“Yo voy a salir por la puerta; no tengo nada que ocultar”, dijo a custodias.
Pablo Goncálvez pasó sus últimas horas en la cárcel de Campanero sin demostrar ansiedad. Un guardia le preguntó si quería quedarse un día más —llevaba 23 años preso—, para sortear el asedio de la legión de periodistas que desafiaba el frío en la puerta del complejo de Campanero, una cárcel-chacra ubicada a tres kilómetros de la ciudad de Minas.
Goncálvez, con total tranquilidad, le respondió: "Yo no tengo nada que ocultar. Ya pagué lo que tenía que pagar. Voy a salir abrigado por la puerta y ellos no me van a reconocer".
Ese jueves 23, Goncálvez tuvo su última salida transitoria antes de ser liberado. Se trata de un beneficio que goza desde hace tres años. Los policías no saben qué hizo. Presumen que fue un boliche del centro de Minas a beber un cortado mientras espera a su madre.
Al ver a los periodistas haciendo guardia en el entrada de Campanero, los policías lo citaron para que se presentara a las 19:00 horas de ese día en la zona de ingreso de la cárcel.
Campanero es un establecimiento de 22 hectáreas y tiene varias entradas, dijeron a El País fuentes del Instituto de Rehabilitación.
A medida que se acercaba la medianoche, los cuatro funcionarios del Departamento de Investigación y Análisis Penitenciario (DIAP) comenzaron a preparar toda la documentación para la liberación de Goncálvez, 23 años después de que fuera procesado y sentenciado por los asesinatos de Andrea Castro, María Victoria Williams y Ana Luisa Miller.
Goncálvez, en sus últimas salidas transitorias, ya había sacado todas sus pertenencias de Campanero. Al caer la noche, dejaba pasar los minutos en compañía de los funcionarios del Instituto de Rehabilitación. En un momento salió a colación la guardia que realizaban varios periodistas afuera del penal Uno de los policías también se refirió al tema: "Es su trabajo".
En ese momento, un funcionario del INR abrió la ventana para ver si afuera habían muchos periodistas. Los flashes de las cámaras estallaron. También se encendieron las cámaras de las filmadoras.
Al principio, los funcionarios del INR bromearon sobre el incidente. Luego, con el correr de las horas, el policía fotografiado comenzó a preocuparse por la posibilidad de que su imagen se publicara y alguien atentara contra su vida.
En la tarde de ayer, el Ministerio del Interior publicó un comunicado: "En las últimas horas, y en ocasión de la liberación de Pablo Goncálvez, se difundieron imágenes que supuestamente corresponderían al mismo. Por intermedio del presente, las autoridades del Instituto Nacional de Rehabilitación desmienten de forma categórica que las imágenes difundidas por algunos medios de comunicación, dónde supuestamente se muestra a Pablo Goncálvez momentos antes de su liberación, pertenezcan a él. Dicha imagen corresponde a un funcionario del Ministerio del Interior que se encontraba trabajando en el operativo".
Liberación.
A las 23:57 horas del jueves 23, Goncálvez traspasó las puertas de la cárcel de Campanero. Como le había dicho a los policías que lo custodiaban o brindaban protección, pasó desapercibido por las personas que allí se agrupaban.
Según los policías que lo acompañaron las últimas horas dentro del establecimiento, Goncálvez se veía calmado. Lucía ropa informal. Una bufanda cubría parte de su rostro.
Goncálvez fingió ser un policía y se subió al auto Suzuky, modelo Switf, de color marrón. Adentro lo esperaban tres funcionarios del Departamento de Investigación y Análisis Penitenciario encargados del operativo de sacarlo de la cárcel con discreción.
El auto, a una velocidad rauda, se alejó del penal. Nadie sabe dónde fue.
En un momento trascendió que Goncálvez se había subido a otro vehículo en la ruta 8. Sin embargo, ese dato fue desmentido por funcionarios de la cárcel de Campanero. El auto se dirigió hacia el centro de la ciudad de Minas.
En los primeros minutos de libertad total, lo único que llamó la atención a Goncálvez fue la densidad de la niebla.
LIBERACIÓNEDUARDO BARRENECHE