Ana María Abel
Lic. Ciencias Familiares
En una reunión entre amigas salió la conversación acerca de cómo hoy existen parentescos que aún no tienen nombre. ¿Cómo se llama la nueva esposa del padre de la madre de un chico? ¿Y los medio hermanos del marido de la madre? ¿Y el tío del hijo de la mujer del padre? En la práctica esas nuevas relaciones existen, son nuevos vínculos que van ganado espacio en los álbumes familiares pero no tienen nombre. Lo que ya posee denominación en el catálogo de patologías, son las complicaciones psicológicas que estos forzados parentescos provocan en las personas.
Sin caer en el "todo cambia" del filósofo griego Heráclito de Éfeso (544 AC a 484 DC) ni en el inmovilismo de su contemporáneo Parménides (540-570 AC); sin coincidir intelectualmente con la afirmación del poeta Jorge Manrique (1440-1479) de que "cualquier tiempo pasado fue mejor", no podemos negar que el mundo en que vivimos cambia y la sociedad en que transcurre nuestra vida no es estática.
Catalina Wainerman, socióloga argentina y doctora en filosofía, asegura que los últimos cambios sociofamiliares provocan modificaciones en la estructura funcional de la familia hasta el punto de generar verdaderas crisis. Ha investigado sus orígenes y llega a la conclusión de que los cambios ocurren al impulso de pseudovalores entronizados por el individualismo y de una mal entendida libertad que consagran el derecho de priorizar el yo salteando el respeto por el orden natural.
Dora Davison, también argentina, médica y terapeuta familiar, preside la Fundación Familias S. XXI, entidad sin fines de lucro que provee asistencia psicológica y redes de apoyo a los grupos familiares que se forman a partir de una nueva relación de uno de los progenitores o de los dos.
Davison comprobó la urgencia de intervenir profesionalmente en esas familias pues a la corta y a la larga acarrean problemas en los hijos.
En esas situaciones puede ocurrir que, ambos adultos quieran imponer sus propios criterios de crianza y las relaciones asemejen un campo de batalla. Según la especialista, en la familia tradicional solo hay dos adultos en función parental: el padre y la madre. Y en una familia ensamblada hay como mínimo tres; padre, madre y padrastro o madrastra. Si a esto se agregan los abuelos, tíos y padrinos que desean ayudar, es fácil darse cuenta que la estructura y dinámica de esas familias en muy compleja. En esas familias las relaciones no se dan espontáneamente y lleva entre cuatro y cinco años lograr que el grupo familiar se estabilice y aparezca el tan necesario sentido de pertenencia.
Los factores que Davison señala como causantes de que no se logre nunca una identidad familiar son: que los padrastros o madrastras asuman el rol de padres o madres sustitutos de una manera impositiva, hablar mal del progenitor ausente delante de los chicos o que el natural primer rechazo de los hijos a quien no es biológicamente su progenitor, éstos lo tomen como una cuestión personal. flia@iuf.edu.uy
Niños que leen.
Un estudio de la Universidad de Northern (Colorado) señala que escuchar un cuento en voz alta todos los días, ayuda a los escolares a permanecer más minutos leyendo en silencio. Si quien lo lee lo hace con una entonación adecuada, motiva en los niños el gusto por la lectura.