Llantos, risas y también temores en el regreso a los jardines de infantes

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En clase en el jardín Enriqueta Compte y Riqué los pequeños experimentaron nuevas formas de saludarse. Foto: Leonardo Mainé

VUELTA A CLASES

El de ayer fue el retorno más masivo: estaban habilitados unos 480.000 alumnos. La gran novedad fueron los 197 jardines de infantes públicos y también algunos privados que abrieron en todo el país.

Faltan unos minutos para las ocho de la mañana. Diego está bastante dormido pero ve el uniforme del jardín, abre bien los ojos, lo señala y avisa entre sollozos: “¡Este no! ¡Este no!”. Afuera hay cuatro grados y hoy vuelve a clase después de tres meses y dos días en los que no se separó de sus padres casi ni un segundo. Va a ser complicado.

Un rato después llega al jardín Mundo Chiquito, en la calle Benito Blanco en Pocitos, y dice que no, que no va a entrar. Diego tiene casi dos años y, a pesar de que antes iba contento a clase, ahora no quiere saber nada. Lo recibe una de las maestras con la máscara puesta y la mejor de las sonrisas. Hay música y fiesta pero Diego llora. “Papá, papá”, reclama, aferrado a un pequeño mono que es su objeto más preciado, y las maestras lo ingresan al jardín tras la desinfección de rigor de algunas de sus cosas.

Atrás llegan otros niños y una natural tensión domina el ambiente. Cada uno lo maneja como puede y alguna madre también lagrimea.

Es lunes y miles de niños y adolescentes retornan a clase en todo el país, salvo en Rivera. Es el regreso más masivo: hasta unos 480.000 alumnos estaban habilitados para arrancar, entre centros CAIF y 197 jardines de infantes (aunque la mayoría de los jardines privados abre este martes), escuelas (en Montevideo y el área metropolitana solo las Aprender y de tiempo completo; el resto arranca el 29), liceos y UTU (en Montevideo y área metropolitana solo sexto año de Bachillerato Diversificado y tercero de Bachillerato Tecnológico y Profesional). Aún no hay cifras oficiales sobre el regreso, que además será paulatino porque los grupos se dividieron.

Ansiedad.

Diez y poco de la mañana. “Bienvenidos. Los girasoles nunca dejan de girar”, dice un enorme cartel que es lo primero que se ve en el patio central del viejo edificio del Enriqueta Compte y Riqué en Arroyo Seco. Este (el 213) es el primer jardín de América del Sur y lleva el nombre de la maestra que lo fundó, una catalana pionera en lo suyo y también activista en temas como el voto femenino. Un interesante museo en el piso superior del edificio recuerda a Compte y Riqué y el origen del jardín.

Recreo: Los niños no tienen por qué usar tapaboca ni ningún tipo de protección, según el protocolo oficial. Foto: Leonardo Mainé
Recreo: Los niños no tienen por qué usar tapaboca ni ningún tipo de protección, según el protocolo oficial. Foto: Leonardo Mainé

Como en los demás jardines públicos, el inicio es solo con los niños de cinco años y un máximo de tres horas. La mitad de cada grupo va a clase lunes y martes y la otra mitad jueves y viernes. Así que el enorme edificio preparado para recibir a 300 niños -con sus pasillos anchos, techos altos y salones amplios- luce un poco vacío.

“El desafío fue preparar a los niños y pedimos a las familias que nos ayudaran”, dice Patricia Alberti, la directora. Hubo reuniones presenciales previas con los padres en pequeños subgrupos, donde el jardín pidió “confianza”. Había “mucha ansiedad en el retorno”, dice Alberti. La propia directora también estaba algo ansiosa y casi no durmió la noche anterior. “Nosotros damos contención a los niños”, explica. “Sin contención, no se pueden dar los contenidos programáticos”.

La asistencia fue buena este lunes en los cuatro grupos: en dos de ellos llegaron 11 de 14 niños, en uno ocho y otro seis. En el grupo D los niños juegan con bloques. Están sentados de a tres en cada mesa, cuando lo habitual es que haya seis niños en ese espacio. Ellos juegan, gritan y charlan como si nada hubiera pasado, aunque la maestra relata que los primeros momentos fueron muy distintos. Algunos niños tenían muchas ganas de hablar. Otros estaban callados y expectantes a ver con qué se encontraban. Y había cambios: alfombra sanitaria, varios lavados de manos y menos compañeros, entre otras modificaciones. Se encontraron en el salón con un cartel que decía “volvió la magia” y a cada niño le dieron una varita. La maestra Claudia Pastorino preguntó qué truco querrían hacer. Lorenzo pidió que “se vaya el virus” y Mateo “un helado pero bien calentito”.

Afuera en el patio otro grupo está en recreo. Corren de un lado para el otro, se ríen y disfrutan. Suben a los juegos (aunque las hamacas están clausuradas) y juegan a las escondidas. Mantener distancia es una misión imposible. Una cosa es adentro de la clase en una tarea, otro en el rato libre en el recreo. Una de las maestras les pide que no se toquen, que no estén tan cerca, pero no lo logra. Después confiesa: “Yo no voy a negarles un abrazo”.

Adentro de la escuela hace un poco de frío: los aires acondicionados no se pueden usar por el virus y eso se siente.

“Ahora viene una sorpresa”, dice la maestra Roxana en otra clase. Tras lavarse las manos luego del recreo, ella los sienta en ronda y les leerá un cuento, mientras mostrará unos dibujos con los personajes de la historia: un conejo, una ardilla, un ciervo y un erizo.

Por lejos el más inquieto es Mateo, un niño que además sobresale porque es el único que tiene una máscara de esas de plástico transparente en la cabeza. “Estoy sudando”, se queja él y la maestra le sugiere que se quite la máscara y la deje arriba de la mesa.

Roxana les cuenta que el erizo es cariñoso y quiere abrazos, pero no puede recibirlos porque tiene el cuerpo “llenito de púas”. Entonces a otro animal se le ocurrió una idea: demostrarle el cariño frotándose la nariz. “Desde ese día se saludan chocándole la nariz”, dice Roxana y luego sugiere pensar maneras de saludarse que no sean un beso, algo ideal para esta época de pandemia. Y aparecen varias alternativas: con el pie, el codo, el puño, la rodilla y hasta la cadera. Cada una de ellas se prueba en vivo. Jorge sugiere con la nariz como en el cuento pero Isabella le responde que eso no se puede porque “nos infectamos por los ojos, la nariz y la boca”. Mateo interrumpe y dice que tiene ganas de “comer algo”. Entonces Roxana les explica que por ahora no se quedarán a almorzar (la escuela es de tiempo completo) y que ya en un rato se van. A Juan Bautista no le importa porque se irá a almorzar a lo de la abuela. “Alucinante”, le responde la maestra.

A las 8.30 de la mañana entraron los dos primeros grupos en el jardín Enriqueta Compte y Riqué en Arroyo Seco. Foto: Francisco Flores
A las 8.30 de la mañana entraron los dos primeros grupos en el jardín Enriqueta Compte y Riqué en Arroyo Seco. Foto: Francisco Flores

Cuando los niños llegaron con sus padres a las 8.30 hubo aplausos y una recepción digna para la ocasión. Tres horas más tarde, padres y madres esperan en dos puertas distintas. Lucía, la madre de Isabella, cuenta que la niña la trajo “corriendo” hoy temprano y que ama a la maestra Roxana. “Mamá, tengo a la mejor maestra del mundo”, le dijo un día. Guadalupe dice que su hija la pasaba “bomba” en su casa, pero le tuvo que explicar que había que volver.

Mauricio, un entrenador de básquetbol que por ahora se encuentra en seguro de paro, espera a Patricio y dice que este regreso es importante para que su hijo tenga “un tiempo para él”. Unos segundos después se dará un abrazo grande con el chico, mientras otro niño llora abrazado a su madre. Isabella grita: “¡Mamá, volviste!”. Lucía le dice que, claro, “¿cómo no iba a volver?”.

El 90% fue a clase en sexto del Zorrilla
En sexto año del Zorrilla ayer fue el primer día de clase después de más de tres meses. Concurrió la mitad de cada grupo y la otra mitad irá la semana siguiente.

Los amplios patios y pasillos del liceo Zorrilla en el Parque Rodó parecían vacíos este lunes de regreso a clases. Es que, según el cronograma elaborado por las autoridades educativas, el regreso esta semana es solo en sexto año de liceo en Montevideo y el área metropolitana. Habrá que esperar al lunes 29 de junio, dentro de dos semanas, para que el retorno sea total.

Pero la directora Rita Fagúndez estaba feliz ayer por ver otra vez alumnos en el liceo 4 y estimó que cerca del 90% de los estudiantes asistió en el turno matutino. A diferencia de las escuelas, los liceales deben estar de tapabocas en clase y al menos en el primer día eso funcionó sin problemas.

En el Zorrilla ayer arrancaron siete grupos en la mañana y siete en la tarde pero, para poder cumplir con el distanciamiento, cada clase fue dividida en dos: un subgrupo asiste una semana y el otro subgrupo la siguiente.

Todo será más lento: cada docente dará sus clases dos veces, una vez a cada grupo. Por eso, se replanificó el año y se seleccionaron los “temas fundamentales” a dar.

¿Y qué pasa con los alumnos las semanas que no tienen clase? Depende de cada docente. Algunos suben materiales a las plataformas para que los estudiantes puedan tener actividades, otros la clase entera o incluso hay un docente que se ofreció a dar una clase semanal extra a todos los que no van al liceo esa semana.

En tanto, en el liceo 2 Héctor Miranda las clases no empezaron ayer, debido a la decisión de los docentes y funcionarios. Durante el fin de semana denunciaron la falta de salones, que estaban siendo utilizados para la elección de horas docentes, así como la falta de productos de limpieza y de funcionarios para cumplir con las tareas de higiene.

Desde Secundaria dijeron a El País que en ese liceo se podrían comenzar las clases mañana miércoles.

Pablo Benavides, adscripto del liceo, dijo a La Diaria que el principal inconveniente tiene que ver con la elección de horas docentes, que todos los años se realiza en ese centro entre octubre y marzo, pero que la pandemia retrasó. Esta convocatoria “inhabilita gran parte del liceo” y genera un flujo de personas ajenas a la institución, indicó Benavides.

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