RENZO ROSSELLO Y JAVIER LYONNET
La casona de Bulevar España y Paullier ya no existe. Obra emblemática y materia de leyenda urbana. Detrás de su demolición el ex intendente Mariano Arana ve una omisión de la Intendencia. Advierte, además, el auge de un "boom de la destrucción".
Durante casi todo el siglo XX el inconfundible perfil de la casona reinó sobre el ancho bulevar. El 2232 de Bulevar España ya no es más que escombros.
La casona del Parque Rodó no estaba en la lista de las obras arquitectónicas que deben ser protegidas a juicio del Instituto de Historia de la Arquitectura de la Facultad de Arquitectura. Sin embargo, la finca señorial era, a juicio del arquitecto Mariano Arana, una lección de la modalidad art nouveau de principios de siglo XX.
"Yo no puedo creer que no haya empresarios de suficiente sensibilidad como para saber que una obra de semejante porte lo puede prestigiar como empresa", comentó Arana a El País, aún en medio del asombro que le causó la demolición de la casona.
De todos modos, para el ex intendente es aún más incomprensible la actitud de la Intendencia de Montevideo. Arana señaló que tanto en este caso, como en el de la demolición de las "casas gemelas" de la avenida Ponce, obra de Román Fresnedo Siri, la comuna ignoró una resolución que fue adoptada en 2001, durante su titularidad en la administración.
"En 2001, habiendo asumido nosotros la titularidad del equipo de gobierno departamental consideramos que era imprescindible tomar una resolución que efectivamente fue aceptada en agosto de 2001, y que planteaba que todas las construcciones anteriores a 1940, y particularmente las situadas en avenidas, bulevares, o en ramblas debían tener una consideración especial", dijo Arana.
Esta resolución -que Arana asegura se ejecutó en varias ocasiones durante su jefatura- exigía que al presentarse una solicitud por demolición ante la Intendencia, el propietario debía adjuntar una fotografía nítida de 18 por 24 centímetros, tanto de la finca como del entorno urbano en que se encontrara la construcción.
Ese material, explicó Arana, es "para que quienes analizan los expedientes, que no es un funcionario cualquiera, no es el telefonista, o el cadete, son profesionales arquitectos".
En esa medida, Arana juzgó que casos como el de la casona no fueron sometidos a este mecanismo de protección. El ex intendente convino en que ello supone una omisión por parte de la comuna: "Yo creo que sí y quiero decirlo con todas las letras. Porque tengo el derecho de decirlo, ya no como arquitecto o exintendente, pero como ciudadano y más si somos profesionales, no sólo tenemos el derecho sino la obligación de que se nos den explicaciones claras y nítidas".
El exjefe comunal señaló que comenzó a observar con preocupación una serie de casos en los últimos meses que, estima, obedecen al boom de la construcción. "Un boom de la construcción que puede ser también el `boom de la destrucción`, sobre todo si no estamos todos alertados y los principales responsables para estarlo son, obviamente, las autoridades que delegan en algunos aspectos la confianza a quienes deben actuar de acuerdo a la normativa vigente", advirtió Arana.
Este impulso en el sector que ha llevado a varias demoliciones, pone en riesgo otras propiedades notables. Según datos que maneja el exintendente, la casa del arquitecto Ildefonso Aroztegui, ubicada frente a la Facultad de Arquitectura, es una de esas fincas en riesgo.
ATELIER ZULOAGA. Antes de pasar a una sociedad anónima la majestuosa finca estuvo en manos de los pintores José e Ignacio Zuloaga, que durante varios años tuvieron allí sus respectivos atelier.
"Yo tenía mi taller en esa casa, trabajé mucho allí, mi sobrino también", cuenta José Zuloaga (89).
"Era un palacio -recuerda el artista-, calcule que cuando sacamos el pararrayos tenía un platino en la punta que dio para la mitad de la compra de un coche".
La casona, recuerda José Zuloaga, fue adquirida por su hermano y luego heredada por su sobrino Ignacio Zuloaga. "Mi hermano se la compró a los monjes de Don Bosco. Cuando empezaron a buscar la llave mi hermano siempre me decía que había una pared de dos metros de alto, sobre tablas, donde estaban prendidas las llaves de casas donadas por creyentes", recuerda el pintor.
"Yo la disfruté mucho", cuenta Ignacio Zuloaga (56), "en el patio yo había unido siete u ocho dormitorios al fondo de la casa y tenía un atelier gigante espectacular, con vista a las palmeras". Para el artista que ahora reside y trabaja en La Barra el recuerdo del día que conoció la casa es imborrable. "La primera vez que entré estaba muy deteriorada, pero era una maravilla desde el punto de vista visual. Tenía todas las paredes pintadas con flores, muy descascaradas, todo muy corroído", recuerda Ignacio.
A poco de tomar posesión de la finca que había permanecido abandonada mucho tiempo -tiempo en el que generó la leyenda urbana por la que era conocida (ver nota aparte)- los Zuloaga remozaron la propiedad. Ignacio recuerda, sobre todo, el patio cubierto por una claraboya que abrían durante las noches de verano. "Quedaba toda la casa con una circulación a cielo abierto en el medio, lleno de plantas tropicales que teníamos con mi mujer, y como 15 peceras de peces tropicales iluminadas; una maravilla", recuerda ahora.
La propiedad fue vendida hace unos cinco años a una empresa que, recuerda Zuloaga, giraba en el ramo inmobiliario. Ignacio sospechaba desde entonces cuál sería el destino de la casona. El excesivo gasto que suponía el mantenimiento de la residencia la convirtió en prohibitiva para los Zuloaga.
"Yo tuve la opción de quedarme a vivir enfrente, en un apartamento, y le dije a mi mujer: no, Lourdes, esto lo van a tirar abajo y yo no voy a tolerar viendo la casa del lado de afuera y viendo cómo la sacan como una muela careada", dice.
Al igual que su tío, se enteró por los noticieros de la demolición. "No me arrepiento de haberla vendido, sí me duele que la tiren abajo", comenta por fin Ignacio, con cierta amargura.
Bienes protegidos
El Instituto de Historia de la Arquitectura del Uruguay, de la Facultad de Arquitectura de Udelar, elaboró una lista con 118 obras que a su juicio deben ser protegidas. De ellas, 62 están en Montevideo.
Las casas gemelas de la avenida Ponce, una obra del arquitecto Román Fresnedo Siri de 1946, ocupaba el segundo lugar de esa lista, pero fue demolida el 27 de mayo pasado.
Bienes inmuebles, espacios públicos o monumentos tienen dos mecanismos legales para ser tutelados o protegidos como bienes patrimoniales. El primero es la declaración de Monumento Histórico Nacional, que confiere el Poder Ejecutivo. El otro es la declaración de interés municipal, que confiere la Intendencia.
Además de estas normas, una resolución municipal de agosto de 2001 establece consideración especial para toda construcción previa a 1940.
Una casa envuelta en una leyenda
Ligada a su imponente arquitectura nació la leyenda que acompañó a la casona de Bulevar España y Juan Paullier. Para muchos, aquella era una "casa embrujada". De hecho, el programa Voces Anónimas, conducido por Guillermo Lockhart durante cuatro temporadas en Canal 12 le dedicó uno de sus episodios.
En aquel capítulo, titulado La sombra en la ventana, el propio Ignacio Zuloaga daba testimonio de la vida fantasmal de la casa.
La casona perteneció a Gerónimo Ithurralde, un próspero comerciante que se afincó en Parque Rodó a principios del siglo XX. Vivió allí con sus ocho hijos, siete varones y una mujer. Esta última, precisamente, fue quien sobrevivió a padres y hermanos y vivió allí hasta sus últimos días. Thula -así se llamaba la mujer- vivió en soledad acompañada de una veintena de gatos, a los que daba cobijo, alimento y agua. La leyenda, relataba el programa de Lockhart, comenzó a tejerse precisamente a su muerte. Fue hallada varios días después de su fallecimiento en el interior de la finca. Durante todo ese tiempo los gatos que había cuidado la mujer comenzaron a alimentarse de su cuerpo. Mucho después, se aseguraba que en las noches de tormenta se la veía tras las ventanas. Una aparición que, como conviene al linaje fantasmal, contó con algunos contados testigos.
"Nachito, la cosa está complicada, vámonos", contaba Ignacio Zuloaga en el programa, recordando cuando compartía la finca con su tío. "Se sentían ruidos de todo tipo", agregó.