Una confitería en cuyas mesas se sigue escribiendo la historia

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Una dulce esquina: el establecimiento en sus primeros años. Foto: Oro del Rhin

Cuatro generaciones han sabido mantener el estilo del establecimiento.

El Oro del Rhin, emblemática confitería que se hizo famosa por introducir en Uruguay la refinada pastelería alemana, se prepara para celebrar sus 90 años. Es uno de los pocos establecimientos que sobrevivió a los vaivenes económicos y a los cambios de hábitos de los uruguayos.

En su esquina de Convención y Colonia, "el Oro" como se la llama comúnmente, impuso en las primeras décadas del siglo XX, los conejos y huevos de Pascua de chocolate, y estuvo en el ojo de la tormenta durante la Segunda Guerra Mundial. Hoy sigue siendo un punto de encuentro de los montevideanos y lugar de visita de los turistas extranjeros que llegan a la ciudad.

Inmigrantes.

Hermann Stahl tenía 19 años en 1923, cuando decidió, con un amigo, embarcarse rumbo a Brasil, escapando de la hiperinflación y la peor crisis económica que vivió Alemania hasta entonces. Stahl era oriundo de Heilbronn, una pequeña ciudad ubicada al sur de Stuttgart, donde había estudiado repostería. Su primera recalada fue en Santa Catarina, donde en aquellos años había una numerosa colonia alemana. Pocos meses después, al no adaptarse al clima del lugar, decidió seguir viaje hacia el sur y afincarse en Montevideo, mientras su compañero de travesía quedó en Brasil.

En Montevideo, Stahl se vinculó a una colonia de alemanes que residía en las proximidades del barrio Atahualpa. En una casa de la calle Américo Vespucio se instaló y allí mismo cocinaba pan y masas alemanas que, luego, cargaba en un gran canasto. Se trasladaba con él hacia Pocitos, donde vendía puerta a puerta sus productos aún tibios. Fue allí donde conoció a Bertha Weial, una compatriota que trabajaba como institutriz en la casa de una familia germano-uruguaya. No transcurrió mucho tiempo hasta que se casaron. Stahl, se empleó en la Confitería del Telégrafo y después como maestro confitero en La Americana. Durante un par de años, estudió y aprendió los gustos gastronómicos de los uruguayos.

Primer local.

En 1927 inauguró su primer local: una confitería que (seguramente por la predominante influencia francesa de aquellos años) bautizó Oro del Rhin, escribiendo Rhin en francés. Así quedó para la historia. No obstante, en su marquesina figuraba también el nombre en alemán "Konditorei Rheingold". Estaba en Sarandí 287 casi Pérez Castellanos y ofrecía servicios para los casamientos por civil.

Hermann cocinaba y Bertha atendía las mesas. Para entonces los hijos comenzaban a llegar: Hermann y Siegfried. El mayor murió en un accidente doméstico al año de edad.

Hermann y Bertha trabajaban día y noche. No tardaron en cosechar los frutos de su esfuerzo. En 1930, alquilaron el local de la calle Convención y Colonia, en cuyo subsuelo instalaron la planta de elaboración y su propia vivienda. En la superior estaba la confitería. El lugar era amplio y de nobles materiales. Había sido construido en 1923 por la empresa alemana Siemens. En un local contiguo, por la calle Colonia, funcionaba una librería y cuando ésta cerró, se instaló allí la rotisería Roberts, perteneciente también a un alemán.

En 1937, Stahl compró la planta y dos años más tarde adquirió los locales vecinos. El negocio marchaba a todo vapor. Su clientela se componía, desde los primeros tiempos, por inmigrantes de la colonia alemana y la colectividad judía. Sus especialidades más reconocidas eran la torta árbol, las palmitas alemanas y el strudel de manzana, productos que se siguen elaborando hoy con las recetas originales.

Espionaje.

El Oro del Rhin no fue ajeno a los acontecimientos políticos que, al promediar la década de 1930, prenunciaban el estallido de una nueva guerra en Europa.

Poco tiempo después de que Adolf Hitler llegara al poder, Stahl comenzó a escuchar por onda corta y, a través de Radio Berlín, sus ardientes discursos. Un día decidió sacar a la calle un parlante y difundir a todo volumen las palabras del Führer. La segunda vez que lo hizo, los estudiantes del vecino Liceo Rodó destrozaron a pedradas las vidrieras del local. No sucedió una sola vez. El hecho se repitió en varias ocasiones, hasta que Stahl colocó en la vidriera de la confitería un cartel que rezaba: "Estos cristales están asegurados contra cualquier clase de rotura por el Banco de Seguros del Estado".

Durante la Segunda Guerra Mundial, el Oro del Rhin fue el centro del espionaje y contraespionaje alemán, así como la Confitería del Telégrafo lo fue del MI6 Británico. Espías, informantes de los nazis y de los aliados se cruzaban en sus mesas. La confitería, el propio Hermann y su hijo Siegfried Stahl fueron incluidos en las llamadas listas negras que se confeccionaban en las legaciones de Inglaterra y Estados Unidos de Montevideo, y en las que figuraban cientos de alemanes o descendientes de alemanes que eran sospechados de tener simpatías hacia el régimen nacionalsocialista o hacia empresas que mantenían vínculos con la Alemania nazi. Luego de finalizada la guerra, debieron transcurrir muchos años para que la colectividad judía volviera al Oro del Rhin.

Hermann se jubiló en 1972. Le sucedió en la conducción de la empresa Siegfried, quien desde niño estuvo capacitándose en el arte de la repostería y en el manejo del negocio. Éste a su vez dispuso que sus cuatro hijos (Hermann, Verónica, Walter y Catalina) estuvieran desde pequeños involucrados en diferentes áreas del negocio familiar. Fue la manera de darle continuidad a una empresa que celebrará sus nueve décadas ininterrumpidas de labor.

Nueva generación.

Christian es la cuarta generación de Stahl, tiene 40 años y es hoy el responsable del Oro del Rhin. No solo de su local de la calle Convención, sino de sus tres sucursales en Montevideo. Tomó las riendas de la empresa hace cuatro años.

Christian afirma que el Oro del Rhin "nunca dejó de ser una empresa familiar" y sostiene que la clave de su permanencia y de su éxito estuvo en "adaptar al gusto uruguayo la repostería alemana".

Sabedor del peso de la tradición, atesora bajo llaves las recetas que crearon sus bisabuelos. "No solo importan los ingredientes, sino la forma y los pasos que deben seguirse en la elaboración de cada producto. Allí está el secreto", enfatiza.

Recuerda que el Oro del Rhin llegó a tener más de cien empleados en la década de 1970. Trabajaban en dos turnos, tanto en la planta de elaboración como en la confitería. Hoy suman 55 personas en los cuatro locales. Stahl reconoce que la inauguración del vecino Auditorio del Sodre acercó al local de Convención y Colonia un nuevo y numeroso público.

"Los días de concierto o ballet, hacen la previa aquí", dice. Para atenderlos, siempre están con una sonrisa Julio, Francisco, Sara y Fabrizio, los mozos que conocen no solo el gusto de sus clientes, sino que también dominan el arte de servir.

El Oro del Rin de Barcelona.

Dos años después de que se fundara el Oro del Rhin en Montevideo, surgió en Barcelona un establecimiento homónimo que se inauguró en 1929, junto al teatro Coliseum. La cafetería se hizo famosa en poco tiempo porque consiguió reunir en sus salones a gran cantidad de artistas, escritores, políticos e intelectuales, que se citaban para celebrar tertulias. García Lorca era uno de ellos.

Una vez terminada la guerra civil, el hombre se "españolizó" y pasó a llamarse Oro del Rin. Cerró definitivamente en 1969 y el local fue ocupado por una sucursal bancaria.

DE DÓNDE VIENE EL NOMBRE.

Urheingold.

El nombre de Oro del Rhin proviene de una ópera de Richard Wagner, la primera de las cuatro que componen el ciclo de El Anillo de los Nibelungos. Cuando Hermann Stahl fundó su confitería en 1927, optó por usar el nombre francés Rhin (del río Rin) en lugar del alemán Rhein, seguramente por la predominante influencia de la cultura francesa en aquellos años.

Pastelería.

El Oro del Rhin introdujo en Uruguay los populares huevos y conejos de Pascua, estos últimos tradicionales en Alemania donde se suelen regalar conejos de chocolate por la celebración de la Semana Santa. Otros productos como el strudel de manzana ("remolino" en alemán) también se impusieron en Montevideo desde la confitería de Hermann Stahl.

Recetario.

Christian Stahl, al frente de la nueva generación en el Oro del Rhin, no desconoce el peso de la tradición. Por eso, aún atesora bajo llaves las recetas que crearon sus bisabuelos. adaptando la respostería alemana al gusto uruguayo. "No sólo importan los ingredientes, sino los pasos que deben seguirse en la elaboración", enfatiza Christian.

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