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Los graduados destacaron la oportunidad de recibirse en cinco años, la posibilidad de llevar a la práctica la creatividad, la facilidad de sus horarios y una exigencia que tiene resultados
La posibilidad de llevar a la práctica su creatividad, la facilidad de sus horarios, el respaldo institucional, la oportunidad de recibirse en cinco años, la exigencia que rinde sus frutos: estas fueron algunas de las razones que llevaron a tres jóvenes arquitectos a realizar su carrera en la Facultad de Arquitectura de Universidad ORT Uruguay. Hoy están en plena actividad profesional y además asesoran a los estudiantes interesados en inscribirse en esta carrera.
Agustina Holly, Martín Porro y Soledad Estellano llegaron a ORT por diferentes caminos. Después de graduarse continúan en la institución, relatando la experiencia a sus posibles futuros colegas en asesoramientos personalizados.
Una carrera que fomenta la creatividad
Agustina Holly, de 27 años, se decidió por la arquitectura sin estar totalmente segura, pero ahora puede afirmar: “Disfruté mucho la facultad”.
“Cuando uno termina el liceo y tiene que elegir su carrera es un paso tremendo, que a veces se da sin conocer realmente cuáles son las opciones. Yo viví esa duda y por eso como asesora les cuento a los futuros estudiantes cómo me decidí”, indica.
Ella cursó 5° Artístico en el bachillerato e iba a seguir sexto en esa orientación, pero una amiga la convenció para cambiar por Arquitectura, aunque no sabía exactamente en qué consistía: “Siempre me gustó diseñar, crear cosas nuevas. Lo que me terminó de convencer fue la solidez de la propuesta de ORT. Me atrajo el tiempo de la carrera, en cinco años ya era arquitecta, y además me daba la oportunidad de hacer posgrados en el exterior”, asegura.
Tuvo una entrevista con el decano, el arquitecto Gastón Boero, quien le explicó lo que involucraba la arquitectura y todo lo que se podía hacer, que era más de lo que ella imaginaba. “No era solo construir una casa, el espectro es muy amplio y eso aumenta la salida laboral”, señala. En ese momento comparó las opciones del mercado para finalmente inclinarse por ORT. “Me sentí más identificada con la propuesta de esta universidad”, recuerda.
Su visión estaba en lo cierto. “Comprobé que la arquitectura me permitió expresar esas ganas que tenía de crear —enfatiza—. Y lo hice en la dinámica del taller”.
Lo que más le atrajo de sus cursos fue la historia del pensamiento de los arquitectos al realizar sus obras. “Saber por qué hicieron su obra de determinada forma. Por ejemplo, la luz la colocaron de tal manera para generar tal sensación. Uno se informa sobre los estilos y las filosofías en la arquitectura e incluso empieza a identificarse con alguno de ellos. Se me abrió un panorama que no imaginaba”, acotó.
Agustina asegura que le sirvió mucho el énfasis que se da a la práctica durante la carrera. “Con esa creatividad que siempre tuve, aprendí a llevar las ideas a la práctica, a hacerlas realizables. Me sentí muy cómoda y muy acompañada por la institución”, indica.
También resalta la posibilidad de los intercambios con instituciones del exterior, a los cuales se le atribuye gran importancia: “Se puede ir uno o dos semestres a otro país; realmente tienen convenios con muchas universidades. Puede ser en Estados Unidos, Colombia, España, Italia... Es una experiencia increíble, cuando volvés te revalidan las materias que cursaste en el exterior. Te abre muchísimo la cabeza y recorrés lugares que nunca pensabas visitar”, explica.
De la misma forma, indica que la favoreció el sistema de becas, que no están restringidas al momento de inscribirse ni a determinados grupos, sino que existen distintos fondos de becas a los cuales postularse.
Como alcanzó muy buen rendimiento en Proyecto (la materia más creativa de la carrera), ella se postuló para ayudante de práctica. Fue elegida y estuvo un año y medio en esa función.
“Así comencé a ver a los profesores más como colegas y terminé trabajando con ellos en proyectos independientes. Esa etapa me abrió muchas puertas. En mi familia nadie había tenido relación con la arquitectura, por eso me sirvió mucho esa experiencia”, asegura.
Ser dueños de sus tiempos
La historia de Martín Porro, de 36 años, es singular. Al revés que muchos colegas, que realizan sus primeros proyectos mientras cursan sus últimas materias, él primero comenzó a trabajar y luego completó la carrera. Y esa circunstancia fue decisiva para que eligiera ORT.
“Pude ser dueño de mis tiempos, estudiando de mañana y trabajando de tarde”, cuenta. De la misma forma, destaca la “proximidad” con los docentes, que sintió “muy cercanos” durante los cursos.
Martín también pudo sacar provecho del sistema de becas. “No solo para comenzar mis estudios. En determinado momento tuve problemas a nivel laboral. Pude hablar sobre esos problemas en la facultad, me escucharon y tuve la posibilidad de expandir mi beca”, recordó.
De los cursos destaca al igual que Holly su enfoque práctico: “Si vas a decidir cómo se hace una casa, es bueno haber levantado un muro antes. ORT te da lo teórico y tenemos muchas visitas a obras para ver cómo lo hacen otros, pero también somos los peones de las obras que hacemos nosotros en la facultad. Conocemos todos los procesos que demanda la construcción de una casa o un edificio: hacer la mezcla, levantar un muro, poner yeso o cerámica, instalar cañerías...”
“Además, cuando estoy en algún proyecto y tengo una duda, voy a mis cuadernos o a la computadora y veo la solución, porque lo dimos en su momento en la facultad”, explica.
Vocación desde pequeña
vocación. La de Soledad Estellano (32 años) fue muy clara: desde muy niña quiso ser arquitecta. Le sacaba a su madre los casetes de música para hacer casitas, aunque se enojaba por no poder completar el techo. También dibujaba planos, que ahora le causan mucha gracia porque “eran proyectos multimillonarios, imposibles”, cuenta.
Sin embargo, también se inclinaba por la ingeniería y luego de recibirse de arquitecta hizo un Master en Administración de Empresas en España. En la actualidad trabaja en forma independiente.
“Opté por ORT porque tenía la necesidad de insertarme en el mercado laboral y para eso necesitaba terminar rápido la carrera. Cuando tuvimos la primera reunión con el decano me terminé de convencer que era el lugar para mí”, indica.
Además del nivel académico, Estellano destacó la preocupación por actualizar constantemente los planes de estudio, con los temas que más importan hoy. Por ejemplo, Eficiencia Energética era una materia electiva y ahora es obligatoria.
“La formación en ORT es exigente, pero con la finalidad de moldear el profesional que vas a ser: uno comprometido con los cronogramas de las obras y con el concepto de entregar siempre en fecha.
Por otro lado, elogió el grupo humano y la calidad de los docentes que tuvo. “Además de su conocimientos, aportan su experiencia profesional. Te enseñan lo que hacen”, afirma.
“Como asesora de la carrera, además de la presentación habitual —dice Soledad— damos nuestra experiencia personal y en mi caso es muy positiva”.