El reconocido escritor uruguayo falleció a los 68 años. Dejó una obra en la que tuvo éxitos comerciales y también de crítica.
El escritor uruguayo Tomás de Mattos falleció en la mañana de este lunes en Tacuarembó a los 68 años a causa de un infarto cuando caminaba por la calle, señalaron a la agencia Efe fuentes cercanas al literato.
El velatorio se realiza hasta las 18 horas en la Empresa Briz (Tacuarembó, Consejal Catalogne 180-86, sala 101) y luego se realizará el sepelio en el Cementerio local, informó el Ministerio de Educación y Cultura.
Fue, tal vez, el último gran novelista uruguayo. Y lo de "gran" no tiene solo que ver con su calidad como escritor. De eso no se duda. El adjetivo se aplica también por la ambición y el alcance de sus novelas.
En una tradición literaria como la uruguaya, donde el cuento tiene una preponderancia mayúscula, de Mattos no solo apostó gran parte de su pluma a la novela, sino que también apuntó a esos grandes relatos que caracterizaron a muchos escritores del siglo XIX y XX.
Lejos de la humildad y el bajo perfil de las historias mínimas o cotidianas, de Mattos escribía centenares de páginas sobre Jesús, nada menos. O sobre José Pedro Varela.
Su prosa tenía, como su ambición, un largo aliento y una mirada que podía abarcar siglos y más. Fue, tal vez, uno de los más circunspectos herederos uruguayos de escritores como Herman Melville o Fiodor Dostoievski.
Aunque nació en Montevideo, es considerado —como Washington Benavides, Mario Benedetti, Victor Cuhna, Carlos Benavides, Circe Maia y varios más— un escritor de Tacuarembó.
Como varios de sus colegas, empezó publicando en el semanario Marcha, a mediados de la década de 1960. Dos de esos textos fueron incluidos por Ángel Rama en Cien años de raros (1966).
Nueve años después publicó Libros y perros (1975), en el que puso de manifiesto sus excepcionales aptitudes como narrador. A principios de la década siguiente dio a conocer Trampas de barro (Premio Hermes de Correo de los Viernes, 1981), en el que reunió algunos de sus mejores cuentos como “La trampa de barro” y “Padres del pueblo”.
En su tercer título La gran sequía (1984) quedaron en evidencia –más que en los anteriores– sus inquietudes religiosas, ratificadas y desarrolladas más tarde en la novela A la puerta de la Misericordia (2002) con Jesucristo como protagonista.
Con la novela histórica ¡Bernabé! ¡Bernabé! (1988) alcanzó su consagración narrativa. En La fragata de las máscaras (1996) desarrolló una nueva perspectiva sobre la sublevación de esclavos en la que se basó Herman Melville para escribir Benito Cereno.
En el primer tomo de su más reciente incursión novelística, El hombre de marzo, titulado "La búsqueda" (2010) al que siguió un segundo bajo el título "El encuentro" (2013), el autor propone el ambicioso proyecto de una biografía novelada de José Pedro Varela.
Entre otros reconocimientos obtuvo premios del Ministerio de Educación y Cultura, la Intendencia Municipal de Montevideo, el Bartolomé Hidalgo, el Morosoli y el Fraternidad.
Fue colaborador de muchas publicaciones periódicas, como Cuadernos de Marcha, Brecha y el suplemento Cultural de El País, además de columnista de la revista Caras y Caretas. Fue miembro de número de la Academia Nacional de Letras y también Director de la Biblioteca Nacional entre 2005 y 2010.
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