Antes de fin de mes se instalarán en Salto los técnicos de YPF para empezar la búsqueda de petróleo en Belén y Pepe Núñez. La mayoría de las 17 familias de ese último pueblo esperan descreídas los resultados que puedan tener esas excavaciones.
En una visita a la capital salteña, Felipe Carballo, diputado por Montevideo y dirigente de Compromiso Frenteamplista, dijo que "lo importante es que ya se adjudicó la licitación y la empresa va a trasladarse hasta Belén y Pepe Núñez para iniciar las primeras exploraciones".
Desde que Ancap anunció los trabajos de detección de hidrocarburos en el pueblo, los habitantes de Pepe Núñez -que no son más de 100- se encomendaron a Dios y se sumaron a las plegarias del padre "Yiyo" cuando, de tanto en tanto, se da una vuelta para celebrar misa y a animar a esa descreída población que, con el correr de los años, se reduce por la migración de familias enteras.
El pueblo está a 180 kilómetros al Este de la capital de Salto y a 85 kilómetros del microcentro de Tacuarembó. Los vecinos no tienen ómnibus, ni energía eléctrica, tampoco un programa de viviendas del Movimiento de Erradicación de la Vivienda Insalubre Rural (Mevir).
La fuente de ingresos de esas 17 familias -de las 25 que residían allí hace un año- es la changa en estancias. "Las mujeres no tenemos acceso al trabajo y, de conseguir algo, es en las estancias como cocineras, pero hay que abandonar a la familia porque los patrones no quieren mucha gente en sus establecimientos", dijo Blanca Alonso, nacida y criada en el medio del campo. Ella sabe de sacrificios y le preocupa el futuro de los hijos y de sus nietos y su propia salud porque ha pasado a depender de la insulina por la diabetes. "Acá comemos lo que cosechamos y carne cuando se consigue que le den o le vendan en alguna estancia porque si se encarga algo de la ciudad cuesta el doble", acotó.
Explicó que una de sus hijas, de 19 años, trabaja de marzo a diciembre en la escuela del pueblo, "gana $ 2.000 por mes, pero eso no es futuro y mientras Mevir no construya viviendas vamos a vivir peor porque no llegará la luz, ni el ómnibus".
En el medio de la nada y alejados a 19 kilómetros de la ruta 31 para salir a las capitales de Salto o Tacuarembó, la mayoría de la gente es indiferente a lo que pueda suceder con las excavaciones por petróleo.
La enfermera de la policlínica Estela Ferreira, que hace 30 años vive en el pueblo, dijo que "desde que vinieron unos técnicos con máquinas los vecinos se entusiasmaron, pero ahora son indiferentes porque siempre les han creado expectativas y nunca les dan soluciones. Para llegar a Tacuarembó hay que pagar $ 500 por persona; para mirar televisión hay solo cuatro antenas, todo es caro acá, los jóvenes van a estudiar y no vuelven".
En cuanto a la atención de la salud: dos veces al mes concurre un médico general, una pediatra y una partera.
Guillermo Fallietti (74) es alambrador y fue peón de estancias hasta hace muy poco. A él no le importa mucho lo que pueda pasar con los ensayos que va a realizar Ancap a pocos metros de su casa. "De repente nos dan una mano porque la cosa viene fea, hasta hace poco éramos unas 40 familias y ahora no pasamos las 20; estamos quedando solo los viejos", dijo.
Juan Arezo está más confiado de que el pueblo tenga algún impulso con las excavaciones y, por eso, comenzó a techar un alero de su boliche para que sus clientes puedan tomar una cerveza o una grapa bajo techo.
Hay solo una infraestructura que sobresale en Pueblo Núñez a su ingreso: la capilla de la Iglesia Católica. Cada mes o 45 días llega el padre "Yiyo" en su moto para efectuar una misa. La enfermera dijo que el padre "siempre está con su palabra de aliento y repitiendo: no desesperen, ya va a llegar, tengan paciencia, Dios aprieta pero no ahorca, sigan luchando que vamos a salir adelante".