Por Sofía Solari Adot
Un colibrí revolotea en nuestra ventana desde hace ya varias semanas.
La primera vez que escuché hablar de la leyenda del colibrí fue aquella temporada que vivimos entre los eucaliptos de un bosque en Solís, Maldonado. Muchas tardes, los integrantes de las casas rodantes y Motorhomes nos reuníamos para conversar y compartir. Recuerdo que en aquella ronda estaban nuestros queridos vecinos Guillermo Y Karina. Con ellos, habíamos “pegado onda” -como se dice- enseguida. Guille se sentaba, de piernas cruzadas, pancho en su sillita, a leer u observar a las ramas crujir en el fuego mientras Kari tejía a crochet. Desde su traffic convertida en un motorhome muy al estilo Pinterest, se los escuchaba conversar a toda hora. A Guille le faltaba un año para jubilarse del negocio familiar en el que trabajaba y en el cual se sentía un poco estresado. Sin embargo, allí, su sonrisa irradiaba paz y su caminar, la pausa del equilibrio emocional.
¿Conocen la leyenda guaraní del colibrí? En esa ronda, la dulce y enérgica voz de Kari la narró así:
“Cuenta la leyenda que la muerte no es el final de la vida, ya que el hombre, al morir, abandona el cuerpo de la Tierra, pero el alma continúa su existencia. El alma se desprende y vuelve a ocultarse en una flor a la espera de un mágico ser. Entonces es cuando aparece el mainimbú -el nombre guaraní del colibrí-y recoge las almas desde las flores para guiarlas amorosamente al Paraíso. Esta es la razón por la que va de flor en flor. La leyenda también cuenta que, si un alma ha partido y un colibrí se te presenta, es tu ser querido diciéndote que está bien. En los Andes, esta ave es el símbolo del renacimiento”.
Una mañana fresca de verano, Kari toca desperada la puerta de nuestro motorhome. Guille no respondía. Un ACV dijeron los médicos. No puede de ser cierto, repetía Kari. Cuando Guille se jubile vamos a cumplir el sueño de viajar, desayunar frente al mar, ser libres, conocer el mundo, olvidar las rutinas, estar sueltos, reír juntos sin más.
Un colibrí revolotea en nuestra ventana desde hace ya varias semanas.
Es Guille, decimos todos al unísono. Él nos recuerda que hay que disfrutar hoy cada momento de nuestra vida y apreciar las cosas que amamos.
No postergues más.
Sofi Solari Adot
Sofi es escritora y mamá de Olivia y Simón. Tiene una vida sobre ruedas junto a su familia @losfeippe. Es autora de la novela autobiográfica “No siempre fuimos nómades” y dicta el taller on line “Las palabras también importan”.
Podés seguirla en Instagram como@sofisolariadot y @losfeippe