Ana María Abel
Lic. Ciencias Familiares
Agustín, hijo de Ricardo está de novio y maneja fecha de casamiento para los primeros meses del año: "Estoy pensando si no me caso, simplemente irnos a vivir juntos. Prefiero no prometer nada. ¿Para qué voy a dar mi palabra si no sé si la cumpliré a través del tiempo?". Sabe que a su padre, ningún triunfo profesional, negocio exitoso, viaje, contacto o cuenta bancaria le ha proporcionado plenitud afectiva. Cree haberla encontrado en una secreta relación extramatrimonial que pretende racionalizar ante sí mismo con el eufemismo en boga de lo "socialmente correcto", eufemismo que esconde lo éticamente incorrecto.
A Agustín le consta que la vocación más profunda del ser humano es la de amar y ser amado. ¿Pero de qué amor se trata? Si "se acabó el amor" a la madre de tus hijos, ¿no existe el derecho a encontrarlo en otra relación? ¿Por qué su padre no ha sido valiente como alguno de sus amigos que se fueron de casa sin tantos miramientos? Estos casos frenan a Agustín, como a tantos otros jóvenes, e influyen en el desánimo de formalizar jurídicamente su compromiso matrimonial.
Ricardo comenta: "En unas semanas, cuando pase el casamiento de Agustín hablaré con mi mujer". Vive una incómoda ambigüedad a escondidas de la sociedad, está insatisfecho consigo mismo. Muchas madrugadas al salir furtivamente de la casa de su amante, recuerda su dolor adolescente cuando, su propio padre se fue con otra mujer. Suenan en su mente las palabras del padre años más tarde, pasado el fragor de la pasión: "Fui traidor a mi conciencia y a mi palabra. No supe cortar al principio ni luchar por recomponer una relación que me debía a mí, mi mujer y mis hijos. No sirvo para darte consejos. Solo puedo decirte que, de nacer de nuevo, intentaría cortar al comienzo".
Ricardo sabe que el día del casamiento de Agustín, le será inevitable recordar que cuarenta años atrás él era el novio que pronunciaba las palabras: "Prometo serte fiel en la prosperidad y la adversidad, cuidarte y respetarte todos los días de mi vida". Cuando sus hijos eran chicos él mismo les repetía cuando hacían trampa en los juegos: "Ojo, que ser honrado es cosa seria en la vida. Si hay unas reglas, hay que cumplirlas".
No siempre podemos ser ejemplo para nuestros hijos, sin embargo, un mínimo de honradez nos obliga a repetir a nuestros hijos que el sí enterizo y libre, el compromiso a la palabra dada ha estado y permanecerá siempre al inicio de las grandes tareas y logros, tanto personales como colectivos. Dijo Julián Marías: "el sí de la boda se manifiesta con pretensiones de eternidad, pero exige ser renovado al irrumpir las dificultades". Renovarlo muchas veces en la vida es el "imposible necesario", según Marías para una felicidad plena.
(flia@iuf.edu.uy)
Lo bueno de un error.
Es necesario que los padres pongamos empeño en disponer de tiempo para ser padres, al igual que el médico se lo hace para operar o visitar a los enfermos. Y si nos equivocamos, viene bien el comentario de Thomas Edison: "Lo más hermoso de un error es que uno no tiene que cometerlo por segunda vez".
Aunque no se paga, vale.
Nuria Chinchilla, doctora en Economía basándose en estadísticas de España, señala que, si el trabajo de la mujer en el hogar entrara en las cuentas públicas, el PIB español crecería un 33%.