GOURMET
Nuestro experto en vinos, Eduardo Lanza, cuenta del viaje de Catadores para visitar las bodegas y los paisajes de una de las provincias más hermosas y productivas de Argentina.
Un sueño se hizo realidad. El viaje de Catadores estaba previsto para 2020, pero la pandemia lo impidió. Este año llegó el momento de concretarlo y viajar a visitar las bodegasy los paisajes de una de las provincias más hermosas y productivas de Argentina.
La cena de bienvenida a los viajeros se hizo en El Charrúa, uno de los restaurantes de Omar Morales, uruguayo que hace años se instaló en la capital de la provincia y que con gran éxito regentea varios locales gastronómicos. Las típicas empanadas, los cabritos asados de piel crocante y los dulces tradicionales como el quesillo con dulce de cayote o los cuaresmillos con nueces dieron la bienvenida.
El un tour de una semana incluyó la visita a seis bodegas. Las primeras (y durante tres días) en la zona de Cafayate que está a 197 kilómetros de la capital de la provincia. Fueron obligatorias las paradas para disfrutar el paisaje y tomar fotos en la Garganta del Diablo y el Anfiteatro, mágicos y encantadores con su milenaria majestuosidad de rocas y piedras milenarias.
A 2.400 metros sobre el nivel del mar y alojados un hotel antiguo de confortables habitaciones, con un restaurante de primer nivel y un jardín de notable verdor con vista a las lejanas montañas en el horizonte, nos instalamos en Patios del Cafayate. El establecimiento está contiguo a la bodega El Esteco, propiedad del grupo Peñaflor (y que en Uruguay representa Soldo Hnos). Su planta industrial es de gran tamaño y los viñedos que la abastecen cubren 600 hectáreas, todas con irrigación por goteo. Su línea de vinos Don David es la que más conocemos.
Al día siguiente tocó el turno a Bodega Piatelli, también grande y muy moderna, con una arquitectura de estilo californiano, propiedad del magnate americano John Malinsky. La degustación, al igual que en todas, comenzó con el clásico Torrontés, una variedad autóctona del Norte Argentino, que nació hace más de un siglo, por una hibridación natural y espontánea de la Moscatel de Alejandría y la Criolla Chica. Esta conjunción propiciada por la madre naturaleza, le dio su encantador carácter floral, tan típico y encantador.
De menor tamaño y al estilo de bodega boutique, visitamos San Pedro de Yacochuya y Domingo Molina. En ambas fuimos atendidos por sus dueños. Marcos Etchart en la primera, sencillo, austero, con sombrero gauchesco y sin guion, nos esperó para contarnos la historia de su padre don Arnaldo y la de Michel Rolland, un joven enólogo francés que llegó invitado en 1988, para entre ambos crear el Yacochuya, uno de los tintos salteños más conocidos en el mundo entero.
No muy lejos queda la bodega de los hermanos Domingo Molina, donde fuimos atendidos por Rafael, agrónomo de profesión quien contó la historia familiar, mientras nos invitó a pasar a la bodega a probar del tanque los vinos de las dos últimas cosechas.
Ni que decir de la gran curiosidad que nos animaba por probar su Tannat de altura, tal como hicimos en las otras bodegas. Sabrosos todos y de taninos redondos, difieren de los uruguayos, por el clima tan seco y soleado: en Salta sólo llueve en diciembre y enero, apenas unos 300 mm por año.
Tres días en Cafayate fueron pocos e intensos. Hospedarnos en Patios es volver al pasado. Una construcción colonial, blanca, con patios interiores cargados de cítricos que invaden la llegada con sus aromas de azahares.
La estufa encendida atrae a los huéspedes al atardecer y no falta una copa de vino blanco para compartir y brindar con turistas que llegan de todas partes. Una de las regiones más altas y lejanas del mundo deleita con sus exóticos y exquisitos vinos.
Continuará...
Es Ingeniero químico y experto en vinos. Su pasión lo ha llevado a visitar terruños, descubrir cepas y probar las más variadas etiquetas.
Es fundador de Catadores. Escribe y enseña con el mismo placer que degusta un vino desde hace más de 25 años.