Para una mujer el crecimiento dentro del mundo laboral suele ser más complicado que para un hombre. Subir en jerarquía, despegarse de ciertos puestos y acceder a responsabilidades importantes no siempre es cuestión de mérito personal.
Esto se debe a sesgos y prejuicios culturales que se arrastran de generación en generación y que a veces son tan invisibles que pueden parecer inexistentes. Hay dos expresiones que explican estas barreras a las que se enfrentan las mujeres: techo de cristal y piso pegajoso.
Marilyn Loden y una opinión contraria durante una mesa redonda
El techo de cristal es una expresión que define las limitantes a las que se enfrentan las mujeres en sus ambientes de trabajo. No es una limitación explícita sino que son barreras invisibles que impiden que las mujeres suban en la escala jerárquica, asuman en puestos de responsabilidad y no desarrollen todo su talento.
En 1978 la activista y escritora Marilyn Loden participó en Estados Unidos de una mesa redonda con mujeres para debatir sobre los problemas de sus carreras laborales. Según ellas, no conseguían ascender por sus propias limitantes. Cuando habló Loden, discrepó y acuñó el término techo de cristal.
La frase quedó un poco olvidada hasta que en 1986 la retomó el Wall Street Journal en un artículo y el tema comenzó a ser foco de las políticas de igualdad de género.
Sesgos, prejuicios y el suelo pegajoso
El último informe sobre equidad de género del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) del 2020 arroja algunas cifras alarmantes.
La mitad de los hombres y las mujeres del mundo consideran que los hombres son mejores líderes políticos que las mujeres y más del 40% opina que ellos son mejores ejecutivos empresariales.
A nivel empresarial menos del 6% de los directores generales de empresas del índice Standard and Poor's 500 son mujeres.
El fenómeno que se describe como suelo pegajoso, en tanto, refiere a la dificultad que afrontan las mujeres a la hora de abandonar o delegar las tareas del ámbito privado y dedicarse exclusivamente a su desarrollo profesional.
Por esto las mujeres suelen quedar estancadas en empleos de menor calidad, medio tiempo y en algunos casos informales. Son trabajos que le permiten acceder a un ingreso mínimo y que les permite seguir manteniendo sus obligaciones en el hogar con la casa y los niños. Algo que a los hombres no les sucede.