MENOS INTEGRACIÓN EN LA EDUCACIÓN PÚBLICA
Informe del Instituto Nacional de Evaluación Educativa (Ineed) advierte por este fenómeno que influye en los resultados académicos de los alumnos.
Los más pobres con los más pobres, y los menos pobres con los menos pobres. Así lucen cada vez más las escuelas uruguayas. Pareciera que, sin proponérselo, los centros educativos se van convirtiendo en guetos a los que asisten estudiantes demasiado parecidos entre sí. Al menos eso anuncia el Instituto Nacional de Evaluación Educativa (Ineed) en el informe del estado de la enseñanza local presentado esta semana, en el que se advierte que esa segregación “es un determinante relevante de los resultados académicos”.
Más del 90% de las escuelas públicas Aprender son de contexto muy desfavorable y desfavorable, mientras que el 80% de las privadas son de contexto muy favorable. Pero la segregación no acaba en la clásica dicotomía de públicos versus privados, sino que se da a la interna del propio sistema estatal. En ese sentido, las escuelas de práctica, en las que se desempeñan los maestros que son formadores de los futuros docentes, se parecen mucho a los colegios privados. En las escuelas de tiempo completo hay una minoría de contexto muy favorable, y en las urbanas comunes casi no existe la pobreza más extrema.
Aquel ideal vareliano de que los hijos del profesional y del obrero comparten el banco escolar va haciéndose añicos con el paso del tiempo. Porque los investigadores del Ineed, usando el índice de Hutchens -una de las mediciones más extendidas para cuantificar la segregación social en los centros educativos-, estimaron la segregación desde 2013 hasta fines del año pasado y concluyeron que viene en ascenso en jardines y escuelas.
En los liceos y UTU, en cambio, los centros educativos son más heterogéneos y la segregación se ha mantenido estable en el mismo período analizado. Eso puede deberse, según el informe oficial, a que en el país existen menos centros de enseñanza media y los alumnos acuden a locales que no necesariamente están cercanos a donde viven.
“La segregación creciente en inicial y primaria está relacionada con la forma de asignación de los estudiantes a los centros y, en última instancia, con una creciente segregación territorial. En estos niveles educativos hay más oferta concentrada en menos territorio, por lo que es más probable que los niños y niñas asistan a centros cercanos a su lugar de residencia”, explicaron a El País las investigadoras Fiorella Ferrando, Melissa Hernández, Cecilia Oreiro, María Noé Seijas y Joana Urraburu.
Puede que haya quienes consideren que el aumento de la segregación no es en esencia una mala noticia y en todo caso es un simple reflejo del deseo de parte de la sociedad. Por ejemplo, puede que un padre quiera que sus compañeros de clase, de club y de actividades sean de un mismo contexto porque eso le da tranquilidad o estatus.
Pero las investigadoras del Ineed aclaran que “hay varios estudios que demuestran que a menor segregación, mejores los aprendizajes”. Eso ocurre porque aumentan las posibilidades de aprender de otros.
Existe lo que los técnicos llaman “efectos de pares”: un niño con cierto rezago tendrá más chances de potenciarse con compañeros de diversos contextos que si todos son de su misma condición.
Pero los beneficios se pierden cuando se trata de centros educativos homogéneos en su interior y heterogéneos en relación a otros. Hay menor intercambio cultural y a su vez hay menos vínculos entre contextos diferentes, lo que tiende a fragmentar más la estructura social del futuro.
“La literatura científica evidencia que cuando la escuela es más diversa, a los niños, sobre todo a los pobres, les va mejor. En el caso uruguayo, como la segregación es antes barrial que escolar, termina ocurriendo que los niños no interactúan con pares de otros contextos en casi ninguna actividad”, explica la socióloga uruguaya María José Álvarez, profesora de la Universidad de los Andes, en Colombia, y una de las referentes en los estudios recientes sobre desigualdad.
Álvarez, junto a unos colegas uruguayos de la Universidad Católica, acaban de concluir en otra investigación que “existe una creciente fuga de los hijos de profesionales de la educación pública uruguaya”. Tras estudiar los microdatos de las Encuestas Continuas de Hogares desde 1992 a 2016 observaron ese fenómeno que se agrava en la Secundaria.
“Al fugarse se pierde capital social: por la menor diversidad y porque esos padres profesionales son los que más se involucran en la comunidad escolar”, explica la socióloga.
Las crisis económicas, como la de 2002 y la actual, suelen generar frenos a la fuga, pero “si se ve la película de largo plazo hay una migración”. ¿A qué se debe? Los investigadores realizaron entrevistas a los padres, quienes justificaron que inscribieron a sus hijos en colegios privados en busca de mayor tiempo pedagógico y el aprendizaje en profundidad de segundas lenguas.
“Lo interesante”, dice Álvarez, “es que todavía existe cierta nostalgia de esos padres por la educación pública, entonces sienten la necesidad de justificar por qué decidieron enviar a sus hijos al sector privado”.
El Ineed concluye que “la distribución desigual de estudiantes entre los centros contribuye a consolidar circuitos educativos disímiles y a aumentar la inequidad educativa”. Y la inequidad es, a la vez, el talón de Aquiles del estado de la educación uruguaya.