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“Los estereotipos de género no son poca cosa, ya que propician la desigualdad e instalan patrones que siguen reafirmando el machismo”, afirmó el periodista tras denunciar lo que vio en el restaurante.
El periodista también contó que al salir del bar le comentó a un amigo las sensaciones que experimentó tras ver las inscripciones de los baños, aunque éste las minimizó. No conforme con esa respuesta, consultó con dos especialistas en feminismo sobre la decoración que suscitó la polémica.
“Coincidieron en que fomentar ideas erróneas sobre las mujeres y sus capacidades nada tiene de gracioso, ya que ningún estereotipo lo es. Todo lo contrario, se acepte o no, promueve la violencia de género, que en principio solo puede ser la de un mal chiste, pero que si se tolera —como se ha tolerado— lleva al femicidio”, explicó Arreola.
A continuación, incluyó una imagen en la que se expresaba la definición de micromachismo de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). “Son pequeños gestos sexistas o machistas, algunos de ellos muy sutiles, que ayudan a perpetuar roles de género, machismo, violencia suavizada contra las mujeres”, añadió el joven mexicano.
“No llamaba la atención en los años 70 que los medios difundieran anuncios comerciales con frases como sea mujer para que su marido le compre una lavadora. Desde hace algunos años las cosas son distintas. Las personas conscientes ya no toleran la publicidad machista”, reflexionó.
En ese sentido, recordó que en 2014 hubo una petición de change.org que obligó a la Cervecería Cuauhtémoc a retirar una campaña publicitaria basada en estereotipos de género. “Sin duda ofendían a las mujeres los anuncios que terminaban con estas palabras: "Es fácil ser hombre. La creatividad machista la aportó la agencia Olabuenaga”, dijo.
“Espero que entiendan su error quienes administran el restaurante Casa Ó, en el que no volveré a desayunar”, aseguró Arreola. Y concluyó con un párrafo un tanto más irónico respecto de su opinión sobre el restaurante. “¿La calidad de los chilaquiles en Casa Ó? Regular. ¿La papaya? No le agradó a mi acompañante, un culto y respetado hombre relacionado con los negocios y la vida comunitaria. ¿El café? Pésimo. ¿El servicio? Excelente”, cerró el periodista.