Los tuvieron secuestrados, los torturaron y los enterraron cerca del estadio de Cerro.
El hallazgo de restos humanos de dos adolescentes en un predio del barrio El Tobogán, detrás del estadio de Cerro, conmocionó a la Policía y a la Justicia debido a los escabrosos detalles que emergieron a luz sobre la forma en que fueron asesinados.
Los jóvenes, Jorge Cotelo (18) y Emiliano González (19), se encontraban desaparecidos desde el 13 de agosto del año pasado. La dramática historia del caso fue publicada hace una semana en estas páginas y movilizó a la Policía, que ayer procedió, con orden judicial, a allanar el predio señalado.
Cotelo y González, vecinos del barrio La Paloma, fueron secuestrados por una banda del barrio Casabó, estuvieron cautivos en una casa, fueron brutalmente torturados, descuartizados y quemados.
Funcionarios del Departamento de Hechos Complejos del Ministerio del Interior, con personal provisto de palas, picos y rastrillos, se presentaron en la mañana de ayer para excavar en la zona: un terreno con mucha vegetación, ranchos de lata y basurales, próximo al arroyo Pantanoso.
Lograron desenterrar partes de una mano y huesos de miembros inferiores que fueron trasladados a Policía Científica.
Hasta esta dependencia fueron llevados los familiares de Cotelo y González, donde se les tomó muestras de ADN que serán cotejadas en las próximas horas con los restos encontrados. Los resultados demorarán aproximadamente seis días.
Tres fuentes, entre ellas, una perteneciente a la banda del Casabó, habían señalado a El País la hipótesis de los enterramientos, que después fue confirmada por un recluso, partícipe directo de los enterramientos y quien indicó exactamente dónde estaban los cuerpos.
El informante, de 20 años, que dirigió a los investigadores hasta el lugar, describió las aberrantes torturas que practicaron los líderes de la banda del Casabó con los jóvenes.
"A ellos los entregaron y los llevaron a una casa en La Cachimba del Piojo", al este del arroyo Pantanoso.
Los secuestradores "les pusieron medias en la boca, para que no gritaran. Tenían un machete y les hacían poner las manos sobre un tronco, y ahí les cortaban los dedos, los hacían sufrir de verdad".
Al menos dos investigadores del caso, que conversaron con El País a medida que iban conociéndose los detalles de los hechos, no salían de su asombro, no querían creer lo que estaba pasando.
"Al final, los degollaron con otro cuchillo diferente, el machete lo dejaron de lado", informaron las fuentes, que precisaron: "para torturarlos se separaban en dos grupos, dos le daban a uno y otros dos al otro, así funcionaba".
La casa de la Cachimba del Piojo se encuentra vacía y ayer fue periciada por personal de Policía Científica.
El anterior dueño de ese inmueble fue interrogado por la Policía, aunque no se lo pudo vincular a los hechos, informaron las fuentes.
Traslado.
El traslado de los cuerpos de Cotelo y González desde la Cachimba del Piojo hasta El Tobogán se hizo en un carro de hurgador tirado por caballos. Un vehículo en el que viajaban "los pesos pesados del Casabó", quienes dieron muerte a los jóvenes, custodiaba el carrito.
Varios testigos, en diferentes escenarios, señalaron a los responsables de esas muertes: el "Oreja Donato", "el Gárgola", "el Manolo", y "el Tulita". Todos están presos desde hace varios meses, vinculados a otros hechos violentos.
El "Oreja Donato" está recluido en una cárcel de Brasil, pero es requerido por Uruguay por su presunta vinculación con el asesinato de una pareja paraguaya en la Ruta Interbalnearia.
Uno de los informantes del caso fue testigo mientras Cotelo y González eran torturados. Los otros dos (que figuran como testigos protegidos) vieron y relataron cómo los cuerpos eran enterrados en El Tobogán.
Más cuerpos.
La jueza que investiga el caso, María Noel Odriozola, tomará hoy declaraciones a más personas. Uno de los testigos del barrio El Tobogán afirmó que "habría más cuerpos enterrados" en el paraje, extremo que también investiga la Policía.
El País manejó en la referida investigación que fue publicada el pasado 12 de mayo, que además de los cuerpos de Cotelo y González podría haber restos de otras personas que son buscadas por la Policía, y que se relacionan a hechos vinculados con tráfico de drogas en el barrio y muertes por encargo.
DATOS CLAVE.
La sed de venganza comenzó en el INAU.
La desaparición y posterior muerte de Jorge Cotelo y Emiliano González se vincula a problemas que comenzaron dentro del centro de reclusión de menores Ceprili, del INAU. El 11 de agosto de 2015, Cotelo se había fugado del hogar donde cumplía pena por el hurto de una motocicleta. González era vecino de Cotelo y su mejor amigo, también poseedor de anotaciones policiales.
Mientras Cotelo cumplía su pena en el centro, había tenido varios enfrentamientos con otros internos del barrio Casabó, entre ellos el sobrino de un notorio narcotraficante del barrio.
El joven "salía al patio y exclamaba: ¿Quién es del Casabó? Vamos a darnos porque quiero saber con quién paro", contó un funcionario del hogar, que habló a condición de que se reservara su identidad.
Cuando la banda del Casabó se enteró de que Cotelo se había fugado del Ceprili, fueron tras él. Contrataron a otro joven, Marcio Soriano, de 19 años, para que fuera a buscarlo y se los entregara. Marcio se llevó a Cotelo y al amigo que estaba con él y los entregó a la banda, a cambio de un kilo de pasta base. Pocos días después, el cadáver de Marcio fue hallado en la zona de Paso de la Arena, baleado y quemado.
"Nunca nos dieron corte cuando lo denunciamos".
La familia de Jorge Cotelo, se lamenta que la Justicia y la Policía no le hayan "prestado atención cuando dijimos que a los gurises los tenían los del Casabó".
La madre de Cotelo, que prefirió no revelar su nombre públicamente, explicó a El País que "esto se está moviendo gracias a lo que hicieron ustedes. Hace nueve meses que estamos con esto, no nos dan corte, es así. Si me hubiesen hecho caso cuando les llevé las pruebas a la Policía, cuando les iba a decir cada versión de vecinos que tenía, no habríamos pasado por todo esto".
El padre de Cotelo, que es taxista y que ayer no sabía cómo seguir su turno luego de haber conocido la noticia de los restos hallados, fue en el mismo sentido: "Nadie nos dio bola, y no sé si es porque somos pobres, pero esto es un caso gravísimo, ¡Dos chiquilines desaparecidos nueve meses!".
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