Fue el 7 de marzo de 1958. Punta del Este era un incipiente territorio de glamour y por esas horas esperaba el arribo de varias figuras. Sin embargo, la noticia que iba a acaparar los titulares desde ese día, con un despliegue creciente, iba a estar muy lejos del dorado y los reflectores. Allí, en la arena de la playa frente a la Laguna del Diario, aquel 7 de marzo, habían encontrado un auto empantanado, y a un hombre muerto.
El coche era un vistoso Rover de color beige, número de matrícula B-55215, el volante ubicado del lado derecho. El cadáver era el de Meynert Victor Theodore Johnston La Brooy, británico, 65 años, emprendedor todoterreno. Y, se iba a saber pronto, exagente del Servicio de Inteligencia Secreto inglés.
Hubo testigos. Detenidos. Pistas inconclusas. Giros. Pero nada permitió saber la verdad. No hubo nada, nunca más. Y en 1963, la Justicia archivó el caso.
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