Capturando depredadores, se hizo famoso en el mundillo internacional de la cacería.
Cada año miles de ovejas mueren por el ataque de los jabalíes. Cientos de productores han abandonado este rubro por ese motivo. El jabalí, una especie declarada plaga nacional, destruye majadas enteras y destroza con particular ferocidad a los corderos más pequeños.
No hay una solución fácil para el problema. Se han buscado distintas alternativas pero el resultado nunca es definitivo. Es en ese contexto donde surge la necesidad de contar con cazadores, que a su suerte, se enfrentan con estos animales dañinos y peligrosos.
La caza del jabalí es considerada "mayor" y se la puede comparar con la captura de animales que habitan en otros continentes. En Uruguay es la especie salvaje más grande.
Luego de pasar 60 años internado en montes ribereños tras la pista de los jabalíes más grandes y temibles, siempre rodeado de empresarios, embajadores y otras celebridades, Wilmar Borad a los 74 años escribió un libro donde cuenta decenas de aventuras en los campos uruguayos.
Se trata de "Pasando esta puerta comienza la cacería", una recopilación de historias y crónicas donde se junta el sacrificio humano ante los peligros que ofrece la naturaleza más salvaje, los hombres de negocios y la sencillez de un hombre de tierra adentro.
Borad caza desde que era niño. A los seis ya andaba probando puntería en su tierra natal de Tacuarembó. Después vinieron unas vacaciones inolvidables de tres meses en Valle Edén. Comenzó por las liebres, las cazaba con pequeños lazos de cuerda en los alambrados. "Las liebres y las perdices son como la escuela primaria para el cazador que después se va a dedicar a los jabalíes", dijo.
Hombre de profunda fe religiosa, Borad es un devoto de San Huberto, el patron de los cazadores. Lo menciona a cada rato porque cree que él lo salvó más de una vez de los colmillos de los jabalíes y sus embestidas furiosas.
Jubilado del Ministerio de Trabajo, dedicaba sus licencias anuales para la caza menor con extranjeros. "Durante 25 años cacé perdices, liebres y palomas con franceses. En su país, el que cazaba una era un ganador; el que conseguía dos era un rey. Acá se llevan cinco en una mañana", contó a Borad a El País.
Pero su afición personal eran los jabalíes. Los cazaba a cuchillo con ayuda de una jauría de perros especialmente entrenada. Se movía por el monte con calzado deportivo y poco más. "Para caminar más rápido", explicó el cazador.
Con el paso de los años hizo fama y comenzó a ser contratado por empresarios uruguayos y extranjeros. Los productores rurales comenzaron a necesitar frenar los ataques de los jabalíes sobre las majadas y los turistas comenzaron a ver el país como un destino para la caza.
Un día del año 1981 lo llamó el estanciero Alberto Gallinal para pedirle que se ocupara de una piara que estaba haciendo estragos en sus campos de Florida. No dejaba cazar a nadie. Tenía un cartel en la entrada al campo que decía: "Al leñador casa y al cazador, leña".
Sin embargo, sus majadas eran destrozadas por los jabalíes. "Hicimos un trato, yo no iba a cazar otra cosa que no fueran jabalíes y lo cumplí a rajatabla", narró el cazador.
Después vinieron otros contactos internacionales. Armando Conde, un empresario brasileño que tenía ocho bancos en su país, lo comenzó a contratar como guía de expediciones de cacería en Uruguay. Le pagaba US$ 1.500 por fin de semana.
Récord.
Su mejor captura fue un jabalí de 240 kilos, peso similar al de una vaquillona; lo cazó muy cerca del río San José, sobre un arroyo llamado Sarandí el 26 de octubre de 1985.
"Andaba con cuatro perros, llegamos a un lugar muy espeso. La zarzamora nos llegaba hasta el pecho, había que andar arrastrándose por los trillos. Los perros encuentran el chancho y se arma una tremenda pelea. Tuve que salir y correr tres cuadras, bordeando la zarzamora, para llegar al lugar. Cuando llegué, veo al chancho de espalda y los perros peleando y cansados. Le tiré dos tiros. Pegué pero el bicho disparó, se metió en un pajonal. Murió allí mismo", contó el cazador.
Para sacar el jabalí de aquel pajonal fue necesario conseguir el tractor de un vecino. Aquel animal había destrozado varias majadas y chacras enteras.
Un año después, en el mismo lugar, capturó al "Fajado", un padrillo que pesó 193 kilos.
"Unos días antes un peón lo correteó a caballo; cuando quiso acordar el jabalí lo estaba correteando a él", contó.
Crónicas de sus cacerías han sido publicadas en revistas especializadas de Europa y Argentina, donde la figura de Borad es una referencia todavía con sus 74 años de edad.
Cazando dentro de Montevideo.
El avance de los jabalíes sobre los campos uruguayos ya es imparable. Borad ha tenido oportunidad de cazar en todo el país. Asegura que el departamento con más jabalíes es Florida, pero no descarta que Paysandú, Lavalleja y algunas zonas de Maldonado tengan cantidades de importancia. De todos modos, el cazador ha tenido que capturar padrillos en lugares insólitos. Por ejemplo, en la zona chacarera y poblada de Melilla, dentro del departamento de Montevideo. Muchos de los jabalíes que se capturan en Uruguay tienen sangre de cerdo doméstico. El cruzamiento genera que los animales salvajes sean más grandes que en otros países.
CAZA MAYOR.
El cuchillo es mejor que las escopetas.
Wilmar Borad vive en una casa de la Costa de Oro rodeado de sus trofeos y perros cazadores. Fue de los primeros en Uruguay en utilizar perros de la raza dogo argentino. Recuerda con cariño todos los animales con los que trabajó, los llama por sus nombres y narra sus hazañas con emoción.
De vez en cuando sale a cazar pero no con el ritmo que lo hacía antes. Lo hace porque para él es como un "atavismo", algo que viene de otro tiempo. Ahora, sale a "correr un rato con los perros" y a visitar las estancias que tantas veces abrieron sus porteras para él.
Borad siempre prefirió el cuchillo a las armas de fuego. "Para cazar jabalíes la hoja debe medir más de 30 centímetros", informa y desenvaina una enorme bayoneta. "Una vez, un chancho me llevó un cuchillo, fue una pelea difícil, pero era un arma de 25 centímetros, ahí aprendí", asegura.
Borad asevra que el cuchillo es "lo más seguro" para cazar porque de esa forma se evita poner en riesgo a los perros y las personas que participan de la batida.
Además, "si usted tira un tiro no queda un jabalí a cuatro kilómetros a la redonda; a cuchillo ni se enteran", explicó.
El veterano cazador estima que el jabalí tiene los sentidos del olfato y el oído "tres veces más desarrollados que los perros".
Por eso, cada vez que entra al monte, siempre busca hacerlo de cara al viento y manteniendo el mayor silencio posible.

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