Barreras que se tornan evidentes en una performance callejera

Espectáculo. El español Iñaki Mata presentó su obra ayer en Ciudad Vieja

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DÉBORAH FRIEDMANN

Varios miran extrañados, otros se ríen, algunos se asustan y no falta quienes se avergüenzan. Pero como el mismo artista dice "nadie es indiferente" ante el espectáculo callejero Barreras del español Iñaki Mata.

Personas de culturas distintas reaccionan de forma similar al cruzarse por la calle con una silla de ruedas "manejada" por un muñeco. "Hay un tiempo en que la gente trata de descubrir qué pasa. A los dos personajes los manipulo yo. A veces tardan en darse cuenta 40 segundos o dos minutos. Otros se van sin saber qué pasa", explica Mata a El País.

Eso había sucedido en sitios tan distintos como México, Asunción, Budapest, Lisboa o Madrid. Y también se vio ayer de tarde en la peatonal Sarandí de Montevideo donde Mata se presentó invitado por el Centro Cultural de España.

-¿Cómo es?, le preguntaba una mujer a su pareja.

-No lo entiendo. Ah... ya sé. El de la silla tiene sólo su cabeza, y las piernas debajo del muñeco que la empuja son las de él, le contestó. Y tenía razón.

Mata había incursionado con los títeres en sus años de estudiante y comenzó a dedicarse profesionalmente a ellos en 1987, cuando junto a un amigo crearon la compañía teatral Taun Taun, que realizó numerosas obras en salas.

Hace cinco años creó Barreras, su primer trabajo como solista de manera profesional, con el que desde hace dos años recorre el mundo.

El espectáculo es una "invitación a la reflexión" sobre todo tipo de barreras, las sociales, arquitectónicas y hasta religiosas. "No quiero contar nada, quiero que la gente se ponga a pensar, que reflexione", explica.

Es que el protagonista es el público, aunque no lo sabe. "Voy por la calle andando y la reacción de la gente hacia el objeto y hacia el personaje es siempre una y siempre diferente en cualquier país que voy", señala Mata.

Ayer en plena Plaza Matriz le hacía señas a una niña que le decía que no con la cabeza. A los pocos segundos, un bebé en un cochecito le sonrió aunque no aceptó darle la galletita que comía. Dos jóvenes se corrieron entre risas cuando el personaje fue directo hasta el lugar donde estaban con su silla.

Minutos después cruzó Juan Carlos Gómez. Es evidente que el empedrado hace que no sea una tarea sencilla para alguien en silla de ruedas. Se detuvo en la mitad, pese a que venía un auto cerca. El conductor frenó, miró extrañado y como casi todos los que se toparon con la performance ayer, finalmente sonrió.

En la peatonal tenía casi 50 personas a su alrededor. A una chica le entregó por unos minutos el control con el que maneja los "gestos" que hace el muñeco. Persiguió a otras jóvenes, se detuvo a mirar a una pareja de ancianos y le hizo algún gesto casi a todo aquel que lo mirara. "El objeto, la silla de ruedas, tiene mucha importancia y su propia poesía. A mí me fascinó, no sé por qué. Sólo con contemplarla en determinados contextos ves una cosa o ves otra. Es como ver un libro, cada uno lo interpreta de una manera diferente", comenta Mata.

Su público ayer fue más que variado. Algunos pocos habían ido especialmente a presenciar la performance, pero la idea fundamental es la reacción de los que lo ven inesperadamente. Había ejecutivos que salían de sus oficinas, obreros que finalizaban trabajos en la zona, extranjeros que paseaban, madres que estaban en la plaza con sus hijos, personas de compras. Varios sólo miraron y siguieron de largo, algunos se detuvieron unos minutos a observar qué sucedía, pero otros lo acompañaron durante la media hora que duró Barreras. "La gente se ríe o se asusta. Pero mueve emociones. Y eso es bueno", dice.

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