EDUCACIÓN
Las enfermedades psicológicas, de huesos y articulaciones son las que más aquejan a quienes dan clases.
La mente es a los docentes, lo que las rodillas a los basquetbolistas, las muñecas a los tenistas o el talón a Aquiles. Su punto débil. De todos los días que los profesores y maestros faltaron a clase por causas médicas, el año pasado, la cuarta parte se explicó por patologías psíquicas.
Salvo en 2009, cuando la pandemia de la gripe A destartaló la estadística, hace años que los docentes uruguayos sufren mayormente de problemas psíquicos y osteomioarticulares. La Federación Nacional de Profesores de Enseñanza Secundaria (Fenapes) maneja la hipótesis de que muchas de las enfermedades de huesos y tendones también sean un reflejo del estrés.
Eso sí: las enfermedades articulares y óseas implican, en promedio, menos tiempo de certificación. Los cuadros de depresión, estrés y el llamado "síndrome del quemado", en cambio, llevan más días de recuperación.
Dicen que "sarna con gusto no pica" y en la realidad de los docentes hay un grado de estrés que, según los médicos, es tolerable y "hasta bueno". El problema surge cuando el "nerviosismo" provoca agotamiento, baja de rendimiento, otras enfermedades y hasta las ganas de tirar la toalla (el "síndrome del quemado").
En este sentido, la mayoría de oficios vinculados a tareas sociales (como la educación o la salud) suelen tener una alta carga de estrés. En parte por la responsabilidad, por la autoexigencia, por lidiar con "problemas" de otros y por siempre estar bajo la mirada evaluadora de los demás. Eso es común en los docentes de cualquier país. Pero Fenapes quiere ir un paso más allá y está analizando si hay factores específicos del sistema uruguayo (como problemas de organización o rotación laboral) que incrementan el ries-go de padecer una dolencia psicológica.
En esa misma sintonía, la ANEP ha modificado el sistema de certificación médica para que sus médicos certificadores se aboquen a tareas de prevención y salud ocupacional. Desde que se creó el Fonasa, todos los docentes pasaron a contar con un prestador de salud. Pero recién desde este año los certificados están en manos del BPS, como sucede con la mayoría de trabajadores privados.
Dicho de otro modo: cuando un docente se enferma puede ir directo al médico de su prestador (mutualista, seguro privado o ASSE) y ya no tiene que solicitar el certificador de ANEP. De esta forma, el ente autónomo cumple con las recomendaciones de la Organización Mundial de Salud.
Este cambio de sistema es el resultado de una comisión bipartita (conformada por la ANEP y la coordinadora de sindicatos) que viene trabajando desde 2011. Una de sus últimas integrantes, la consejera Elizabeth Ivaldi, explicó que "el proceso de transformación en marcha supone un avance significativo para los funcionarios".
Antes muchos docentes del interior debían trasladarse para realizar trámites médicos o bien quienes trabajaban en varios empleos tenían la necesidad de certificarse por separado en cada uno en los lugares en que se desempeñan.
En marzo ya hubo 6.500 certificaciones bajo el nuevo sistema, sin inconvenientes, y se evitó el traslado "de muchos" docentes, había dicho Heber Galli, presidente del BPS.
Galli reconoció que para el BPS fue un desafío dar este paso con la ANEP, el organismo público que tiene más funcionarios. No solo eso, por el propio rol que cumple, en contacto directo con la población, el docente es un tipo de trabajador "expuesto".
No en vano, las anginas, gastroenterocolitis y las gripes, todas ellas patologías de fácil contagio, están entre los diez tipos de enfermedades más frecuentes entre quienes dan clases.
En paralelo al análisis de las enfermedades, la bipartita está ultimando un protocolo de actuación ante casos de acoso laboral y sexual. Se quiere tenerlo pronto en este año.