Por Ramón Mérica
El Montevideo de fines del siglo XIX estuvo signado por las obras y la presencia de señores muy pero muy ricos que amasaron y destruyeron más de una vez cuantiosas fortunas, las volvieron a edificar pero inevitablemente terminaron en la ruina o en la indigencia. Fueron tales los delirios de grandeza de esos empresarios que el tiempo, felizmente, no ha podido destruir en su mayor parte la herencia dejada a través de mármoles, bronces, estatuas, terracotas, hierros, parques y jardines.
Hoy se recuerda a don Pancho Esteves por haberse mandado hacer, entre 1873-1875, el palacio con su nombre donde estaba el mirador más lujoso de la ciudad creado para ver los barcos surtos en la bahía. Todo el mundo lo llama Palacio Esteves, ex Casa de Gobierno, pero pocos saben que Estevez nunca pudo pagar al arquitecto francés Edouard Manuel de Castel y que terminó como picapedrero en el cuartel ubicado entonces en San José y Yí, donde hoy está la Jefatura de Policía. Para no torturar su soberbia, don Pancho cumplió con la condena pero a su regia manera: manejaba el pico enfundado en jacquets de París y tocado por galeras de Londres, como correspondía a un caballero de pro. Murió en la ruina, en Buenos Aires, adonde pudo escapar en tiempos de Latorre.
Donde hoy está la Junta Departamental, entre 1871-1874, otro Pancho, Gómez, hermano de Leandro, defensor de Paysandú, y de Juan Ramón, lloró no poder habitar el gran palacio neogótico encargado al ingeniero Pedralbes porque la costosísima construcción impidió alhajarla y se marchó con su extensa familia a un sitio más modesto. Los grandes salones y las escalinatas quedaron esperando para siempre el rutilante baile de gala que nunca fue.
También Pedralbes fue el constructor, entre 1866-1888, de los delirios del rico poeta y político Aurelio Berro, que erigió su desaforada mansión-casaquinta neogótica de Avda. Agraciada 3397, hasta no hace mucho tiempo sede de la Embajada Argentina y hoy residencia del Reverendo Moon.
Un artífice en amasar y destruir fortunas fue el estrasburgués de origen judío Joseph de Buschental, el creador de El Prado, dedicado a su mujer María da Gloria de Sorocaba Delfim Pereira, hija del barón de Sorocaba y nieta del emperador del Brasil. Dona Mariquinha, como la llamaban en las cortes, jamás se dignó pisar el imponente vergel que le dedicó su marido. El magnate murió solo, en Londres, y recién entonces Mariquinha se apareció brevemente por el Miguelete para volver a Europa con los dineros que le habían tocado de la venta del enorme paseo. La princesa prefería pasear su belleza aceitunada por los salones reales de Madrid y los imperiales de Rio.
Ni hablar de Máximo Santos, que encomendó al ingeniero Capurro su opulenta residencia en el centro (hoy es la Cancillería) para prácticamente no usarla, al igual que la magnífica casaquinta en Avenida de las Instrucciones (hoy en ruinas) porque prefería pasar sus horas en El Colorado, en las afueras de Montevideo, más modestamente.
Otro que tampoco pudo disfrutar de sus delirios fue el presidente Idiarte Borda, asesinado en 1897, lo que le impidió gozar del palacio de la Avenida Lezica, Colón, obra del francés Alfred Massüe, levantada a todo trapo entre 1895-1897, como ordenó la matrona Matilde Baños de Idiarte Borda, mercedaria como su marido y rica por sí misma.
Junto a Francisco Piria, Reus es el otro magnate que ha dejado más huellas en la ciudad. También como a sus pares, los consumía el delirio de grandezas, y así terminaron. Los embargos, las ventas apuradas, las grandes deudas pudieron contra los creadores de esos sueños de grandeza, pero no pudieron con una herencia palpable hasta hoy, donde se conjuga tanta arrogancia, tanta soberbia, tanta vanidad. Y tanta elegancia.
Barrio Reus al norte
"... de las casitas iguales"
El tango en versión porteña se equivoca; Gardel también. No es "Barrio reo de mi infancia", sino que Alfredo Navarrine escribió "Barrio Reus de mi infancia..." pero los porteños prefirieron alterar la verdad geográfica para comodidad de sus oyentes, y así el célebre tango con música de Fugazot, que era habitante de ese barrio, debió sufrir un bautismo corrupto. Lo que no se pudo mentir fue el tono barrial que se respira en esas casitas iguales de las calles Alvear o Inca, en ese microcosmos de raro encanto que floreció a fines del Ochocientos con recuerdo especial por las mansardas de París.
El padre de la idea creadora de ese rico rincón montevideano fue el madrileño Emilio Reus (1858), que después de un par de fracasos financieros en su país y en Buenos Aires llega a Montevideo en tiempos de Máximo Tajes y aquí funda el Banco Nacional, su gloria y su tumba.
Dentro de los ambiciosos planes financieros de este español se encuentra el Establecimiento Médico Hidro-Termo-Terápico —nombre con el que se le conoció en la época (ver Veredas, domingo 9 de marzo)— al igual que otros que promovió y financió a través de la Compañía Nacional de Crédito y Obras Públicas: Barrio Reus Norte; Barrio Reus Sur; Balneario Gounoulhiou (Guruyú); Gran Hotel Nacional; Sede de la Compañía en 25 de Mayo y Treinta y Tres; fundación (entre otros) de los barrios Leandro Gómez en la Unión, Gral. Garzón en Curva de Maroñas, Francisco Maciel en La Blanqueada y Solís en El Prado.
EXTASIS Y AGONIA. El Barrio Reus comenzó a nacer en 1888 y entonces dio trabajo a más de dos mil obreros (más el consumo de los materiales de construcción) y hasta se tiraron vías para la llegada de dos tranvías, todo lo cual anunciaba días de gloria. No fue así: la desastrosa crisis de 1890, con la consabida quiebra del Banco Nacional comandado por Reus, echó todo por la borda. No todo: don Francisco Piria inició un loteo y así fue como el Banco Hipotecario terminó las obras y vendió las viviendas. También rebautizó a la barriada: le puso José María Muñoz, nombre de un jurista y político que fuera el primer presidente del Banco de la República en 1896. Hoy hay gente que habla de Villa Muñoz, también de Barrio de los Judíos, pero es mucho mayor la que se refiere al conjunto de las casitas iguales y los techos de pizarra a la francesa como Reus al Norte. Del Reus al Sur es mejor no hablar. Con un final acorde a la insania de las dictaduras, fue derribado sin consulta en 1979, cúspide de los años oscuros. Un final tan injusto como el de su creador, que murió en 1891, a los 32 años, rodeado apenas por tres deudos, encargándose un torero de la repatriación de su viuda y de su hija. Es mejor recordado el tango. Una placa de mosaicos memora su letra en la calle Emilio Reus, según trabajo de los estudiantes de Bellas Artes, que también pintaron de variados colores las casitas que ya no son tan iguales.
(Texto extractado del libro "Montevideo-Arte y Paisaje" de Ramón Mérica, fotos de Ignacio Naón y producción editorial de Madelón Rodriguez y Susana Gallinal, de muy proxima aparición).
Cronología
1886 Llega el Dr. Emilio Reus al Uruguay
1887 Se funda el Banco Nacional, proyecto del Dr. Reus con capitalistas argentinos.
1888 Reus renuncia a la gerencia del Banco Nacional.
Se funda la Compañía Nacional de Crédito y Obras Públicas, que financia la mayoría de los proyectos de Reus y de la cual es el presidente.
En julio se solicita el Permiso de Construcción para un Establecimiento Médico e Hidro-Termo-Terápico en la calle 25 de Mayo N‚ 98 al 110, propiedad del Dr. Reus. Se aprueba en agosto de 1888.
1889 Al comienzo de este año, el Establecimiento Médico Hidro-Termo-Terápico ya se levantaba "en toda su mangitud", según palabras de Reus.
1890 En julio se produce la gran crisis económica uruguaya, con la estruendosa quiebra del Banco Nacional.
1891 El 7 de marzo muere el Dr. Reus.
1893 En enero se solicita el Permiso de Construcción para reforma del Establecimiento Médico. Los planos están firmados por S. Parcus. 1907 En el período comprendido entre 1893 y 1907 el edificio fue ocupado en algún momento por el Ministerio de Fomento, luego llamado de Obras Públicas, creado en 1891 y que subsistió hasta 1907.
1921 Se instala en el edificio el Ministerio de Guerra y Marina, que a partir de 1934 pasa a denominarse de Defensa.
1984 Se va el Ministerio de Defensa del edificio, quedando éste desocupado hasta la fecha. En diciembre del 2003 el estudio Vanini-Inda lo entregará reciclado para sede de la Casa de las Islas Canarias.