Aunque estaba preso, conocía al detalle lo que pasaba en el barrio Manga. Tenía gente allí que eran sus ojos, brazos y oídos. Con tan solo un mensaje desde sus redes sociales podía conocer la lista de todos aquellos que estaban lamentando la muerte de una joven madre del barrio. A una de sus informantes le pidió que identificara quiénes eran los que posteaban en redes sociales horrorizados por el crimen del que esa joven fue víctima.
Además de preguntar ese recluso por delitos de drogas también daba órdenes y realizaba amenazas. “Yo ya di la (luz) verde, que te maten”, decía uno de los mensajes que recibió la joven. En otro, le afirmó: “Entregá a tu hija. Dame a tu hija”.
La mujer sabía que su cabeza y la de su niña de cuatro años tenían precio: la droga que ella —que era adicta— supuestamente había tomado de la banda de Los Crocos. Según dijo la fiscal de Homicidios de 2º Turno, Mirta Morales, en una audiencia judicial a cuyo registro accedió El País, se trata de una organización delictiva barrial con la que la víctima tenía vínculo ya que les compraba drogas.
“Dame las pilas o te voy a matar”, decía uno de los mensajes que la fiscal leyó en audiencia y que llegaron al teléfono de la mujer.
Cuando el clima había alcanzado su punto más álgido, la víctima tomó dos medidas de seguridad: sacó a su hija de su casa y la dejó al cuidado de una amiga y denunció a un policía de confianza qué era lo que estaba pasando.
El 12 de febrero, desde la cárcel, el hombre señalado como el líder de la banda se comunicó con un joven del barrio y le dijo que tenía un “trabajo” para él: debía prender fuego la casa de la mujer. Además, le dijo que se pusiera en contacto con su hermano, que él le iba a explicar. La retribución por este “trabajo” serían “dos pilas”, refiriéndose a droga, aunque sin determinar cantidad ni tipo.
Cuando el joven le manifestó, de alguna forma, que tenía temor, el hombre le dijo que se quedara tranquilo, que él lo respaldaba.
Fue en un mensaje de Facebook que le dio la orden final. “¿Bueno, bro, estás?”, le dijo el joven a su líder. “Dame el ok y arde troya”, le contestó. “Sii, obvio, está el ok (sic)”, indicó el recluso desde el exComcar donde cumple condena.
El muchacho fue a la casa de la víctima y la roció con nafta con intención de prenderla fuego, aunque en esa oportunidad no pudo. Eso, de hecho, le significó un reproche.
Como él falló, sostuvo la Fiscalía, el hombre le encargó la tarea a alguien de mayor confianza: su hermano. Su familiar llevaba una tobillera electrónica por una causa de violencia doméstica, lo que permitió rastrear sus pasos y confirmar que estuvo en las calles donde está situada la casa de la víctima cuando fue asesinada.
Primero fue baleada en los brazos y en las piernas, antes de recibir disparos en el abdomen, que resultaron letales.
Esto, indicó la fiscal Morales, se condice con algunos de los mensajes relevados, en los que dicen que la idea era que antes de terminar con ella, lograran que hablara. Para la Fiscalía, la violencia era un modus operandi común para este grupo. Y en el último tiempo se agravó, como lo muestra un mensaje que intercambió el líder encarcelado con otro hombre: “Mirá que las cosas ya no están como antes. Ahora la nueva orden es matar. El primer gil que hable o me mencione, orden de matar. Yo salgo y a ese wacho puto lo torturo. No ves que para decir eso le falta cancha (sic)”.
El juez Matías Porciúncula imputó a los hermanos por la coautoría de una tentativa de homicidio muy especialmente agravado por precio o promesa remuneratoria (sicariato) y un delito de homicidio. Asimismo, al joven que prendió fuego la casa de la víctima, lo imputó por la tentativa de homicidio muy especialmente agravado por sicariato.
Recluso "ordena lo que pasa en el barrio"
En la audiencia en la que los imputaron, los acusados gritaban e interrumpían. Insistían en su inocencia y le exigían a la fiscal que “investigara bien”.
Morales evitó responderles, pero en un momento afirmó que le “indignaba bastante” que el hombre que presuntamente ejecutó la orden del homicidio, pese a estar preso, mantenía “mucho vínculo con el barrio”. “Ordena lo que pasa en el barrio. Y tiene gente que le cuenta, incluso, quienes posteaban” por la muerte de la mujer.
Llegaron a interrumpir incluso al juez, motivo por el que el magistrado pidió a un policía que alejara a unos metros de la sala a uno de los imputados.
Dos de los tres abogados que representaban a los imputados aseguraron que no existía una situación tal como para que sus clientes estén presos preventivamente e insistían en que la investigación podía continuar con ellos en libertad.
La fiscal remarcó que sí se daban los presupuestos necesarios —con lo que el juez luego coincidió— y aseguró que “la violencia que se da en ese lugar es enorme”. “Pero no porque lo diga argumentativamente la fiscal. ¡Porque estamos hablando de cortar dedos! ¡Porque estamos hablando de torturar! ¡Porque estamos hablando de quemar una casa que luego aparece quemada y porque estamos hablando de que decían que la iban a matar y apareció muerta! ¡Y no de un balazo! Hay balazos en los brazos, en las piernas. Y luego hay balazos en el estómago”, sostuvo.