H. VAROLI / D. FRIEDMANN
Susana Dorado y su marido, Carlos Porta, se subieron al auto. Era el 14 de noviembre de 1971 y junto a su único hijo, Pablo, de 8 años, se iban unos días para afuera. En ese momento vieron que comenzaba la exhibición de helicópteros en Kibón.
Susana no quería bajar. Les recordó que el año anterior, en un evento similar, había fallecido Alejo Rodríguez, un paracaidista civil. Su marido y su hijo insistieron en detenerse unos minutos. Lo resolvieron del modo más democrático: votaron.
Ganó la opción de ir hasta la explanada de Kibón. Pocos minutos después, uno de los helicópteros perdió el control, luego de fracasar en un intento de trasladar un jeep. Se precipitó a tierra en llamas y prendió fuego a la otra aeronave.
"En cinco minutos mi vida se destruyó. Mi hijo murió en mis brazos", dijo ayer Susana a El País.
Ayer se cumplieron 35 años de la tragedia, en la que fallecieron 8 personas y 40 resultaron heridas. Muchos de ellos, como Carlos, el marido de Susana, sufrieron mutilaciones.
El accidente causó conmoción. Al día siguiente "El País" imprimió una edición especial, bajo el título "Tragedia en Pocitos". Sobre las 11 de la mañana de ayer, los familiares fueron a Kibón -como todos los años- para homenajear a sus deudos y pedir, una vez más, justicia.
También ayer, durante la comparecencia de la ministra de Defensa, Azucena Berrutti, a la Comisión de Defensa de Diputados, Javier García (Partido Nacional) planteó el tema.
El legislador solicitó a Berrutti que remitiera a la Comisión todo lo actuado por Defensa. "Dio la orden de inmediato de que se fotocopiaran todos los antecedentes y que se remitieran", dijo García a El País.
En ese momento no hubo actuación judicial, dijo Susana. Tampoco pericias forenses. Mucho menos explicaciones. A las 3 de la mañana del día siguiente, ella acompañó hasta el lugar a un contraalmirante y se sorprendió. "Habían sacado todo. No estaba ni el pedregullo quemado", rememoró.
A la OEA. Tras el retorno de la democracia en 1985 los familiares pidieron respuestas a los gobiernos de Julio María Sanguinetti y de Luis Alberto Lacalle. Al no obtenerlas, dijo Susana, decidieron hacer una denuncia judicial. Fue archivada en 2004 por el magistrado Juan Carlos Fernández Lecchini por considerar que había prescripto.
Es por eso que hace 15 días los familiares -nucleados en una asociación- decidieron presentar el caso fuera de fronteras y acudieron a la Comisión de Interamericana de Derechos Humanos de la Organización de Estados Americanos (OEA).
Si bien el escrito fue presentado por 16 familiares, lo hicieron en representación de todos los fallecidos y heridos.
VIDA "DESTROZADA". En los últimos 35 años los familiares pasaron del profundo dolor por las muertes y la dificultosa recuperación de los heridos, a la rabia por no tener respuestas.
Eso fue lo que planteó un grupo de ellos el 13 de junio en la Comisión de Defensa de Diputados. "Venimos aquí porque hemos transitado por diferentes ámbitos pero no hemos recibido respuesta de ninguna especie sobre nuestra situación", sostuvo en esa ocasión Elizabeth Iturrioz, cuyo padre sufrió una amputación de una de sus piernas. "Mi padre era policía. Estaba haciendo una guardia. Somos ocho hermanos. En ese momento la mayor tenía algo más de 30 años. Nos destrozaron la vida", dijo ayer Iturrioz al ser consultada por El País.
Su padre fue uno de los 24 damnificados que cobró una reparación. El 14 de mayo de 1973 se aprobó la ley 14.106 que en su artículo 102 establecía que la Armada indemnizaría a las víctimas, damnificados o causahabientes del accidente. Para ello, se dispuso una partida de hasta $ 75.000.000. Cuando fueron a cobrarla, dijo Dorado en la Comisión, les "apuntaron con armas".
Los familiares contaron que, aún en democracia, sufrieron situaciones complicadas. Iturrioz denunció que el 15 de noviembre de 2005 un grupo de familiares fue hasta la Plaza de la Armada con un pabellón patrio a llevar una corona de flores en homenaje al marinero Amaral, fallecido en el accidente. "No nos dejaron ingresar y además los fusileros navales nos apuntaron con sus armas", dijo en el Parlamento.
En esa ocasión, denunciaron también que en 2001 la empresa Sikorsky ("aseguradora") accedió a restos de las aeronaves accidentadas y a pericias efectuadas por dos militares. Reclaman obtener esos datos.
Cinco damnificados, que en el momento del accidente eran menores de edad, recurrieron a la Justicia de Estados Unidos. Tras varias apelaciones aún hay una causa abierta allí, dijeron familiares de las víctimas.
Mientras, algunos mantienen las esperanzas de lograr respuestas. Uno de los sobrevivientes dijo: "Creo que hay disponibilidad política para llegar a la verdad". (Producción: Federica Narancio y Caterina Notargiovanni)
Cómo ocurrió la tragedia
El accidente ocurrió el 14 de noviembre de 1971. Fue en la rambla de Pocitos, frente al Parador Kibón. Eran casi las 17 horas.
Ese día, como parte del 154 aniversario de la Marina de Guerra de la Armada Nacional, se programó una prueba sobre las posibilidades de los helicópteros en tareas de salvamento. El evento generó gran expectativa. Concurrieron cerca de 20.000 personas.
Un día después de la tragedia, El País publicó que uno de los helicópteros que se disponía a trasladar un jeep sufrió una falla mecánica. La fatalidad quiso que el jeep se estrellara contra las rocas arrastrando consigo al helicóptero, con tanta mala suerte que éste cayó sobre el segundo aparato que estaba allí pronto para hacer su maniobra.
Un periodista radial contó lo sucedido en una de las crónicas publicadas en esa época. "El jeep se balanceaba mientras se venía sobre las rocas. En un momento el helicóptero pareció perder fuerza porque el jeep pegó contra las mismas y el aparato cayó sobre el otro que estaba con las aletas funcionando. Uno de ellos comenzó a incendiarse y poco después tomó fuego el otro".
Hubo ocho personas que murieron y 40 que resultaron con lesiones graves.
La cifra
20.000 - Es la cantidad de personas que miraban la exhibición de la Armada, según publicó El País al día siguiente del accidente.
Yo lo viví
Forteza: "Me desperté con un brazo amputado"
Alberto Forteza tenía 12 años cuando fue a Kibón a ver la exhibición de los helicópteros con un amigo.
Se sentó a unos 60 metros de donde se desarrollaba el evento. "En un momento me quise ir. Me di vuelta y después de eso no recordé más nada. Cuando desperté en el hospital tenía el brazo derecho amputado", dijo.
Su recuperación fue "lenta y dolorosa". Durante el tiempo que estuvo sin un brazo ortopédico se cubría los hombros con una campera para disimular.
Forteza nunca recibió una indemnización por los daños morales y físicos que le produjo el accidente. Solamente le cubrieron los gastos para ir a Estados Unidos con su madre y ponerse una prótesis. También le ofrecieron a los 18 años un puesto en la Armada.
Hoy Alberto es creati- vo publicitario y un buen trompetista de jazz y rock. Ha tocado con artistas como Charly García y Juanse.
Cámera: "Mi hermana vio una persona decapitada"
"Yo estuve cuando empezaron a levantar el jeep. El helicóptero se desestabilizó, el jeep se cayó y empezaron a saltar los pedazos", recuerda John Cámera, un lector de El País Digital, que en aquel entonces tenía 3 años.
Cámera estaba en Kibón con sus dos hermanos y su padre. Habían ido especialmente para ver las maniobras de los helicópteros. "Cuando se produce el accidente mi padre nos agarró y empezó a correr. Se me voló un gorro que llevaba puesto y quise agarrarlo. Mi padre me tomó tan fuerte del brazo que seguí corriendo. En ese momento mi hermana, que es mayor que yo, vio que un aspa del helicóptero decapitaba a una persona".
Su hermana quedó en estado de shock. Las noches siguientes no podía dormir. Para él no fue tan traumático, dice, tal vez porque no vio lo mismo. Sí sabe que el accidente estuvo en la mesa familiar durante varios días.