La Ford T festejará 100 años en caravana

| En Tacuarembó se inaugurará el primer museo uruguayo del Ford T. El flamante Club Uruguayo del Ford T hará el primer encuentro en la ciudad natal de Carlos Gardel | Se inaugurará en diciembre próximo y es la mayor colección

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El País

RENZO ROSSELLO

El 27 de septiembre partirá una caravana de cachilas desde Punta del Este. No se trata de cualquier cachila. Es algo así como el padre (o el abuelo) del automóvil moderno: la legendaria Ford Modelo T que el 1° de octubre cumple 100 años.

Germán Canto (60) propone un experimento muy sencillo. "Si le pide a un niño que dibuje un auto, verá que hace un cuadradito con dos rueditas: ¡Hace una Ford T!". No se trata de una investigación científica, apenas del empirismo de un fanático del automóvil centenario.

Los lazos del mítico automóvil creado por Henry Ford con Uruguay, son más profundos de lo que parece. Por lo pronto tiene que ver con un vocablo de cuño uruguayo que la última edición del diccionario de la Real Academia Española incorporó: "Cachila: 1. f. Arg. y Ur. Pájaro pequeño, de color pardo con vetas oscuras y garganta y vientre amarillento, de hábitos terrestres y que realiza vuelos acrobáticos en época de apareamiento. 2. f. Automóvil antiguo. 3. f. Ur. Automóvil viejo y deteriorado por el uso".

Y como sobraban razones para que el centenario no pasara inadvertido, hace pocos días se fundó en Salto el Club del Ford T. La pequeña legión de coleccionistas de "cachilas" fabricadas entre 1908 y 1927 decidió unir fuerzas y hacer la primera caravana Punta del Este-Santiago de Chile. Y también inaugurar el primer museo del Ford T, propiedad de quien sea tal vez el mayor coleccionista del país y que (como Carlos Gardel), es de Tacuarembó.

Cualquiera sabe que en Uruguay abundan las cachilas, mucho más en el "Uruguay profundo". Sin embargo, muy pocos automóviles de este modelo todavía sobreviven, y cualquier propietario de uno de estos coches defenderá con vehemencia el término de "sobreviviente". No se trata sólo de un automóvil, de un viejo cachilo. Con los años "ella" (definitivamente, para los coleccionistas el coche es ella, no él) se ha vuelto una dama exigente, aristocrática sí, pero sin olvidar su arraigo popular. De andares lentos y majestuosos, ella jamás prometería velocidad, pero sí la más empecinada fidelidad a su amante chofer. Es seguro que si le preguntaran qué opina de esos jovenzuelos 0 kilómetro full-equip y ultraveloces pusiera sus faroles en blanco, con una mueca de soberbio desdén.

UN SENTIMIENTO. "Cada persona que tiene una Ford T tiene un sentimiento muy especial, siempre hay una historia atrás de una Ford T: que fue el primer vehículo familiar, o el primero en el que se aprendió a manejar, como es mi caso", dice Germán Canto.

Canto, un comerciante de Canelones y también miembro de la filial uruguaya del Ford Model T Club de Estados Unidos, restauró su modelo de 1923 con la ayuda de un amigo y de un veterano mecánico de la Ford. Cuando por fin estuvo pronto reservó su paseo triunfal para el cumpleaños de 15 de su hija. "Y, lo que son las cosas, años después en el casamiento de esta hija nos enteramos que los abuelos del esposo, de mi yerno, se habían casado en esa misma Ford T", apunta don Germán.

Tenía apenas ocho o nueve años cuando se enamoró del primer Ford T de su vida. Por entonces era el modelo 1927 de su padre. En ella aprendió a manejar. A los 16 su padre se la prestaba para salir con sus amigos. En la foto de sus años dorados siempre habrá una cachila.

"Manejar una Ford T es muy difícil, por eso si se aprende a manejar en un coche de estos ya se puede manejar en cualquiera. Tiene muchos secretos, yo descubrí que el oído tiene que ir con el motor, hay que estar atento porque durante la marcha ella va pidiendo que la atrase, que apriete el acelerador", explica.

Para don Germán la prueba de fuego para su cachilo fue en la noche del 23 de agosto de 2005, quizá el peor temporal en la historia de Uruguay.

"Esa noche la había llevado a Montevideo para una cena con unos amigos -recuerda-. Cuando pegué la vuelta para Canelones ya era casi la 1 y el temporal se largó con todo. Iba por Bulevar Artigas cuando a la altura de General Flores sentí un golpe en la parte trasera, era un contenedor que había volado. Me arrimé al cordón y me incliné en el asiento para abrir la puerta (del acompañante) y mirar atrás, a ver qué había pasado. Ni siquiera pude abrir la puerta, el viento no me dejaba. No sé cómo pero llegué a los accesos, ahí ya el viento era impresionante, daba miedo. Yo pensaba, alcanza con que se me caiga una hoja encima del techo de lona para que me la destroce. Incluso calculaba que si el viento me volteaba, arrimándome al cordón podía caer de lado y sólo ese lado quedaría estropeado. Por suerte pude agarrar la ruta. Eso sí: el viento me hizo ir como a 80 kilómetros por hora, pero aguantó. Llegué a Canelones cuando lo peor del temporal había pasado".

TRES MANIJAZOS. El 25 de julio en un hotel de Termas del Daymán hubo una ceremonia peculiar. Ese día se fundó el Club Uruguayo del Ford T. La idea fue de un grupo de coleccionistas que, como suele ocurrir con los fanáticos en cualquier disciplina, comenzaron a buscarse por los rincones más ignotos del país.

El salteño Horacio Fagaldes es uno de los flamantes directivos, además de presidir el Automóvil Club de Salto. "En octubre del año pasado en Córdoba hacen un encuentro y ahí van un par de amigos míos. Se encontraron con un americano que era miembro de uno de los clubes más grandes de Ford T de los Estados Unidos. Y entonces, en la conversación, el americano les preguntó: ¿por qué no hay un club uruguayo del Ford T? Y eso los terminó por decidir, cuando volvieron empezaron a insistirme en que había que formar el club para cuando se cumplieran los 100 años", cuenta.

Los objetivos de la institución que preside José Prati y vicepreside Diego Ciganda son: promover la recuperación, preservación, restauración y uso de los automóviles Ford T.

La primera cita es el 27 de septiembre a las 14.30 en Punta del Este. Allí comenzará la marcha Ford T que pasará por Argentina y terminará en Chile. Y ella, claro, encantada.

Visionario, bromista, filántropo

Henry Ford (1863-1947) revolucionó la historia de la industria en el siglo XX. Bromista empedernido, visionario, polémico, Ford le dio su nombre al modo de producción industrial más vigente que nunca: la cadena de montaje. El nacimiento del famoso Modelo T, luego popularizado con el apodo de Tin Lizzie, fue precedido de numerosos ensayos. Los ingenieros que trabajaban con Ford designaban cada modelo de prueba con una letra del alfabeto. Hubo que pasar por 20 pruebas para llegar al modelo que saldría al mundo: "T". Una anécdota cuenta que a Ford se le ocurrió la idea de la línea de montaje por pura casualidad. Tenía un coche en su oficina, un día un visitante se apoyó en el vehículo y este se movió. Con esa visión Ford creó la producción en serie. Llegaron a fabricarse 15 millones de modelos T, hasta que fue discontinuado en 1927 y comenzó la fabricación del Ford A. Pero para entonces la Ford T ya había conquistado corazones. Henry Ford legó gran parte de su inmensa fortuna a la Fundación Ford, pero el control de la Ford Motor Company quedó en manos de sus descendientes. Edsel Ford II, bisnieto del fundador, continúa en la compañía.

Las cifras

35.000 dólares es lo que cotiza en el mercado internacional un automóvil Ford T de 1908, según The Gold Book de autos clásicos.

8.000 es la cantidad de Ford T que se cree existen en todo el mundo. Entre 1908 y 1927 se fabricaron unos 15 millones del modelo T.

500.000 dólares es lo que cuesta, según estiman los coleccionistas, la restauración con piezas originales de un modelo T en Uruguay.

El museo en tierra de Gardel

TACUAREMBÓ | JOSÉ ESTEVES

Eduardo Custodio es un conocido empresario local. Pero además es uno de los mayores coleccionistas del país.

El que será el primer museo uruguayo del Ford T estará en su casa y será inaugurado el próximo 5 de diciembre, cuando se celebre en esta capital el Primer Encuentro Nacional e Internacional del Ford T.

Custodio es un apasionado del auto del siglo. Desde que compró su primera cachila hasta hoy, Custodio no pensaba en instalar un museo.

Actualmente posee 27 automóviles de este modelo y en sus diferentes variantes. Pero sólo 18 de ellos están armados con sus piezas originales. El mayor orgullo de Custodio es un Ford T modelo Towncar de 1909, con sus piezas de fábrica, el encarrozado de madera, faroles de bronce, tapizado completo, motor y pintura de fábrica.

Este flamante miembro del Club Ford T del Uruguay se propone sorprender al público, fanáticos y legos por igual, con un museo por demás original. El proyecto tendrá una sala interactiva que permitirá al visitante conocer la historia del mítico automóvil. También tendrá una estación de servicio antigua y un taller de tornería del siglo XIX, en el que se fabricaban los accesorios.

Para el futuro, Custodio planea reproducir la legendaria línea de montaje que ideó Henry Ford.

Algunas de sus atesoradas cachilas también participarán de la caravana con la que se celebrará el cumpleaños 100.

Se armaba en las estaciones del tren

En el Uruguay del 1900 los automóviles eran una novedad. "Los primeros Ford T los trajo al país la Casa Shaw. Por aquél entonces la mayoría de los autos eran franceses, las famosas voiturettes, por eso la gente desconfiaba de los automóviles americanos. Pensaban que eran de menor calidad, que se romperían más pronto, un poco lo que pasó mucho después con las primeras marcas japonesas", cuenta Álvaro Casal, director del Museo del Automóvil del Automóvil Club del Uruguay.

"Entonces la Casa Shaw hizo una gira por todo el interior del país para promocionar la marca y lo puso en venta. Pero en 1910 todavía era un auto caro, valía $ 1.500. Por entonces un salario era de $ 30 así que era casi inaccesible. A mediados de la década de 1920 el precio quedó en $ 700, entonces se hicieron muy populares en todo el país", dice.

La demanda fue mayor en el interior del país. Casal cuenta que los automóviles se enviaban desarmados y en cajones por tren. Allí los esperaban sus flamantes propietarios que, con la ayuda de un mecánico, los armaban y la Ford T salía andando a su nuevo hogar.

Su rudeza y gran alzada la hacían una máquina particularmente apta para las tareas rurales.

Sin embargo, su encanto ha superado esas aparentes limitaciones. Como todo mito hay apologistas y detractores. Eduardo Ponce de León, de Cord Motors Co., es un restaurador de autos clásicos con un encargo muy especial. "No soy un fanático del Ford T, aunque he restaurado alguno. En este momento tengo uno todo desarmado que voy a restaurar para la princesa Laetitia D`Arenberg", dice.

"Cuando me dijo que quería tener uno, yo le pregunté: ¿pero estás segura de que querés andar en un Ford T? Mirá que es como manejar una mula". Argumentos que no convencieron a la princesa que espera pasearse en la remozada cachila.

La línea de montaje.

La fabricación en serie permitió bajar el precio del modelo T y, a la vez, revolucionó la industria moderna. De esa manera el Ford T se volvió el auto más popular del mundo. Henry Ford, inveterado bromista, respondió así a las primeras quejas del público: "Todo el mundo puede tener un Ford T del color que quiera, siempre que sea de color negro".

El encuentro centenario

Se celebró en Richmond, Virginia y participaron alrededor de 750 automóviles originales. Para el 1° de octubre, cuando se celebra el centenario, el encuentro regional (Argentina, Uruguay y Chile) tendrá lugar en las ciudades de Córdoba y Carlos Paz. Y como el movimiento se demuestra andando, una caravana de Ford T saldrá el 27 de septiembre desde Punta del Este hacia allí.

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