J. E. BRODY | THE NEW YORK TIMES
Hace poco, uno de mis vecinos despertó con un insoportable dolor en el dedo gordo del pie, tan intenso que le impidió caminar. Como ocurre en un clásico ataque de gota, su aparición fue repentina y la articulación estaba roja e hinchada.
Considerada por largo tiempo una "enfermedad de reyes`` por su asociación con una dieta rica en carnes y alcohol, en tiempos modernos la gota se convirtió en un desorden claramente más plebeyo. Más de 6 millones de adultos en Estados Unidos la han padecido, al tiempo que las cifras están aumentando de manera constante a medida que la población envejece, se torna más pesada y está expuesta a alimentos y otras sustancias que pueden precipitar el desorden en personas susceptibles.
Y si bien la gota históricamente ha sido una enfermedad de varones (tres cuartas partes de los casos se dan entre hombres), su incidencia en Estados Unidos creció en mujeres de edad avanzada, y ahora casi una de cada 20 mujeres mayores de 70 años la padece.
Para buena suerte de mi vecino, el feroz dolor en su dedo gordo bajó después de pocos días, y si bien no tiene idea de qué se lo provocó, dijo que ahora "come más saludablemente". Para mala fortuna otros pueden sufrir recurrencias varias veces al año, aunque algunos nunca experimentan un segundo ataque.
CAUSAS. Los ataques de gota son más recurrentes si la causa subyacente no se atiende. Esa causa es un alto nivel de ácido úrico que forma irritantes cristales de urato que se alojan en las articulaciones o los tejidos blandos, ocasionando un intenso dolor.
El ácido úrico se produce cuando el cuerpo metaboliza purinas, componentes comunes de muchos alimentos. Entre los factores que aumentan el riesgo se encuentran el consumo excesivo de alcohol y posiblemente refrescos que contienen fructosa.
Un estudio publicado en noviembre en la Revista de la Asociación Estadounidense de Medicina vinculó un mayor consumo de refrescos endulzados con azúcar a un riesgo mayor de gota en mujeres, quienes hasta la menopausia están relativamente protegidas de la enfermedad por el estrógeno, que ayuda al cuerpo a excretar el ácido úrico.
Los altos niveles de ácido úrico pueden resultar ya sea de la producción excesiva del organismo o, más comúnmente, de una incapacidad de los riñones para excretarla de manera adecuada. El doctor Tuhina Neogi, reumatólogo por la Facultad de Medicina de la Universidad de Boston, explicó que los seres humanos carecen de la enzima uricasa, presente en la mayoría de los demás animales, y por tanto son incapaces de convertir el urato en alantoína, el soluble producto final del metabolismo de las purinas. Neogi expresó recientemente a la Revista de Medicina de Nueva Inglaterra que de todas formas el solo hecho de tener un alto nivel de ácido úrico, no es causa suficiente de gota.
Como ocurre a veces, el tratamiento de una enfermedad puede ocasionar otra. Entre los medicamentos vinculados a un mayor riesgo de padecer gota están los diuréticos tiazida, la primera línea de tratamiento con fármacos para la hipertensión arterial; ciclosporina, fármaco inmunosupresor empleado para evitar el rechazo de órganos en pacientes de trasplantes; así como bajas dosis de aspirina, tomada comúnmente para reducir el riesgo de paro cardiaco y embolia. (Por otra parte, la aspirina en altas dosis -tres o más gramos al día- protege en contra de gota al incrementar la excreción de ácido úrico)
Fármacos empleados para reducir niveles más bajos de ácido úrico pueden ocasionar al principio un ataque de gota, presuntamente porque movilizan reservas de urato en el organismo, dijo Neogi.
El riesgo de gota también es mayor entre personas que padecen desórdenes que son cada vez más comunes en la sociedad moderna, incluyendo hipertensión, diabetes, colesterol alto, arteriosclerosis y falla cardiaca congestiva. La obesidad y el denominado síndrome metabólico, que incluye resistencia a la insulina, son otros factores comunes que pueden volver más probable un ataque de gota.
Personas con un historial familiar de gota también enfrentan mayor riesgo de padecerla. Se han vinculado varios genes a esta enfermedad.
DIAGNóSTICO. Neogi destacó que las personas presentan diversas respuestas al ácido úrico. Los altos niveles no siempre están presentes durante un ataque de gota, expresó, y algunas personas con altos niveles nunca desarrollan la enfermedad.
Si bien algunos síntomas suelen ser bastante característicos -dolor severo que sobreviene rápidamente, coloración rojiza e inflamación, con mayor frecuencia en la primera articulación del dedo gordo del pie- un diagnóstico más certero requiere que se detecten cristales de urato en una articulación inflamada durante un ataque o entre ellos. Pero como esto implica una extracción de fluido de la articulación dañada, con frecuencia no se hace en la consulta de rutinaria, comentó.
Por otra parte, en personas de edad avanzada, particularmente en mujeres, puede haber diferentes articulaciones involucradas, lo cual conduce a un diagnóstico equivocado de artritis reumatoide.
Si la gota no se atiende y la enfermedad llega a su etapa avanzada, podrían formarse depósitos en los nódulos que están debajo de la piel, conocidos como Tofi. Si bien no suelen ser dolorosos, los tofis pueden inflamarse y volverse mórbidos durante ataques de gota. Los depósitos de urato también podrían ocasionar que se formen piedras en los riñones.
El tratamiento empieza con modificaciones en el estilo de vida, en particular en la dieta para limitar el consumo de purinas, lo cual significa que, por ejemplo, se debe consumir carne más saludable como productos de ave o mariscos.
Es mejor también basarse en lácteos de bajo contenido en grasa y evitar los refrescos azucarados. Lo más útil es beber uno o dos litros de agua por día para limitar la acumulación de urato y mantener limpios los riñones. Además, el médico puede indicar tratamiento con analgésicos, antiinflamatorios y cortisona, entre otros medicamentos.