Ana María Abel
Lic. Ciencias Familiares
Uno de los más profundos deseos del ser humano enraizado en su realidad existencial, es el de ser único, exclusivo. Cuando en alguna relación familiar alguien imagina o presiente que su monopolio peligra, aparecen los celos, una emoción tan natural como el odio o el amor.
En el Diccionario de la Lengua Española figuran como la sexta acepción en plural de la palabra celo. Se definen como sospecha, inquietud y recelo de que la persona amada pueda mudar su cariño poniéndolo en otra. Sin embargo el fenómeno celotípico es mucho más complejo que su definición académica. Haciendo asociaciones libres alrededor del término, aparecen conceptos como envidia, pertenencia, egoísmo, orgullo, susceptibilidad, desconfianza y muchos más.
Puesto que cada persona es única es lógico que la comunicación entre dos sea singular y exclusiva. Pero es científicamente falso que, cuando una persona tiene celos de otra, se debe a que la quiere mucho.
El psicólogo Peter Van Sommers considera a los celos como una emoción compleja que surge de un trastorno afectivo anormal. En el celoso la mayoría de las funciones psíquicas se alteran profundamente pero sólo en relación a esa emoción perturbadora, aunque conserva plena normalidad de criterio para los aspectos que no refieran a sus celos.
Aquilino Polaino-Lorente, catedrático de psicopatología, señala que la conducta del celoso se torna irracional y obcecada configurando mucho de la personalidad paranoide. Su inseguridad y desconfianza se manifiestan en reacciones de ansiedad y nerviosismo impredecibles con deseos de venganza. Analiza e interpreta equivocadamente las palabras y gestos de los demás buscando indicios que confirmen sus irreales sospechas.
¿Cómo afectan los celos al ambiente familiar? Si un marido o una hija están seguros del cariño que le tienen su mujer o sus padres, no experimentan celos o si asoman, saben ponerles nombre y controlarlos. De lo contrario, según el filósofo Kierkegaard las principales consecuencias son el duelo, la indignación y el miedo. Freud, por su parte, menciona el dolor, el odio y la pérdida de la autoestima. Otros autores subrayan el comportamiento ansioso con dependencia afectiva, la hostilidad que estalla en ataques de agresividad dirigidos contra el rival, la descalificación pública verbal de la persona envidiada, el hostigamiento irónico hacia la persona y hasta las denuncias ante la Justicia.
Para prevenir sus efectos a tiempo es importante detectarlos pues si los celos se instalan surgen reclamos desordenados y patológicos por su intensidad y por tener una causa infundada. Los celos transforman a quienes no han sabido dominarlos a tiempo, en enfermos psíquicos.
Dejar los pañales.
No existe una edad para dejar los pañales y cada hijo lo logra en diferente estadio de su crecimiento. Sin preocuparse, hay que ocuparse. La mayoría de los niños lo consigue entre los 18 y los 24 meses cuando ha desarrollado las habilidades físicas y cognitivas necesarias.
El regreso a clase.
Después de las vacaciones, dejemos participar a los niños de los preparativos del reinicio de las clases sin darles todo hecho. Es una manera de enseñarles a ser responsables de sus cosas y de que se hagan la idea de que terminan las vacaciones.