Bienestar
Ansiedad, hambre emocional, bulimia o anorexia: relaciones tóxicas con la comida en la cuarentena.
La actual cuarentena puede poner en evidencia, o agudizar, los trastornos alimenticios que miles de personas viven hoy en el mundo. R
Comprar comida en grandes cantidades –para tener que salir menos o por el temor a la escasez de algunos productos– es una de las primeras acciones instintivas en una pandemia, pero, para una persona con trastorno de conducta alimentaria (TCA), vivir estos días de confinamiento con una heladera más llena de lo habitual o con una alacena hiperabastecida puede resultar una verdadera tortura.
Tener la garantía de no morir de hambre no siempre se traduce en bienestar mental. Y el abanico de posibles afectaciones comportamentales es amplio. El verse rodeado de mucha más comida en un contexto de incertidumbre y ansiedad puede disparar los ‘atracones’ o asaltos desenfrenados a la heladera entre quienes suelen tratar de calmar su estrés comiendo.
El comer no por hambre sino por ansiedad, o hambre emocional, es uno de los TCA más extendidos en el mundo. Y desde el Instituto Europeo de Psicología Positiva explican que las personas que se levantan una y otra vez para picar algo –o para comer en grandes cantidades– no es que tengan una necesidad objetiva de alimentarse, sino que tratan, inconsciente y compulsivamente, de calmar con estas ingestas algo que las está perturbando, que las tiene inquietas.
“La persona come porque esto hace que se sienta bien a corto plazo, ya que el acto de comer libera numerosos neurotransmisores, como la dopamina, que nos hacen sentir placer”, explican desde el citado instituto. Pero, añaden, el asunto se vuelve un círculo vicioso sin fin, porque esos alivios momentáneos no resuelven las causas objetivas de la angustia o ansiedad que esa persona está sintiendo.
“Los TCA son multifactoriales, y si hay un desencadenante, un ‘agresor’, me voy a descompensar”, advierte sobre los trastornos alimenticios y el periodo de cuarentena actual Katherine Henao, docente de la Facultad de Ciencias de la Nutrición y de los alimentos de la Universidad CES en Medellín.
La especialista señala que una situación como el confinamiento puede aumentar la posibilidad de hospitalización de quienes los sufren. “Los pacientes tienen más tiempo para pensar y para sus propios miedos. Pero también se enfrentan a que sus cuidadores, que también afrontan miedos sobre lo que está pasando, se tornen más irritables o menos pacientes a la hora de ayudarles”, explica.
Cuarentena y comida
Sufrir por tener acceso a la comida es un trastorno mental. Y si bien en los primeros años de vida de un ser humano los médicos pueden registrar la falta de apetito como un trastorno alimenticio, este tipo de patología se desarrollan con más fuerza en la adolescencia y afectan más a mujeres que a hombres.
Lo que abre una pandemia es la posibilidad de descubrir casos de TCA que estaban encubiertos por la cotidianidad previa a la cuarentena. Olga Lucía Pinzón, nutricionista Ph. D. del Hospital Universitario Mayor Méderi, en Bogotá, explica: “Las personas con TCA tienden a aislarse, y algunas no son fácilmente detectables por las múltiples ocupaciones que hay en vida cotidiana. Pero ahora que estamos confinados, muchas de estas problemáticas podrían hacerse visibles y ser identificadas”.
Por otra parte, las personas diagnosticadas que estaban en procesos de recuperación antes de la cuarentena podrían enfrentarse a situaciones de riesgo o recaídas. “Por ejemplo, al escuchar en una videollamada comentarios sobre su aspecto asociados a la alimentación en la cuarentena”, agrega la doctora Pinzón.
Además, en tiempos de confinamiento y con una sobreexposición a internet, la ecuación entre comida y autoestima se descompensa fácilmente. “En la cuarentena estamos mucho más pendiente de las redes sociales, y eso crea mucha presión en las personas” por los estereotipos de físico y belleza que en estos escenarios se suelen manejar, dice Lina Noriega, nutricionista con máster en Nutrición y Metabolismo de la Universidad de Barcelona.
Para no hablar de las ‘dietas milagrosas’ que por estos días pululan en las redes, en vista de que mucha gente ha subido de peso por el sedentarismo y busca estas peligrosas ‘soluciones mágicas’.
Pero no todo es malo, dice Noriega: la cuarentena puede ser “una muy buena oportunidad para reconciliarnos con la comida sana”, la comida hecha en casa, y alejarnos de las comidas rápidas y los alimentos ultraprocesados.
Más que bulimia o anorexia
Aunque comer sin límite, inducir el vómito, tomar laxantes para impedir la absorción de la comida en el cuerpo, ingerir porciones extremadamente pequeñas de comida o reemplazar comida por agua son algunos de las conductas problemáticas en las personas con diagnóstico de bulimia y anorexia, estos nos son los únicos comportamientos patológicos que podrían manifestarse en medio de una cuarentena.
El profesor Jhon Jairo Bejarano, del Departamento de Nutrición Humana de la Universidad Nacional de Colombia en Bogotá, señala que la actual crisis sanitaria puede sacar a la luz personas que viven con una obsesión por consumir alimentos hipersaludables que, ante la amenaza de un virus global como el nuevo coronavirus, puede generar cuadros de estrés compulsivo con los microorganismos. “Podrían equivocarse en la limpieza y desinfección de muchos alimentos, sobre todo los frescos, usando agentes químicos más allá de lo normal”, advierte.
Este trastorno, conocido como ortorexia, podría ser uno de los que se disparen en medio de la cuarentena.
En resumen, un tiempo para ponerles mucha atención tanto a lo que comemos –algo vital para los seres humanos– como a quienes pueden estar necesitando más ayuda de lo que imaginamos con este tema bajo nuestro techo.