Con los hijos
Cómo les ayudemos a encarar la situación en una primera instancia, será un aprendizaje profundo y duradero que los acompañará como herramienta para resolver situaciones similares futuras
Cuando los chicos son pequeños los padres tenemos que infundirles seguridad para que se abran a desconocidos, pero a medida que van creciendo y escapan de nuestro control permanente, nos vemos en la necesidad de comenzar a alertarlos también sobre posibles peligros de la vida misma, un proceso que a veces resulta complejo y estresante.
Poder empoderar a los chicos y transmitirles que el mundo es un buen lugar para vivir pero al mismo tiempo, explicarles por su propio bien, que también existe el mal y que no todas las personas con las que se cruzarán en la vida serán “buenas”, es un sutil equilibrio en el que nos hace debatimos internamente entre brindarles seguridad y confianza, y al mismo tiempo educarlos para que sepan diferenciar lo bueno de lo malo y reaccionar a tiempo.
Pero además, a medida que crecen, no se trata sólo de que sepan reconocer grandes peligros. Se trata también de que tengan el equilibrio emocional y la asertividad suficiente para poder alejarse de situaciones que los hieran o incomoden, aunque no sean dramáticas. A veces alcanza con ese compañerito que tira del pelo sistemáticamente, con esa nena que muerde, con ese amiguito que los destrata o les tira la merienda o los deja afuera del juego, para que los niños se angustien profundamente y en muchos casos incluso, no quieran ir a la escuela.
¿Qué podemos hacer los padres ante esas situaciones? ¿Cuál es la mejor forma de ayudarlos?
Como siempre decimos, lo primero que tenemos que tener bien presente, es que cómo les ayudemos a encarar la situación en esta primera instancia, será un aprendizaje profundo y duradero que los acompañará como herramienta para resolver situaciones similares futuras y por ende, es importante que prestemos atención a los detalles, ya que muchas veces, en la alteración del momento, podemos decir cosas que lejos de ayudarles, se les (y se nos) vuelvan en contra.
Hace poco sucedió en la escuela de mi hija que un niño le pegó a otro y cuando la maestra le dijo por qué lo había hecho, él explicó angustiado: “Es que él me pasa pegando”, a lo que la maestra le respondió “¿Pero y por qué no me contaste eso antes?” y el niño le dijo “Es que mi papá me dice que cuando me peguen, no tengo que buchonear con la maestra sino devolverla”.
Queda claro que intentar aplacar la violencia con más violencia es un contrasentido total. Queda claro también que alentar a tu hijo a pegar está mal. ¿Pero, está mal pegar si es para defenderte? Como en todo, hay matices. Entre el contestar a golpes ante cada cosa que sentimos nos agrede y soportar estoicamente una golpiza sin jamás levantar una mano, hay una enorme distancia y como siempre, la clave está en los grises.
Ahora, reflexionemos un segundo sobre la anécdota anterior. ¿Qué estamos transmitiendo con esa frase a los chicos verdaderamente? Puede que lo hayamos dicho sin pensarlo demasiado pero si nos detenemos un segundo, estamos enviando tres mensajes muy concretos:
El primero es que les estamos enseñando a no denunciar algo malo de lo que sean testigos, y ésta, no es una actitud recomendable puesto que los expone a posibles riesgos futuros, así como también a ser partícipes pasivos de una injusticia. Por supuesto no estamos hablando de incentivar a los chicos a que acusen livianamente a todo el mundo a cada rato de cada cosa con la que no estén ellos de acuerdo, pero hay una distancia entre eso y callarse ante situaciones cuestionables y está en nosotros en marcarles la diferencia.
El segundo, es que estamos validando que hay que saber defenderse sólo en la vida e inculcando el supuesto valor de no pedir ayuda a un adulto responsable para que medie en la situación de peligro, acoso, injusticia etc, al tiempo que invalidamos la figura de la maestra, no sólo como figura de autoridad en el aula, sino más que nada, como adulto que puede y debe ayudarlos e interceder por quienes no están pudiendo defenderse por sí mismos.
Y el tercero es que sin querer estamos transmitiendo la validación de la violencia, porque si no es algo digno de denuncia, y si además, incluso les recomendamos responder de igual modo, entonces esa conducta no es tan inapropiada después de todo, si al fin y al cabo mis padres me aconsejan que yo también la practique.
Si un chico pega a otros y éstos otros le devuelven el golpe, lo más probable es que eso, lejos de desalentar la violencia en el grupo, termine justificando el ojo por ojo diente por diente, que como die el refrán, es la mejor receta para que todos queden ciegos y sin dientes.
¿Qué sí podemos hacer para prevenir a nuestros hijos y ayudarlos a poder enfrentar de la manera más sana y menos violenta posible, estas situaciones?
Educa sin violencia
Antes que nada, debemos considerar que los niños repiten las conductas que observan en casa por lo que si no queremos que nuestro hijo tenga conductas violentas en la escuela, no debe estar expuesto a ninguna conducta violenta en hogar.
No gritarles, no pegarles, no zamarrearlos, es lo básico. No importan qué tan mal se hayan portado. Autoridad y limítes no es sinónimo de violencia. Entenderán mucho mejor que la violencia no es el camino y que está siempre fuera de lugar si jamás nos ven caer en ella. Pero además, de esa forma nos aseguramos que tengan claro que esas conductas son inadmisibles ya sea para con ellos o para con otros.
Y no sólo se trata de protegerlos de experimentar en carne propia la violencia, sino también de presenciarla con terceros. Por lo que si se desata una discusión en casa entre los adultos por eje, es preferible apartarnos para q no nos escuchen o si ya nos escucharon, incluso podemos admitir q papá y mamá están muy enojados y que van a tratar sus diferencias en privado.
Un niño que es ajeno a situaciones violentas, sabrá identificarlas perfectamente cuando lo rodeen y tenderá a apartarse de ellas por incomodidad, porque no le son naturales.
Conversa con tu hijo a diario
La educación emocional de los niños es clave para su sano desenvolvimiento futuro en grupo. Es importante que les enseñemos desde pequeños a reconocer sus propias emociones para que a futuro éstas no los dominen y para ello, necesitamos ayudarlos a identificar cuando lo que sienten es dolor, rabia, tristeza, alegría, emoción etc.
Cualquier situación puede servir de excusa para charlar con ellos sobre nuestros sentimientos y cómo actuar cuando nos invaden distintas emociones. Ya sea que estemos viendo una película con ellos o leyendo un cuento, o contando una anécdota de algo que nos sucedió a nosotros mismos, es importante que les enseñemos a reflexionar sobre ello.
¿Por qué habrá reaccionado así este personaje? ¿Qué te parece lo que pasó en la peli? ¿Qué hubieras hecho tú en mi lugar? ¿Te parece que los personajes lograron resolver el conflicto? son preguntas que pueden ayudarnos en el día a día a trabajar el tema y prepararlos para poder reconocer sus emociones, trabajarlas y expresarlas asertivamente.
Escúchalo. No son “cosas de niños”
Pero la conversación debe ser un camino de ida y vuelta. No sólo se trata de contarle cosas, de explicarle cosas, sino también de escuchar sus cosas, sus miedos, sus anécdotas. El peor error que podemos cometer padres es tildar sus cuestiones como “cosas de niños” y bajo ese rótulo, restarles importancia. Los niños sólo tienen “cosas de niños” y para ellos, son un mundo, su mundo. Si te cuenta que alguien lo lastima tanto física como emocionalmente, o si te cuenta que ve que a otro compañero lo agreden y no entiende por qué, escúchalo y ayúdalo a interpretar la situación. Y sobre todo, ante una señal de alarma, cerciórate de si es una situación puntual o reiterada e involúcrate en el tema.
Enséñale a decir no
Tan importante como enseñarles a ser amables con el prójimo, es enseñarles a saber plantarse frente a alguien cuando éste los agrede verbal o físicamente. Un niño que no sepa poner límites a quienes lo lastiman u ofenden, tendrá más dificultades en la adolescencia para poner un freno a sus pares no sólo ante situaciones de acoso o abuso sino también para que lo convenzan de caer en conductas de riesgo por caerle simpático al grupo de amigos.
Pero para que aprendan a decir NO desde pequeños, debemos nosotros primero aprender a respetar sus NO, aun en situaciones en las que preferiríamos un SÍ como respuesta, como cuando por ejemplo no quieren que un adulto desconocido (por más que sea una tía a la que ven poco o nuestra mejor amiga) les de un beso por ejemplo. Si sus NO son respetados en casa desde pequeños, será más fácil que logren comunicarse de manera asertiva a futuro sin necesidad de recurrir a la violencia. Decir NO no es pelear, es tener claro que nadie puede hacer con nosotros lo que quiera.
Enseñémosles a los niños a ser asertivos sin necesidad de ser violentos. A decir que no, no a pelear mejor. A que llorar es normal y no signo de debilidad. Y sobre todo, a que pedir ayuda es siempre necesario porque nadie puede solo con todo en esta vida. Y así cuando la necesiten, sabrán que cuentan con nosotros, los que los escuchamos y respetamos siempre.
Socióloga uruguaya y especialista en marketing y comunicación. Fundó Mamá estimula y desde Argentina, comparte materiales educativos y soluciones para padres.Su comunidad cuenta con más de 300.000 integrantes.
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