Argentina enfrenta una encrucijada. No sabemos aún si se está ante un de punto de inflexión o de no retorno. Esa es la premisa de La útima encrucijada (editorial Planeta), el primer libro de Jorge Liotti, destacado columnista y editor jefe de la sección Política del diario La Nación.
Este ensayo recorre 40 años de democracia a través de un filoso análisis donde se articulan voces académicas e intelectuales —y donde no falta la crónica periodística— para preguntarse: ¿qué le pasó a la Argentina? ¿Por qué, teniendo los recursos, el país no ha vuelto a lograr un modelo productivo sustentable? ¿Existe acaso un “gen argentino” que lo explique?
En diálogo con El País, el periodista plantea que la encrucijada “está crujiendo” en este momento con el ascenso de Javier Milei a la presidencia, luego de la que fue, dice, la elección más importante en lo que va del siglo.
-¿Qué fue lo que disparó la idea del libro y su publicación en este momento que atraviesa Argentina?
-La publicación del libro empezó a gestarse en la pospandemia, a partir de observar un estado de evaluación social muy generalizado que reunía un gran desencanto por cómo estaba funcionando el país, por sus pobres resultados económicos. Una percepción que se reflejaba consistentemente en encuestas cualitativas a lo largo del tiempo, desde mediados de 2021 en adelante, en distintas mediciones de distintas firmas. A la vez, coincidían con una mirada de la dirigencia, de los sectores intelectuales y académicos en torno de la percepción de que la Argentina enfrentaba no solamente un problema coyuntural atribuido al gobierno actual -en ese momento el de Alberto Fernández o incluso al anterior de (Mauricio) Macri-, sino que había una percepción generalizada de crisis estructural, de cosas que no estaban funcionando hace mucho tiempo. Esa me parecía una mirada novedosa, porque siempre hay una tendencia a responsabilizar a quien está a cargo de la conducción del país en el momento. Y acá emergía algo mucho más profundo, más denso, de mayor significado, que fue germinando desde entonces y que terminó, de alguna manera, expresándose en términos electorales a lo largo del 2023. La elaboración del libro acompañó ese proceso, a partir de detectar inicialmente esa percepción social que a su vez coincidía con los 40 años de democracia. En general, los aniversarios redondos motivan una mirada revisionista. Y, naturalmente, acompañó la elección presidencial que yo califico allí como la más importante del siglo XXI para la Argentina. Estos elementos conjugados en un momento puntual -que era justamente el 2023-, parecían los elementos cruciales para tratar de establecer un diagnóstico de cómo llegaba a la Argentina a esa situación, a ese momento histórico, y por qué razones llegaba del modo en el que lo hacía.
-¿Cree que la elección pasada marcó una suerte de toma de conciencia de que la crisis se volvió “crónica”?
-Creo que la elección del año pasado reflejó este estado de ánimo e intentó dar una respuesta todavía dentro del sistema político y del sistema democrático a la enorme crisis que atraviesa el país. Más que crónica, yo diría que hay una sensación de crisis estructural, de base, de cuestiones que no tienen que ver solamente con los indicadores económicos coyunturales, sino con el funcionamiento del país. Sus limitaciones en materia de desarrollo económico, de identificar una matriz productiva después de muchos años en los que la Argentina va de un extremo al otro, de recomponer el deterioro de su entramado social muy, muy afectado, sobre todo a partir de la crisis del 2001-2002. Y también del bloqueo político que ha sufrido la Argentina, esta especie de invalidación entre los dos extremos: el kirchnerismo y el antikirchnerismo, que marcaron las dinámicas de los últimos 20 años. Me parece que la elección fue un reflejo y una búsqueda de alternativas por fuera de las dos opciones clásicas. El resultado fue mayoritariamente a favor de (Javier) Milei, pero también fue muy importante el nivel de abstención, incluso en las primarias el voto en blanco y nulo. Todas son expresiones de una sociedad que ya hace bastante tiempo venía buscando alternativas, cambiando su voto cada dos años, y que ahora entendía que tenía que dar una vuelta de página más profunda y más nítida.
-Como parte de su diagnóstico, habla de dos o tres generaciones que perdieron contacto con la formalidad desde todo punto de vista. ¿Qué falló para que esto pasara?
-Vamos por la tercera generación que ha perdido contacto con las estructuras orgánicas del Estado, del sistema laboral formal, del sistema previsional, del sistema impositivo, que ha configurado una sociedad basada en lo que se denomina “la economía popular”, que es la informalidad. Yo creo que es producto de que la Argentina, especialmente desde la crisis del 2001 -prácticamente lo que va del siglo XXI-, no ha logrado abordar sus problemas de fondo con resoluciones de fondo, sino que ha tendido a poner parches, a tratar de buscar soluciones coyunturales para ir ganando tiempo. Fue tendiendo puentes para salir del infierno, como le decía Néstor Kirchner, pero después, esos puentes no llevaron a una solución definitiva, a una tierra sólida. La Argentina se quedó a vivir en esos puentes temporales, coyunturales, que se fueron transformando en una nueva realidad. En el plano social, se recurrió a los planes de asistencia con un entramado muy importante -uno de los más relevantes de América Latina junto con el que desarrolló Brasil- que permitió no tener nuevas crisis de estallido social como en el 2001, pero que al mismo tiempo, no derivó en una transición hacia nuevos modelos productivos de trabajo, de reinserción de esa gente, y se terminó cristalizando en una nueva realidad cada vez más grande, canalizada a través de los movimientos sociales y la economía popular. Creo que esto es producto de haber cristalizado y consolidado mecanismos que estaban previstos para ser temporales, coyunturales, y que terminaron transformándose en una nueva realidad. La Argentina vive en una realidad de extremo coyunturalismo y eso le impide avanzar en la resolución de los problemas de fondo.
-¿Qué tiene que pasar para que esta encrucijada se transforme en un punto de inflexión, y no en uno de no retorno?
-Si nos encontramos en un punto de inflexión para volver a transitar una senda que la Argentina en algún momento recorrió, con una posibilidad de desarrollo económico, una verbalización de la idea de futuro, la expectativa de crecimiento, con una clase media importante y dinámica y una educación relevante- al menos a nivel regional-, o si estamos en un punto de no retorno, que significaría una declinación crónica; la respuesta se está elaborando en este momento. El primer dato es el resultado electoral porque determinó quién gobierna. Ahora, el gran dilema es qué rumbo toma y qué resultados se obtienen. El planteo de “última encrucijada” abarca estos años del mandato que ahora le corresponde a Javier Milei y qué resolución tiene. Desde mi punto de vista, si la Argentina no logra reencauzar en estos cuatro años esa senda perdida, va a ser muy difícil que pueda recuperar un poco el nivel de país que fue en un momento y será una tipología distinta, de un país más declinante. Hoy, lo que refleja este momento inicial del 2024, es mucha tensión entre el Gobierno y todo el sistema político e incertidumbre en el mundo económico. Está crujiendo la encrucijada en este momento, todavía sin resolución. Me parece que nos falta un tiempo todavía para saber si efectivamente se logró un resultado virtuoso o, si por el contrario, ha vuelto a generar una nueva desilusión para quienes votaron al Gobierno.
-¿Qué se puede esperar de este gobierno en relación con todo lo que se prometió?
-Es difícil de determinar porque está arrancando la gestión de Milei con muchas dificultades que eran previsibles dada su fragilidad política en términos de estructura, de poca cantidad de legisladores en el Congreso, la ausencia de gobernadores propios, con lo cual creo que estamos en una etapa de adaptación de las promesas de campaña a la realidad. Yo creo que el éxito de la gestión de Milei va a medir en primer lugar por su nivel de cumplimiento con el objetivo de reducir la inflación, de estabilizarla en números indicadores más normales, por fuera de lo que se dio el año pasado y de lo que estamos viendo en estos primeros meses. Todavía es un poco prematuro respecto de si Milei va a poder sortear este cuello de botella de la gestión, que es vital. Por cómo encaró su gestión, de alguna manera se jugó gran parte de su futuro en los primeros meses en aprobar la ley ómnibus que mandó al Congreso, en que prospere el decreto de necesidad y urgencia que firmó en la primera semana de su mandato. Es decir, poder lograr que lo que fue una carta de intención original se cumpla mayoritariamente. Me parece que (su éxito) depende de eso.
Perfil
Jorge Liotti (1969, Corrientes, Argentina) es licenciado en Periodismo de la Universidad del Salvador y máster en Estudios Internacionales de la Universidad de Birmingham (Gran Bretaña). Es profesor e investigador en la Universidad Católica Argentina, donde ejerció como director de la Licenciatura en Periodismo. Es columnista y editor, jefe de la sección Política del diario La Nación. Previamente trabajó en el diario Perfil y en la agencia de noticias DyN, además de escribir como corresponsal para los diarios La Repubblica (Italia) y El País (Colombia), y reportar para la radio SBS (Australia).
Elaboró el capítulo “The complex relationship between the Media and the Political System in Argentina: from cooption to Polarization, en el libro Media Systems and Communication Policies in Latin America, y participó de la redacción del Model Curricula for Journalism Education de la UNESCO. La última encrucijada es su primer libro publicado.