En las últimas dos columnas hablamos sobre el rol del papá y hoy daremos espacio al papel de la mamá, del que en realidad tanto se dice y que tan diverso puede ser.
Biológicamente nuestro cuerpo está diseñado para gestar, parir y alimentar a nuestros hijos, pero el concepto de que es la mujer la que cría, cuida y todo lo hace porque tiene “instinto materno”, es social y cultural. El instinto materno tiene más que ver con un aprendizaje impuesto sutilmente (y no tanto) de varias maneras desde niñas y durante toda la vida.
El resultado de esto es que se asume socialmente que la mujer nació para ser madre y que es un objetivo de realización para todas, convirtiéndose así en un mandato. La realidad es que el rol de madre se construye al igual que el rol de padre, y que no es el deseo de toda mujer vivirlo.
Una vez que nos convertimos en madres, se despliega ante nosotras un enorme panorama de cosas que no eran como creíamos y otras que si, de exigencias nuestras y del entorno, de responsabilidades y de momentos emocionantes.
Es ahí donde comenzamos a construir realmente nuestro rol, con nuestra propia crianza, con nuestra historia como personas, con las herramientas adquiridas a lo largo de nuestra vida y con aquellas que elegimos adquirir a medida que nos vamos encontrando con distintos desafíos.
Las formas de crianza van cambiando y con ellas las formas de ser mamá y ser papá. Es por esto que hoy en día podemos escuchar más seguido hablar sobre corresponsabilidad, carga mental compartida, y crianza respetuosa.
Marha Scanu
Lic. en Comunicación, Educadora en primera infancia, Doula, Educadora perinatal.
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