Convivencia emocional: Fracaso o aprendizaje

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Fanny Berger propone que ante un error, dejemos el camino de la frustración y optemos por el del aprendizaje, ver qué podemos hacer para mejorar

Todos, en mayor o menor medida, tenemos miedo a equivocarnos, a fracasar. En algunas personas ese miedo es intenso y en otras es más leve, pero lo importante es que en ambos casos lo pueden enfrentar. Esto depende de distintas causas congénitas que traemos del nacimiento; hay bebes, niños y adultos que tienen tendencia a generar ansiedad y entre ellos puede aparecer el miedo al fracaso.

También observamos que hay estilos familiares donde prevalecen las exigencias y las críticas que crean dicho temor y/o ayudan a aumentarlo.

Mas allá de las variadas causas, lo importante es cómo gestionamos los miedos, es decir, cómo lo enfrentamos y qué aprendemos de nuestra propia experiencia.

En primer lugar el temor al fracaso se alimenta de pensamientos negativos, fatalistas y catastróficos que impiden ver que se puede hacer las cosas en forma distinta. Estos pensamientos y creencias limitantes son los que impiden ver las posibilidades de cambio.

El pensamiento fatalista es aquel que acepta todo lo que sucede sin posibilidad de mejorar o cambiar, porque lo cree determinado por el destino. "Esto es porque nací en tal familia", "no fui a determinada escuela", "crecí en determinado país", "no tengo suerte", "la desgracia es por el mundo exterior y no puedo hacer nada”, “los otros siempre se equivocan”, "la gente es envidiosa”, etc.

El pensamiento catastrófico ve solo acontecimientos que tienen consecuencias espantosas, se centra siempre en lo peor de lo peor; todo es peligroso, se anticipa y se espera una catástrofe. Si les duele el estómago tienen miedo de ir al médico porque sospechan que puede ser un tumor maligno, si una vez cometen un error piensan que siempre será así. Son pensamientos que blindan la posibilidad de mejorar.

Tanto el pensamiento fatalista como el catastrófico son limitantes porque no ven posibilidad de cambio.

En segundo lugar, tenés que sentirse merecedor del éxito.  Alcanzo lo que quiero, por lo tanto siento placer y gratitud por lo que soy y tengo. Muchas veces las personas que no se sienten merecedoras se autosabotean, se sienten culpables de lo bueno que les sucede y no pueden sostener lo que logran.

En tercer lugar, para tolerar la frustración de la vida diaria hay que sentirla, conectarse con ella y luego ver alternativas para superar lo que nos frustra. La frustración es muy parecida a la rabia: cuando queremos algo que no alcanzamos nos llenamos de bronca porque no toleramos lo que nos sucede. Muchos niños sobreprotegidos, con padres complacientes generan adultos con baja tolerancia a la frustración. Ante el primer error desisten, se llenan de ira, se paralizan o presentan conductas agresivas y explosivas. Hay personas que no toleran la mínima frustración, no intentan o se desbordan por el miedo, se desconcentran y cometen errores por ansiedad.

Aprender es adquirir conocimiento de algo por medio del estudio, el ejercicio o la experiencia. El aprendizaje es el proceso a través del cual se modifican y adquieren habilidades, destrezas, conocimientos, conductas y valores. Esto se produce como resultado del estudio, la experiencia, la instrucción, el razonamiento y la observación.

Cuando vos cometes un error, tenés dos opciones: ver qué podes hacer para mejorar o hundirte en la frustración. En la última situación sufrís porque no sos consciente que podes cambiar tu vida.

Ante una misma situación o te llenas de pensamientos limitantes y frustración o aceptas tu parte, aprendés cómo cambiar y te adaptas. Depende de qué camino elijas.

conocé a nuestra columnista
Fanny Berger
Fanny Berger

Es psicoterapeuta gestáltica. Se dedica niños, adolescentes y adultos, y trabaja en el apoyo de padres. Implementó “terapia de alcance breve”, que en cinco sesiones trata temas concretos. Es conferencista y escribió varios libros.

Podés contactarla en su web, página de facebooko a través del teléfono celular 099 289 282.

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