En la morgue, cuando los cuerpos asesinados están irreconocibles por el deterioro, les sugieren a los familiares que no los vean. Ya no hay nada ahí de quien fue su ser querido. Eso fue lo que sucedió con los familiares de, al menos, uno de los tres adolescentes carbonizados en un ataque a un auto en Colón. Y algo hizo que la madre de ese joven quisiera ver a su hijo —del que le habían dicho que ya no quedaba nada— en la empresa fúnebre. Pero no era su hijo. El cuerpo era más corto y la cadena que tenía anudada al cuello no era la de él. Así comenzó un periplo que lleva una semana y por el que el Instituto Técnico Forense (ITF) inició una investigación administrativa de urgencia que se basa en la toma de declaraciones y el análisis de cámaras de seguridad.
Los tres jóvenes, dos de ellos de 17 y uno de 18 años recién cumplidos, fueron asesinados en la madrugada del domingo 11 de agosto en las inmediaciones de la calle Carlos A. López, esquina Pororó. Iban en el asiento trasero del auto de un amigo, cuando, en lo que se presume era una emboscada, personas desde la calle les empezaron a disparar. Luego prendieron fuego el auto.
Así, la Fiscalía de Homicidios de 3o Turno pidió la intervención de Forense para identificar los cuerpos y realizar las autopsias. A partir de allí es que comenzaron los problemas que ahora se investigan.
En la mayoría de los casos, los cuerpos ya ingresan a la morgue identificados —o porque un pariente fue quien lo encontró, o porque llevaba su documentación consigo—, y luego se confirma con huella digital.
Pero en este caso, con los restos tan deteriorados por haber sido calcinados, tuvo que hacerse por prueba genética.
La identificación genética no se realiza en la morgue, sino que es un funcionario de Policía Científica quien procede a tomar las muestras salivares y llevarlas al laboratorio para hacer los cotejos.
En la mayoría de los casos, quienes mueren el mismo día y sus cuerpos son trasladados a la morgue judicial son dispuestos en mesas prácticamente contiguas en la sala de autopsia y se los distingue por una pulsera que llevan y que tiene los datos identificatorios de cada uno.
Según reconstruyó El País en base a fuentes del Poder Judicial, para los directivos del ITF (que depende del Poder Judicial) existen dos posibilidades. O bien existió un error del funcionario que inscribió los datos identificatorios en cada una de las pulseras o, en sede de Policía Científica, se “asignaron” mal las muestras.
El País consultó a la Dirección de Comunicación del Ministerio del Interior respecto de si existía alguna investigación administrativa o averiguación interna a nivel de Policía Científica, pero no obtuvo respuesta.
La investigación administrativa en el ITF (que depende del Poder Judicial) comenzó formalmente este lunes y se basará en la declaración bajo acta de todos los intervinientes y el análisis de las cámaras de seguridad de la morgue. La sala de autopsias tiene cámaras de videovigilancia, así que todo lo que sucede allí queda documentado.
Está previsto que culmine entre el final de esta semana y comienzos de la próxima y que en los días siguientes los jerarcas puedan establecerse las conclusiones. A partir de allí, determinarán si se inicia un sumario a algún funcionario o no. A su vez, buscan poder analizar las conclusiones para evaluar dónde surgió el error y mejorar el protocolo para que no vuelva a ocurrir.
Cronología
Eugenia Barrán, hermana de uno de los adolescentes fallecidos (aquel al que la madre no reconoció), contó que su madre salió corriendo de la sala velatoria diciendo que quien estaba allí no era su hijo.
“Primero no reconoció su cuerpo, los brazos cortos, las piernas cortas y él tenía una cadenita y no era la cadenita de mi hermano. Mi hermano tenía dos cadenas de oro y no era…”, contó el sábado a Subrayado.
Antes, cuando fue citada a la morgue, los funcionarios le recomendaron que no viera el cuerpo porque estaba muy deteriorado. Sin embargo, en la sala velatoria la mujer terminó pidiendo para verlo. Esto ocurrió el miércoles 14 de agosto. Un día antes ya habían enterrado a otro de los fallecidos y ese mismo miércoles, en una sala contigua, estaban velando al tercer joven.
Fue al otro día, jueves 15 de agosto, que la mujer se presentó en Fiscalía pidiendo hablar con la fiscal del caso, Adriana Edelman. La madre, nerviosa, intentaba convencerla de que los restos que le habían dado no eran de su hijo. Le repitió los motivos por los que ella sabía que no era: el cuerpo que le habían dado era bajo y no tenía la cadena de su hijo.
La fiscal entendió que lo que la mujer decía podía tener cierto asidero, por eso, por razones “humanitarias” —según dijo la Fiscalía en un comunicado este sábado— dispuso que se le haga un nuevo examen de ADN al cuerpo de quien, se suponía, era su hijo.
Así se confirmó la corazonada de la madre. El cuerpo que había recibido no era el correcto y los otros dos ya estaban enterrados. Barrán dijo en la entrevista televisiva que ellos pensaban cremar los restos de su hermano, pero que sabían que ya lo había velado y enterrado otra familia.
Una vez obtuvieron el resultado, la fiscal Edelman informó al director del Departamento de lo que había ocurrido. También al fiscal de Corte, Juan Gómez, para que hiciera las comunicaciones institucionales de rigor.
La fiscal además ordenó la exhumación de los otros dos cuerpos, que confirmó que había existido una confusión cuyo origen todavía no se determinó.
Los cuerpos trasladados a una morgue judicial durante un solo día, probablemente sean manipulados por un mismo médico forense. Es él quien está de turno y es el encargado de realizar los estudios a todos los cadáveres que lleguen a su mesa.
Así, en la sala de autopsias, pueden estar sobre las distintas mesas de trabajo desde uno hasta varios cuerpos para analizar. Aunque la autopsia suele llevar una hora como máximo, muchas veces los cuerpos están en la morgue bastante más tiempo. Esto, debido a que, por ejemplo, llegó un cuerpo por la tarde pero el médico no ingresa hasta el día siguiente. Pero también porque, una vez que el estudio ya fue realizado, es responsabilidad de la empresa fúnebre irlo a buscar y eso puede demorar varias horas.
El reconocimiento por parte de los familiares se hace prácticamente sin excepción y es usual que suceda antes de la autopsia. Sin embargo, los forenses repiten que ese no es un método fiable: el rostro puede haber cambiado su forma dependiendo de la causa de la muerte y además quien lo reconoce puede estar afectado por factores psicológicos relacionados a un proceso de duelo.
Por eso, aunque la mayoría de los cuerpos ya ingresan a la morgue identificados, si ese no fuera el caso, el método más usual es el dactiloscópico. Esta forma es científicamente muy segura y se compara con los registros de la Dirección General de Identificación Civil.
Si este método no fuera disponible –ya sea porque al cuerpo le faltan sus miembros, o porque, como en este caso, fueron calcinados– muchas veces se identifica de otra manera. Por ejemplo, si hubieran encontrado calcinados en el domicilio de una pareja el cuerpo de un hombre y una mujer, por más de que no se hiciera la confirmación dactiloscópica, pero fuera posible conocerse el sexo, no sería necesario hacer el estudio genético.
Los casos en los que se realiza una identificación genética queda circunscripto a un pequeño círculo de casos, en los que las personas tienen el mismo sexo y más o menos el mismo tamaño.
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