.
Y es que hoy día, no sólo es claro que gritarle a un niño es una forma de maltrato (basta imaginar que lo hiciéramos a menudo con un adulto para que resulte evidente), sino que además, está cada vez más comprobado gracias a los avances de las neurociencias, que no sólo es inútil sino contraproducente para el aprendizaje. El grito —como cualquier forma de maltrato—, activa un estado de alarma permanente en el cerebro de quien lo recibe (provocando la liberación de grandes cantidades de dopamina y adrenalina) que lo predisponen a “escapar ante la amenaza”, así como un exceso de información que puede bloquear al niño al saturar su capacidad de procesamiento por la activación de los niveles de miedo ansiedad y estrés. Y todo esto por no hablar del sin sentido de intentar enseñarle a alguien a calmarse perdiendo uno mismo la calma.
Si gritar es tan inútil como contraproducente, es necesario contar con estrategias concretas tanto para prevenir los berrinches (que gatillen nuestros gritos) como para lidiar con ellos.
Qué hacer para evitar el berrinche
Antes del berrinche: hay por lo menos tres cosas concretas que podemos hacer para establecer un rayado de cancha tal que desestimule los estallidos.
La primera, es TENER REGLAS CLARAS EN LA FAMILIA en las que haya un acuerdo sólido e inquebrantable entre los padres; si esas reglas se respetan siempre, se convertirán en “el modo natural en que son las cosas” habiendo menor lugar al pedido de quebrarlas.
La segunda, es TENER RUTINAS ESTABLECIDAS y horarios medianamente fijos para cada cosa. Esto ayuda muchísimo a mejorar el comportamiento de los niños porque al contrario de lo que que nos pueda parecer (ya que asociamos las rutinas a cosas que nos aburre o pesa hacer), a los niños les brindan una enorme tranquilidad y seguridad.
La tercera es la ANTICIPACIÓN para todas las actividades (pero en especial para las que no estén internalizadas como rutinas) ya que esto disminuye ansiedades al reducir la incertidumbre e ir “decantando la idea” de lo que se viene a continuación.
¿Qué hacer cuando llega el berrinche?
4 reglas que agrupé bajo el acrónimo de “ACDC”, fácil de recordar para amantes del rock: ACERCARSE, CONECTAR, DISTRAER, COMUNICAR.
ACERCARSE: la lejanía facilita que se nos escape el grito, y el grito, es el mejor combustible para un berrinche. Por ende, lo primero entonces es acercarse al niño de inmediato y establecer contacto físico respetuoso con él (por ejemplo tocarle un hombro), con la única intención de captar su atención para luego hablar.
CONECTAR: recuerda que “no te lo hace a tí, se lo hace a sí mismo” ya que se siente dominado por una emoción negativa que lo desborda y nuestra misión es ayudarlo a manejarla detectando el origen de la misma, y por ende cómo manejemos nosotros la situación será su ejemplo.
DISTRAER: sacarlo del contexto, ya sea del lugar físico o de la actividad en la que está, le servirá para “cambiar de aire” y “cortar” con la emoción que está atravesando así como también nos servirá a nosotros para sentirnos más calmados y en control de nuestras propias emociones.
COMUNICAR: Por último, todo padre sabe que no hay nada tan irritante como hablarle a un hijo y que no te escuche. El primer truco para lograrlo es establecer contacto visual. Y no se trata sólo del clásico “mírame cuando te hablo” que es más una exigencia de obediencia y respeto que otra cosa… hay ciencia detrás de esto… Y es que como explica Álvaro Bilbao, neurospicólogo español, autor del best seller El cerebro de los niños explicado a los padres, “uno de los mayores errores de los padres que quieren que sus hijos les hagan caso es hablarles en la región periférica del campo visual. En esta zona los estímulos son percibidos por el cerebro como irrelevantes. Si les hablás de pie (mientras ellos están sentados en el suelo) o desde su espalda (mientras juegan con la compu), la probabilidad de que te hagan caso es muy pequeña”. Ponte a su altura y cuando hayas establecido contacto visual certero, utiliza una voz firme pero calmada y siempre inicia el diálogo explicándole que entiendes su frustración PERO que en este momento lo que quiere es imposible por las consecuencias negativas reales que le traería aparejado, mientras ofreces alternativas viables compensatorias (que sean verdaderamente factibles de cumplir por nuestra parte).
Como siempre en el equilibrio está la clave. Ser sólo amable puede ser tan nocivo como ser sólo firme. Ser amable y firme a la vez y encontrar la forma de hacerlo desde la empatía y el respeto mutuo es el camino. Por supuesto esto lleva más tiempo, requiere más paciencia y mucho mayor esfuerzo, pero no sólo es mucho más positivo para el niño y gratificante para el adulto, sino que es la única forma para que nuestro mensaje llegue, no sólo en esta oportunidad sino en el largo plazo sobre cómo manejar las crisis, los conflictos y las emociones que nos son adversas, ya que como dice el refrán “¿Tus hijos no te escuchan? No te preocupes… te ven todo el tiempo”.
La socióloga uruguaya y especialista en marketing y comunicación es la fundadora de Mamá estimula. En el grupo que administra desde Argentina, comparte materiales educativos y soluciones para padres.
Conocé cómo Mamá Estimula puede auxiliarte en la crianza de tus hijos.