Realeza
El evento iba a marcar un antes y un después para la futura reina, pero un problema con su tiara puso en alerta a todos.
La reina Isabel no parece ser una persona supersticiosa. Uno de los recuerdos de su propia boda refleja un carácter racional respecto de ciertos hechos que otras personas podrían considerar como señales de un futuro problemático. Se trata de la historia de la tiara que la monarca usó para su boda con Felipe hace más de setenta años.
Formada por más de una decena de flecos de diamantes, la reina madre le prestó la valiosa tiara a su hija, por entonces la princesa Isabel, para que la luciera en su casamiento en 1947. Pero no todo resultó perfecto durante el gran día debido a que dos horas antes de la ceremonia el tocado se partió en dos y en el palacio real hubo nervios y enojos. Cuentan que la reina madre se molestó. “Todavía tenemos dos horas y hay otras tiaras”, le dijo a Isabel.
Por suerte, se trataba de una boda única por lo que la gente de Garrard, la joyería de la casa real, se encontraba ahí mismo como parte del equipo de estilistas de las royals y de inmediato se dispuso a repararla en su taller. Escoltado por la policía, un joyero la soldó de la manera más rápida y prolija que pudo y la pieza llegó justo unos minutos antes de que comenzara la ceremonia.
Los rumores que surgieron en aquel momento responsabilizaron al peluquero por el accidente y la versión se terminó convirtiendo en la explicación oficial. Sin embargo, en 2018, mientras la reina y Kate Middleton recorrían una muestra del vestido de novia que usó la duquesa en 2011, Isabel le contó a la esposa de William la verdadera historia del “desastre” sucedido con la tiara el día de su boda. “No sabía que la pieza había sido un collar y sin querer toqué el broche que unía las partes. Pensé que la había roto para siempre. Me sentí bastante alarmada, pero afortunadamente pudieron arreglarla a tiempo”, narró en ese momento.
La tiara es un regalo que la reina madre recibió de su suegra y que, en realidad, era un collar. Aparentemente, a María le gustaba personalizar sus joyas por lo que le pidió a su joyero que lo recreara como tiara. Hoy, la pieza permite aprovechar sus dos usos. Solo la reina Isabel, su hija Ana y la princesa Beatriz la han utilizado.