125 años de Juana de América

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Juana de Ibarbourou. Foto: Archivo El País

Escandalizó a Caronte y creó leyendas como una mujer irreal. La vigencia de una poetisa que pasó sus últimos años recluida.

El próximo miércoles 8 de marzo se cumplirán 125 años del nacimiento de Juana de Ibarbourou. La fecha coincide con el Día Internacional de la Mujer; bien podemos decir que es una feliz coincidencia.

Juana fue una gran mujer que logró muy tempranamente lo que siempre ambicionó: ser una escritora famosa. En 1919, con su primer libro, Las lenguas de diamante, de poesía audaz y transgresora, deslumbró al mundo de habla hispana. Con su belleza y talento cautivó a los poetas de su tiempo.

"[…] Me ha sorprendido gratísimamente la castísima desnudez espiritual de las poesías de usted, tan frescas y tan ardorosas", le escribió Miguel de Unamuno, luego de leer Las lenguas de diamante.

La propia Juana le había mandado el libro al filósofo y poeta vasco, a Salamanca. ¿No era una audacia de Juana enviarle a Unamuno su libro y pedirle una opinión? Sin dudas que sí. Era también su forma de plantarse ante la vida. La carta de don Miguel resultó profética y no fue un cumplido: "Claro que en sus poesías hay desigualdades. […] Lo que sí creo es que debe dejar usted las tristezas para cuando estas lleguen, que desgraciadamente, teniendo como usted tiene un alma sensible y hasta ardiente, le vendrán".

La respuesta de Unamuno y un posterior comentario que el escritor español escribió en el diario La Nación de Buenos Aires, fueron el comienzo de su éxito. Diez años después, el 10 de agosto de 1929, fue consagrada Juana de América en una ceremonia en la que recibió honores de jefe de Estado. Para entonces sus poemas La higuera, La hora, Rebelde y Vida garfio, entre otros, eran recitados en las escuelas y liceos de ambas márgenes del Río de la Plata. Una pueblerina que sedujo a Hispanoamérica.

Simplemente Juana.

¿Cuándo podemos decir que un artista ha calado hondo en la gente? Cuando solo al pronunciar su nombre de pila todos reconocen de quién hablamos. Eso sucedió con Juana desde que fue coronada reina de América.

Juana nació el 8 de marzo de 1892 en la villa de Melo. Allí se encuentra, hoy transformada en museo, la que fuera su casa, ubicada en la calle Treinta y Tres 317. La propiedad atesora muebles y objetos que pertenecieron a la poetisa.

Su padre, don Vicente Fernández, fue un criador de gallos de riña. Su madre, Valentina Morales, ama de casa. No fue feliz su infancia. Su padre, tenía dos hogares simultáneos. A pocas cuadras de su casa convivía con otra mujer y tenía otros dos hijos. No obstante, la propia Juana pintó en 1944, con Chico Carlo, desde un presente de soledad, una niñez soñada y un Melo de ensueño.

En 1914, y con 22 años, se casó con el capitán del Ejército Lucas de Ibarbourou, y se marchó de Cerro Largo. De su marido tomó para siempre el apellido. En 1916 nació su único hijo, Julio César.

El precio de la gloria.

Juana ambicionó siempre la gloria, pero nunca había soñado con llegar tan lejos. Tampoco imaginaba el precio que pagaría por tanta popularidad. La fama no solo le trajo el afecto de sus compatriotas y la admiración de figuras como Federico García Lorca y Juan Ramón Jiménez, que la visitaron en su casa en Montevideo, sino también dolor e incomprensión.

La violencia de género, ejercida por su marido primero y por su hijo después, fue una de las contracaras de su talento. El éxito descomunal de sus primeros libros pagó como precio el flagelo de la adicción a la morfina y la soledad.

Las lenguas de diamante, El cántaro fresco (prosa) y Raíz Salvaje la consagraron. Siguieron La rosa de los vientos en 1930 y en 1934 Los Loores de Nuestra Señora y Estampas de la Biblia. Por estos dos últimos recibió furibundas críticas que llegaron a calificarla de mística delirante. Había cometido el pecado de expresar su fe católica en un país anticlerical. Volvió a publicar poesía en 1950, con Perdida.

Su verdadero amor.

En 1942, Juana enviudó. Y en 1947, conoció a su verdadero amor. Fue el médico argentino Eduardo De Robertis, exiliado en Montevideo durante el gobierno de Perón.

De Robertis la rescató de un infierno de barbitúricos y morfina. Juana tenía 60 años; él veintidós años menos, estaba casado y tenía dos hijos. Lo que De Robertis significó para Juana, ella misma lo contó en varios poemas contenidos en el libro Romances del destino.

Encerrada en su casa de la avenida 8 de Octubre, sufría la indiferencia y las críticas maliciosas de varios de los integrantes de la Generación del 45. Aun así, escribía y publicaba en el exterior y en las universidades más prestigiosas de Europa y Estados Unidos, su obra era —y es— estudiada.

Ver el mundo a través de una ventana. Ésa era su rutina.

"Simultáneamente, me han llegado cuatro invitaciones para viajar: Madrid, Galicia, Colombia e Israel", le escribía, en noviembre de 1962, al periodista Hugo Petraglia Aguirre. "Pero tú sabés que hasta la esquina de mi casa resulta lejana e inaccesible para mí. […] Mi destino será el mundo a través de los vidrios de mi ventana".

En 1975, la dictadura que encabezaba Juan María Bordaberry le otorgó la medalla Protector de los Pueblos Libres, General José Artigas; una condecoración infame e infamante que Juana, con 83 años, recibió bajo presión de su hijo.

Cuatro años después, en julio de 1979, murió. Tenía 87 años.

Juana de Ibarbourou. Foto: Archivo El País
Juana de Ibarbourou. Foto: Archivo El País

Los últimos años de su vida son un misterio. Su hijo le cortó los vínculos sociales que mantenía con un puñado de personas. En 1952, en una carta que le escribió a una amiga le pedía: "Di algún día a la gente, que así era Juana y así creó leyendas, dulces, malas o tontas, como una mujer irreal…"

Hoy, los manuscritos y originales de su riquísima obra y la mayor parte de su correspondencia personal se encuentran en los archivos de las universidades de Harvard y de Stanford. Allí donde solo se atesoran los documentos de los escritores más prestigiosos del mundo.

Película con Oreiro y Norma Aleandro.

A. L. R.

A 38 años de su muerte, “Juana de América” sigue siendo noticia. “Al Encuentro de las Tres Marías”, la novela de Diego Fischer que narra la vida de la poetisa, será relanzada en una edición especial el próximo miércoles 8 de marzo, cuando se celebrará el 125 aniversario de su nacimiento y el Día Internacional de la Mujer.

Esta edición estará limitada a 500 ejemplares y contará con una tapa dura.

También se aguarda que este año se comience a rodar una película sobre la vida de Ibarbourou, basada en el libro de Fischer. Detrás del proyecto resuenan los nombres del director argentino Marcos Carnevale, Norma Aleandro, Leonardo Sbaraglia y Natalia Oreiro. El cronograma de trabajo implicaría hacer rodajes en Montevideo, Melo, Buenos Aires y Boston.

El libro de Fischer describe los entretelones de una vida que si bien cosechó los mayores reconocimientos oficiales, tuvo una dimensión doméstica mucho menos feliz, que el biógrafo detalla y analiza. Muchos hombres ilustres le declararon su admiración a la poetisa, como Miguel de Unamuno, Federico García Lorca y Juan Ramón Jiménez, alentándola a seguir escribiendo. Fue así que se sucedieron sus libros, que la ubicaron como una de las grandes voces femeninas de la poesía latinoamericana. Pero como contrapartida, la creadora vivió luego una larga vida puertas adentro, en un ambiente doméstico signado por dificultades, que Fischer describe basándose en documentación de época.

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