Por Pablo Méndez
"Eduardo Pereyra no tolera la frustración. Lo que quiere lo quiere ya, no importa el costo”. Así comienza el alegato del fiscal de Homicidios Carlos Negro en el que reconstruye el caso por el que un recluso asesinó en abril de 2020 a dos compañeros de celda porque no le daban una medicación. El pasado miércoles, el juez Fernando Islas resolvió condenarlo a 29 años de prisión, más otros tres años por agravantes.
Los psicofármacos que el penado reclamaba le permitían convivir con él mismo y con sus compañeros, según expresó el propio Pereyra en su declaración. Y dijo que cometió los asesinatos para llamar la atención de los guardias y de esta forma lograr salir de su celda para recibir las pastillas.
No era la primera vez que el hombre de 37 años atacaba a otros reclusos. Desde 2017 cumplía una sentencia de nueve años por apuñalar dentro del mismo penal -Unidad N° 4 del INR- a otros dos compañeros de celda. Las víctimas dormían cuando fueron atacadas. Pereyra dijo que esa vez también lo hizo para llamar la atención y que le dieran la medicación.
Hechos
El doble homicidio por el que se inculpa a Pereyra ocurrió el 30 de abril del 2020 en horas de la noche. Rodrigo Martínez y Mario Núñez habían ingresado ese día a la celda 9 donde se encontraba solo el homicida, al cual no conocían previamente.
A la mañana siguiente el oficial Luis Fernando Vicente y otros dos policías realizaron, como marca el protocolo, una revisión en cada celda. Se detuvieron en la de Pereyra, donde este estaba sentado en su cama. “Buen día” le dijo Vicente, y el recluso le devolvió el saludo. El hombre no parecía nervioso, pero en un principio sus compañeros de celda no alcanzaban a ser vistos por los guardias. Por el pasa-platos de la celda fue que, enseguida, los agentes vieron a los dos prisioneros inmóviles en el piso.
Vicente le ordenó a Pereyra que los despertara, pero el hombre se negó. Según explicó, no podía hacerlo ya que los había matado durante la noche.
Los guardias preservaron la escena y retiraron del lugar al homicida confeso. A través de los estudios forenses y la declaración del acusado se logró comprobar que ambas víctimas habían muerto por asfixia.
Martínez había sido atacado por Pereyra con un buzo que fue encontrado de inmediato dentro de la celda. Su cuerpo estaba tendido sobre el piso próximo a una de las camas.
Cerca de una ventana, en tanto, estaba el cuerpo de Núñez. En su caso, su atacante lo había sofocado con uno de sus brazos.
El condenado planificó los asesinatos con tiempo, según declaró. Lo hizo para recibir un tratamiento psiquiátrico que le fuera reiteradamente negado.
Un perito evaluó su estado mental para determinar de alguna forma si el hombre era rehén de una patología o si actuó consciente de sus actos. Se concluyó que era imputable.
Según la acusación -realizada por quien manejó en primera instancia el caso, el hoy fiscal de Corte, Juan Gómez- “el motivo aducido por el imputado resulta tan baladí que implica la ausencia de motivo”. Este fue un elemento que agravó la pena y que sumado a la reiteración por las tentativas de homicidio anteriores, generó que termine siendo tan elevada su pena. Además se someterá a tratamiento psiquiátrico.
Tenía "plena conciencia del carácter de sus actos"
El informe elaborado por un perito psiquiatra al homicida concluye que “no tenía una enfermedad mental ni síntomas psiquiátricos agudos que le impidieran comprender el carácter se sus acciones”. De todas formas sí se recomienda que el hombre acuda a “tratamiento psiquiátrico ambulatorio”, para tratar los síntomas de ansiedad y angustia que presenta.
Por otra parte, se repasa la historia de vida del hombre, quien vivió casi toda su infancia y adolescencia en un centro de INAU. Allí ya presentaba trastornos de conducta, que lo llevaron a culminar primaria repitiendo varios años y dejar los estudios más adelante, en el tercer año de secundaria. Desde allí comenzó su actividad delictiva que lo llevó a estar preso la mayoría del tiempo, con algunas internaciones en el Hospital Vilardebó.