Publicidad

Homicidios de Giuliana Lara y Mateo: asesino vivía con ellos y los acosaba y agredía

Existía un historial de violencia doméstica, lo que hizo que los conocidos de la familia apuntaran a él cuando madre e hijo desaparecieron; el homicida fue condenado este lunes.

Compartir esta noticia
Giuliana Lara y Mateo Miños fueron asesinados en Paysandú
Giuliana Lara y Mateo Miños.
Foto: Jefatura de Policía de Paysandú

A Giuliana Lara (27 años) su hermano la volvía loca. Jorge Daniel Lara Ríos vivía con ella y su hijo en una casa en Paysandú, pero la insultaba diariamente, le sacaba los juguetes al niño Mateo (8 años) para dárselos al suyo, le cortaba la luz y la “colilla del calefón”. Le rompía cosas que ella compraba. Pasaba por la puerta de su trabajo y desde un camión recolector le gritaba cosas. Llegó a hacerle un gesto al niño de que lo iba a degollar. La víctima le contaba a sus amigas que el hombre le tenía “celos”, pero ella no tenía miedo porque creía que era “un bocón”. En la madrugada del 31 de enero de 2023, Jorge Lara mató a su hermana y horas después a su sobrino, razón por la que este lunes fue condenado a 30 años de prisión y se le impuso entre 10 y 15 años de medidas eliminativas.

El homicida fue defendido por una defensora de oficio, quien no cuestionó que él hubiera cometido el crimen, pero sí las agravantes que pretendía imponerle la Fiscalía, así surge de la sentencia judicial a la que accedió El País. La familia de las víctimas fue defendida por el abogado Federico Álvarez Petraglia.

La Fiscalía que lidera Cecilia Irigoyen relató durante el juicio oral que la última vez que vieron con vida a la madre y su hijo fue el 30 de enero por la noche. La mujer y el niño se quedaron dormidos en un sillón y allí fue que el hermano de ella la atacó y la apuñaló en el pecho. Después de eso, comenzó a planear cómo deshacerse del cuerpo.

A las seis de la mañana, se subió a la moto que era de su hermana junto al niño y circuló por distintas calles de la ciudad, para luego volver a la casa. Allí fue cuando mató a Mateo.

Para descartarse de los cuerpos y aprovechándose de su oficio –había trabajado en un frigorífico– los desmembró. Sobre las 8 de la mañana, volvió a salir en la moto y compró, pagando en efectivo, bolsas de residuos. Retornó a la casa y acondicionó los restos en las bolsas.

Sobre las 8:55 de la mañana, una cámara de videovigilancia lo toma circulando en la moto con dos bolsas negras entre las piernas y una mochila en la espalda. Después de pasar por otra ferretería, se dirigió hacia Playa Mayea y ahí fue cuando se cruzó con dos jóvenes.

Ellos declararon que Jorge Daniel Lara salió de entre “unos matorrales y maleza” en la moto turquesa y, nervioso, les dijo que “le mataron un perro y que tuvieran cuidado porque andaba una yarará”. Cuando Lara se fue, ellos se acercaron a la zona y vieron fuego y tierra quemada.

Según el relato judicial, entre el mediodía y las 17 horas, el homicida volvió a la escena del crimen y limpió el baño. Una testigo que fue en busca de Giuliana cuando desapareció dijo que de la casa salía olor a agua jane y el policía que hizo la prueba de luminol (por el que se buscan rastros de sangre con ayuda de reactivos químicos y luz ultravioleta) declaró que “brillaba todo”.

Mientras tanto, la empleadora de Giuliana notó que la joven no había ido a trabajar después de llevar al fonoaudiólogo a su hijo como había prometido ni contestaba los mensajes. Después de algunas horas, llamó a su padre e intentaron ubicarla sin éxito. Fueron a su casa y vieron que no estaba la moto, porque se la había llevado el condenado.

Cuando intentaron hablar con él para ver qué sabía de su hermana, se excusó en que estaba en Salto. Jorge Daniel Lara fue hasta allí en la moto y guardó ropa de su hermana y su sobrino en unos casilleros de un supermercado. Intentaba demostrar que Giuliana había decidido irse con el niño voluntariamente y por eso se habían llevado objetos personales.

Pocos días después, fue detenido en ese departamento.

El condenado fue sometido a una pericia psicológica, en la que contó que trabajaba desde los seis años repartiendo diarios para ayudar en su casa y trabajó en la Marina, hasta que le dieron la baja por haber sido procesado en 2015. Afirmó que con su hermana “no se querían mucho”, pero sí “quería muchísimo” a su sobrino.

Sin embargo, cuando la perito le preguntó el nombre del niño, Lara no lo recordaba. En su evaluación, la psicóloga sostuvo: “No hay ningún signo de ansiedad o angustia, lo que es muy llamativo en todo su relato (…) en las dos instancias de evaluación (…) se muestra imperturbable (…) no hay angustia ni sentimiento de culpa ni remordimiento(…) El rapport fue dificultoso, cambia de tema, o se explaya en lo que cree que lo va a favorecer (…) como una estrategia evitativa”.

La jueza Noelia Acosta compartió casi totalmente la petición fiscal. La digresión fue en cuanto a la tipificación de agravantes, pero no en la pena solicitada: lo condenó a 30 años. Se trata de la pena máxima. También se le impusieron entre 10 y 15 años de medidas de seguridad eliminativas, las que se reservan para delincuentes extremadamente peligrosos que se entiende no pueden estar rehabilitados para el final de su condena.

Por ejemplo, una de las cuestiones en las que discrepó la jueza es en la aplicación de la agravante que pena la comisión de homicidios delante de menores de edad. De acuerdo al fallo, no está probado que el asesinato de Giuliana Lara haya sido frente a Mateo, quien se encontraba dormido. Tampoco computó la alevosía en el caso de la joven, porque no se comprobó que no se haya defendido. Sí se computó en el caso del niño.

Finalmente, Acosta condenó a Jorge Daniel Lara por cometer un delito complejo de homicidio especialmente agravado por el parentesco y muy especialmente agravado por: concurso, femicidio y para ocultar el delito y procurarse la impunidad.

¿Encontraste un error?

Reportar

Temas relacionados

femicidioPaysandú

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad