Los corsos dijeron adiós sin carros alegóricos ni reinas

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El dragón que desfiló en este Carnaval por la Avenida 18 de Julio, modelado por el artesano Luis Levrero, fue el único carro. Foto: Marcelo Bonjour
Desfile inaugural de Carnaval 2018 por Av. 18 de Julio en Montevideo, ND 20180125, foto Marcelo Bonjour - Archivo El Pais
Marcelo Bonjour/Archivo El Pais

COLORES Y BULLICIO DEL VERANO

Mientras continúa el concurso de agrupaciones, la memoria aflora en las calles.

Con el corso de La Unión y Maroñas desarrollado anoche por la Avenida 8 de Octubre, pasó otra semana de Carnaval y de nuevo, como desde hace tiempo, se extrañaron los carros que servían para ocupar espacios vacíos entre los conjuntos y también a veces eran un espectáculo por sí solos o dejaron anécdotas memorables. En 1900, por ejemplo, José Belloni, que tenía 20 años de edad, fue convocado por la Comisión De Fiestas para ejecutar un carro alegórico pero no le salió todo bien.

El plástico tenía por antecedente su colaboración en el adorno de lanchas iluminadas en Suiza, para las fiestas venecianas. La obra carnavalesca que hizo para Montevideo resultó un fracaso por motivos que él confesó y se leen en cita de Juan Carlos Patrón.

"La falta de experiencia y desconocimiento del país me hizo incurrir en un error que habría de costarme mucho. Lo realicé en yeso. A pesar de los años, todavía me parece verlo. Era muy bonito. Consistía en una gran señora que hacía bailar muñecos. pero el continuo traqueteo en las calles empedradas hizo desmoronar gran parte de las figuras. La técnica que debía emplear (la que empleaban todos), consistía en realizar los muñecos no en yeso, sino con armazones de alambre o madera y revestirlos de papel y pintura. Una cosa completamente extraña para mí, que me decidió a no insistir en la realización de carros alegóricos, aunque participé en los diseños de muchos que desfilaron por los corsos oficiales".

Las bombitas coloridas entrecruzaron la Avenida 18 de Julio durante el desfile inaugural de Carnaval. Foto: M. Bonjour
Las bombitas coloridas entrecruzaron 18 de Julio en el desfile inaugural. Foto: M. Bonjour

En ese arte de los carreros, además de Belloni o el italiano Félix Morelli, no puede omitirse a Luis Alberto Fayol. Este pintor, egresado del Círculo de Bellas Artes en 1924, debutó en 1932 en la creación de carros alegóricos. Como artista dedicado al Carnaval trabajó tres décadas, en una tarea compartida con el muralismo y la escenografía. En su obra del ´32, el motivo central fue una gigantesca mujer de cartón que en la palma de una de sus manos debía sostener a una especie de mimo.

La falta de un profesional en el medio se resolvió a último momento gracias a la amistad de Fayol con el escritor Felisberto Hernández, quien lo acercó a uno de los amanuenses: el famoso psiquiatra Alfredo Cáceres. Este señor fue quien se subió al carro para gesticular y zambullirse con su arte improvisado en la "risa infantil perdida", entre Momo, Bergson y Freud.

En la lista de carreros que marcaron historia debe incluirse asimismo a don Santiago Valdés en el Buceo, a Ruben Chiodi en la Unión, o a Edgardo Rizzotto, un escenógrafo de la televisión oficial, ganador del último concurso de propuestas, que se hizo a fines del siglo XX, más concretamente en 1998, cuando sin embargo solo desfilaron dos carros, dedicados a las Reinas de Carnaval.

Ida y vuelta.

Entre marchas, contramarchas, desapariciones y retornos, en esa década de los ´90, aunque en un despliegue ajustado por el corsé de las finanzas, hubo carros destacables, por ejemplo en 1993, cuando ya no estaban los cables de los troles en 18 de Julio que durante décadas obligaron a realizar diseños achatados, de no más de 3 metros y medio de altura. Por entonces, cada carro, de unos 12 metros de largo, llegó a pesar 600 kilos y su costo rondaba los 2.500 dólares, todos realizados a lo largo de un mes en galpones de la Rural del Prado. La época de los carreros que preparaban su obra para concursar por cuenta propia, a pedido de empresas o de vecinos, ya había quedado en el fondo de la historia de las bacanales o saturnales, según se prefieran los festejos de los griegos o de los romanos.

En aquellos ´90, el apoyo comunal permitió reponer una experiencia de fines de los ´60, cuando en lugar de realizar concursos se había decidido pagar los carros y poner a disposición camiones, materiales, equipo electrógeno y los talleres para la construcción. Pero la paulatina reducción de la cantidad de carros aparecía como un fenómeno imparable.En realidad, la depresión comenzó a darse en coincidencia (o no tanta coincidencia) con la histórica detención en el barro de la pelota que pateó el campeonísimo Schiaffino contra el arco de los húngaros en el Mundial de 1954. Esa imagen, que ha sido convertida en metáfora para hablar del "parate" del Uruguay progresista, viene a cuento apenas se comparan cifras. En ese año, mientras fueron registrados 64 conjuntos a concurso y había 121 tablados, salieron solo 10 carros de sátira carnavalesca y 6 alegóricos de propaganda. Muy lejanos emergían el récord de 1906, cuando desfilaron 214 carros de los cuales 136 eran alegóricos, o el de1909, cuando de 322 conjuntos, 80 marcharon en carros alegóricos, justo un año antes de que el escultor italiano Félix Morelli se sumara a la lista de artífices de calidad, con carros que rememoraron pinturas italianas de principios del siglo XVII. El especialista en plástica Gabriel Peluffo recordaba sobre aquellos tiempos: "la fantasía clasicista, con sus caballos y mujeres grecorromanas, luego de haber poblado las pesadillas de nuestros abuelos, desfilaba en aquel corso junto al afrancesado biscuit rococó que envolvía la carroza del Marqués de las Cabriolas. A la par de este eclecticismo culto del carnaval, asomaban en otros carros y máscaras los fantasmas de la imaginería popular: demonios, ángeles y hadas parodiaron la vida cotidiana junto a la caricatura de papel pintado, que mostraba el filo crítico de su humor burlón. Mientras los dibujantes caricaturistas formaban un grupo restringido, la caricatura practicada en carros y cabezudos comenzó a ser un rito barrial, a veces anónimo".

Cafés y cabezudos.

Entre 1920 y el ´56 circularon por su parte los carros alegóricos que terminaron conociéndose como los "invictos", porque siempre ganaban los concursos: las carros de El Chaná, que diseñaba el carpintero Pedro Capocasale con diario picado, harina de trigo y agua.

A poco de que todo eso quedara para el álbum de los recuerdos, en 1958 moría otro artesano de mil carnavales, el italiano Alejandro Pietromarchi nacido en 1877. El 16 de febrero de 1948, El Día lo califica como "el técnico de la plástica de nuestro carnaval" y destaca que aquel año a él le debía: "la iluminación de 18 de Julio, del Parque Rivera, y el proyecto de la Luz negra del Teatro Solís, además de la decoración de este coliseo y de toda la serie suntuosa de carros alegóricos, presentados por el Comité Ejecutivo de Fiestas con su cortejo de cerca de doscientos cabezudos". Y si bien los carros eran arrastrados por animales, como siguió practicándose en las primeras décadas del siglo XX o durante la Segunda Guerra Mundial debido a las restricciones de combustible, el siglo XIX también tuvo sus momentos de esplendor. En 1868 el Conde de Robiano visitó Montevideo y se llevó en la memoria una fiesta no precisamente "bárbara".

"Es en los grandes días de carnaval que es dado observar todo lo que la ciudad posee, como carruajes de oropel, ahora descubiertos y llenos de lindas mujeres, con peinados y toilettes de baile, empolvadas, escotadas a veces, también enmascaradas. Unas y otras se siguen y forman parte del corso, la gran atracción de los días de Carnaval, que aquí se celebran con excepcional pompa".

Para grandes y chiquilines
Un ejemplo de las artesanías realizadas a comienzos del siglo XX con papel y engrudo
Un ejemplo de las artesanías realizadas a comienzos del siglo XX con papel y engrudo. Foto: Wikipedia

Más allá de los “baches” entre los conjuntos, los desfiles de Carnaval de Montevideo siguen explotando en color y bullicio pero falta inversión en artesanías, como ser la de los históricos carros alegóricos, como los que se ven en esta página, cuando debía recurrirse a la tracción animal para poder hacerlos circular entre las nubes de pintados chiquilines, las serpentinas, el papel picado, y los confetis, ya sea a través de la Avenida 18 de Julio, por la rambla de Montevideo o las calles de los barrios, desde Colón a Pocitos o desde la Unión al Parque Rodó.

Creaciones que salieron de los patios carcelarios.

En este Carnaval 2018, en los desfiles y corsos otra vez faltaron los carros. Apenas en el inaugural del 25 de enero se vio uno que llegó desde Parque del Plata y fue mandado construir por Daecpu: el del dragón que, lanzando fuego por su boca, salía de la cueva para defender sus tesoros. En este siglo XXI hubo señales de esfuerzos para reimplantar los carros alegóricos pero muy poca inversión y resultados casi nulos. En 2011, por ejemplo, se presentaron carros construidos por reclusas de las cárceles de Cabildo y Canelones, dentro del proyecto Cárceles, que desde el año 2008 desarrollaban las intendencias de Montevideo y Canelones, el Ministerio del Interior, el Patronato de Encarcelados y Liberados, Emaús, el Automóvil Club del Uruguay y la Asociación Civil Canelones De-Muestra Gestión Cultural.

Las reinas y los marqueses de antaño.

Las llamadas Figuras del Carnaval que sustituyeron a las Reinas pasaron sin pena ni gloria por los corsos, encima de un carro que tampoco hizo historia. Cierta inversión destacable para darle lucimiento a las coronadas se dio por última vez en 2013, cuando Montevideo ofició como Capital Iberoamericana de la Cultura.

En un nivel del carro iban las reinas junto a sus cocheros y "pajes cabezones", y en su andar por las calles también lo rodeaban otros muñecos, como al segundo carro en donde se ubicaban las reinas de los Comunales Zonales que asistieron a unos veinte desfiles.

Antes de este 2018, y a lo largo de 75 años, solo en 1975 tampoco hubo reinas. Por entonces se intentó reeditar la idea de los marquesados cómicos, pero el protagonista no pasó de ser un "noble comilón" sin gracia, que no dejó huella. Desde el ´76 volvieron las reinas, que habían surgido en 1943. Solo en 1968 hubo un carnaval compartido, entre la Reina Alexandra y el Marqués Carlitos Céspedes, el legendario director de la murga Curtidores de Hongos.

Para el primer corso oficial—de 1874— el rey de las fiestas fue el Marqués de Por Si Cuela, acompañado por la Marquesa La Colada o Marquesa de Rompe y Raja. Con solemnes cabezazos, ellos respondían a los aplausos y eludían las piedras que le llegaban envueltas en papel, como "inofensivas pelotitas" o muestras de pleitesía.

Después de varios años, el sucesor fue un perdurable Marqués Edmundo Lametz, lustrabotas y limpiapisos. Mantuvo el trono desde 1903 hasta el fin de la década de 1920, cuando apareció Menestrello, vendedor de diarios y fugaz marqués que dejó paso a Traimán II, heredero del cacicato de una tribu patagónica, a quien las autoridades argentinas jamás le reconocieron su título. En Uruguay, a donde llegó en 1904, fue dado de baja como guardiacivil por pasearse con su uniforme cargado de condecoraciones carnavalescas de lata y cuero.

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