En la columna anterior hablamos sobre la renuncia, quizás uno de los grandes desafíos de la maternidad junto con la propia crianza. Hoy hablaremos de la ambivalencia, tan presente en la vida de las madres y de los padres desde los primeros momentos.
Desde el embarazo se comienzan a sentir emociones distintas y muchas veces nos parecen contradictorias, aunque conviven; alegría y felicidad, así como también miedo e incertidumbre, gratitud e ilusión y tristeza, entre otras. A medida que se acerca el nacimiento se suelen intensificar.
Cuando comenzamos a criar la ambivalencia se hace aún más presente. Si hacemos alusión a la columna anterior, el sentimiento de renuncia puede venir acompañado de la dicha de poder elegir.
Padres y madres pueden sentir muchas ganas de pasar el tiempo con sus hijos/as y al mismo tiempo tener ganas de recuperar los espacios propios y de la pareja. Siguen conviviendo aquello que se sintió en el embarazo, al descubrir un rol y una etapa nueva. Y también puede existir la sensación de estar siempre acompañada junto con la sensación de soledad absoluta.
Hoy en día es más común hablar de la ambivalencia, pero al mismo tiempo hay sentimientos que siguen generando culpa en madres y padres. Poner en palabras en ámbitos de confianza suele hacer que todo se lleve mejor.
Toda la gama de emociones es válida, siempre y cuando podamos criar a nuestros/as hijos/as desde el amor y teniendo en cuenta sus necesidades. En caso de no poder gestionar correctamente nuestras emociones, siempre es bueno consultar con un profesional de la salud.
Marha Scanu
Lic. en Comunicación, Educadora en primera infancia, Doula, Educadora perinatal.
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