"Me da alegría ver el poder sindical"

Pit-Cnt. De 110.000 afiliados, en 2003, la central pasó a tener más de 350.000 este año

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J.L. AGUIAR Y P. MELGAR

-Es difícil encontrar datos biográficos suyos en Internet. El Juan Castillo que aparece con más frecuencia…

-Sí, no me diga: el exarquero de Peñarol.

-Es verdad. De usted hay poca información: sabemos que nació en La Paz, tiene 53 años… ¿Está casado?

-Casado, con tres hijos, el mayor de 30 años, que vive en España…

-¿Emigró?

-Hace cuatro años se fue, en busca de trabajo. Se cansó, se pudrió de dar vueltas aquí, de trabajar en una estación de servicio donde cobraba $ 5.000, el salario mínimo… Él creía que con una tarjeta mía iba a conseguir empleo en algún lugar. "Papá", me decía, "te reunís con Tabaré Vázquez, con ministros, legisladores… ¿No me podés conseguir un trabajo?". Explicarle que no, para mí fue muy difícil, y por más que le explicaba, yo creo que él nunca lo entendió. Iba a ser visto como un acomodo político. En la izquierda eso siempre se vio mal, y hay que ser coherente.

-¿Cuál fue el peor momento que le tocó vivir en el Pit-Cnt?

-En la militancia siempre hay momentos duros, momentos de enojo y amargura. Alguna vez, cuando te agarra medio bajoneado, te dan ganas de largar todo, pero al final recapacitás porque esto te tira. Si tuviera que limitarme a los últimos años, diría que este momento de contradicciones internas en la central ha sido un trago duro, amargo, pero yo soy consciente de que el tiempo va a ayudar a aclarar el panorama.

-¿Pensó en renunciar?

-No, nunca. Previo a la última campaña electoral tuve momentos de vacilación, no de renunciar sino de no volver a postularme en el Congreso. Fue un momento de duda, pero de última cuando hay que tomar una decisión, a mí me tira esto. No me veo en la actividad parlamentaria.

-Ya volveremos sobre esto. Antes quisiéramos saber cómo empezó su actividad sindical.

-Fue en el sindicato portuario, en la dictadura, en pleno proceso de formación del Pit. Ahí empezamos a juntarnos varios sindicalistas, a leer el Manifiesto Comunista; leíamos una página en la media hora de descanso, leíamos en voz alta y lo comentábamos.

-¿Ya estaba afiliado al PCU?

-No, no. Yo me afilié el 27 de noviembre de 1984, en la misma jornada de las elecciones nacionales, cuando acababa de votar a la lista 99, de Hugo Batalla. Después de haber votado fui a afiliarme al Partido Comunista. Yo ya sentía un enorme respeto por el papel que habían jugado los comunistas en la resistencia a la dictadura.

-¿Sus padres eran comunistas?

-No, al contrario. Mis padres (viven los dos, afortunadamente) eran votantes de los partidos tradicionales. Mi madre era blanca. Adoraba a Wilson Ferreira. Mi padre era cantinero de un club de la 315 de Vasconcellos, en la calle Félix Olmedo. Todos los días acompañaba a mi padre a la sede partidaria, no me olvido más. Él se encargaba del asado y los chorizos. O sea que mi padre era colorado, aunque alguna vez ha votado a los blancos. Pero tú me preguntabas si ellos influyeron y fue al revés. Yo los convencí a ellos: ahora los dos votan la 1001.

-¿El movimiento sindical está pasando ahora por su mejor momento? ¿Cuánto ha aumentado el número de afiliados desde el año 2003, cuando se registró la cifra más baja?

-En el Congreso de 2003 había 110.000 trabajadores representados. Hoy, que estamos cerrando el padrón para el próximo Congreso, tenemos registrados más de 350.000 trabajadores afiliados a los sindicatos.

-Ese crecimiento supone un importante ingreso de dinero a las arcas de la central. ¿A cuánto asciende por mes y en qué se gasta el dinero?

-No todos los sindicatos tienen la misma cuota de afiliación, pero cada sindicato está obligado a pagar a la central $ 4,00 por afiliado. Los ingresos mensuales andan rondando el millón de pesos; también han crecido los gastos de infraestructura. No solo está la sede central; hay sedes del Instituto Cuesta Duarte en varios departamentos. Hoy tenemos unos 30 funcionarios presupuestados. Cuando estábamos en la sede antigua de 18 de Julio había solo tres funcionarios.

-¿Usted cobra un salario por su actividad en la central?

-Nosotros no tenemos salario. Esto es pura militancia. Si tenemos que realizar actividades o gestiones en el interior se cubren los viáticos, comida y combustible. No hay un salario.

-¿Mantiene su trabajo en el puerto?

-Sí, yo sigo en el puerto.

-¿Cuántas horas por día dedica al trabajo?

-Trabajo de noche. De 22:00 hasta las 6 de la mañana.

-¿Y cuándo duerme?

-Mi tarea es de sereno en un barco, en una lancha aguatera. Hago el mantenimiento en la noche y aprovecho algunas horas para dormir cuando termino esa tarea. Trabajo aun teniendo fuero sindical, que no lo utilizo; porque el fuero sindical a los compañeros que realizamos tareas ejecutivas nos permite marcar tarjeta e irnos. A veces, cuando tenemos sesión de la Mesa Representativa yo me escapo, marco la tarjeta de entrada y paso una boleta que me sella el capitán, donde dejo constancia de que estoy en actividad sindical. Lo mismo cuando viajo, como hice hace poco tiempo a Ginebra, a la conferencia de la OIT.

-¿Cómo cree que lo ven los trabajadores de a pie?

-La verdad que no sé, nunca me puse a pensar en eso. Hay gente que me reconoce por la calle, me toca bocina, levanta el pulgar, esas cosas. Y también están los que pasan y te putean: "¡Hijo de puta! ¡atorrante! ¡comunista!". Trato de no hacer algunas cosas porque ya me han costado caro alguna vez… O sea, yo no voy a un shopping, no voy al cine, porque he tenido problemas…

-¿De qué tipo?

-Me acuerdo una vez… Me pasó hace tres años, en el shopping de Punta Carretas. Estaba con mi familia haciendo la cola para entrar al cine; mientras, otra fila salía. Un veterano que venía en esa fila empezó a gritar: "¡Miren muchachos, hablando de putos, miren al puto este acá!". Ahí me fui al humo, la gente nos separó, fue un escándalo. Y viste, vos querés pasar con el perfil más bajo posible y terminás envuelto en un lío que no buscaste. No me gusta, no me gusta nada, no soy de esa clase de gente.

-Hay quejas sobre el creciente poder de los sindicatos, tanto en el sector público como en la actividad privada. Los empresarios dicen que los acuerdos en los Consejos de Salarios son fruto de la gran presión sindical y que el gobierno hace la vista gorda. ¿Usted cree que se juega limpio en esas negociaciones?

-Yo no tengo dudas de que el movimiento sindical tiene más poder. Tiene más poder en cantidad de afiliados y en la opinión pública. También tiene representación en ámbitos de la administración realmente importantes. Yo me alegro que haya una creciente participación e involucramiento de los sindicatos en la gestión, como hubo participación de empresarios en los gobiernos blancos y colorados. En cuanto a los Consejos de Salarios, el juego de la negociación colectiva es siempre un juego de presiones de ambas partes. La movilización y el paro son las formas que el trabajador tiene para presionar por sus derechos.

-¿Y cómo presionan los empresarios?

-Como lo hicieron toda la vida: explotación económica y productiva, que no trasciende públicamente. Parece que es natural que el dueño del capital se pueda llevar al mundo por delante; esto puede ser así en una concepción capitalista, pero yo también trabajo para construir una patria socialista, donde los medios de producción que explotan los recursos de la tierra, su propiedad sea del conjunto. Por otra parte, ninguna de las presiones sindicales en los Consejos de Salario fue alocada. El día que la Cámara de Industria, la Cámara de Comercio o cualquier otra demuestre que un excesivo reclamo sindical provocó que se fundiera una empresa, que me traigan las pruebas.

-¿El gobierno no juega a favor de los sindicatos?

-Para mi gusto debería jugar más. Este es un gobierno de izquierda y no tiene por qué avergonzarse de eso.

-¿Y este gobierno se avergüenza de su perfil de izquierda?

-Ah, yo creo que si se lo preguntan, más de uno se va a ir por las ramas y no te va a contestar el fondo de la cuestión. Creo que un gobierno de izquierda debería trazar políticas para incidir aún más a favor de los trabajadores. Vivimos en un país que durante 175 años fue gobernado por los partidos tradicionales, que defienden los intereses de la gran burguesía; no solo la defienden sino que la integran.

-Usted hizo referencia a la "patria socialista". ¿El desmoronamiento del socialismo real no le lleva a cuestionarse que el Estado sea el dueño de los medios de producción? ¿No conduce esa política al fracaso?

-Ha llevado al fracaso en el caso de la URSS. El problema es: ¿fue el sistema que llevó al fracaso al socialismo real o fueron los hombres? Yo me afilio a la segunda tesis.

-Pero la caída fue general: pasó en la URSS, en Alemania Oriental, en Hungría, en Checoslovaquia…

-Bueno, pero Vietnam sigue siendo comunista, Corea sigue siendo comunista…

-Pero el fracaso del sistema económico es notorio.

-Yo no estoy hablando sólo de un sistema económico. El comunismo va más allá, es un sistema de vida. Esto no quiere decir que defienda a capa y espada que toda la economía tenga que ser estatizada. Lo que defiendo es un sistema que no explote al hombre, un sistema donde no haya que salir a trabajar 14 horas por día para llevarte $ 14.000 de mierda por mes; donde no tenga que ver a un hijo irse del país para poder trabajar. Tampoco se puede decir que el capitalismo es el éxito. Así como tengo que asumir y reconocer el fracaso del sistema socialista de la Unión Soviética, no me quieras vender que el capitalismo es un éxito. ¿Cuántos millones de desocupados hay? ¿Cuántos niños se están muriendo a cada minuto por hambre o por falta de agua? ¿Cuántos están bombardeando ahora, en este momento, en nombre de la paz? Entonces, convengamos: si el socialismo no es perfecto, tampoco lo es el capitalismo. ¿Quiere decir esto que yo quiero imponer el socialismo a la fuerza en Uruguay? Nunca me escucharán decir eso.

-¿Como sería su sistema socialista aplicado a Uruguay?

-¿Me preguntás si sería como Cuba? ¿Cómo China? ¿Cómo el socialismo de algunos países europeos? No sería parecido a ninguno de los tres ejemplos. Sería un socialismo a la uruguaya. No se puede construir el socialismo en Uruguay negando a Artigas, a José Pedro Varela. Es más, ni siquiera creo que debería haber un partido único.

-¿Qué sintió cuando vio caer el muro de Berlín?

-Ya veníamos de otros golpes tremendos. Se había desmoronado la Unión Soviética, ya había renunciado la mayoría de la dirección del Comité Central del PCU en Uruguay. Esto fue como la frutilla de la torta. Una cosa que se televisaba en directo, te pasaban a Pink Floyd, una de las principales bandas de rock, tocando mientras se derrumbaba el muro... Entonces, en ese momento se te rompen un montón de cosas...

-¿Esquemas?

-Sí, esquemas, dogmas, métodos. Morder el polvo de la realidad cuesta. El antídoto es asumirlo y buscar respuestas.

Juan Castillo Coordinador del pit-cnt

Nació en La Paz, Canelones, el 29 de noviembre de 1957. A los 28 años se instaló en

Montevideo y comenzó su carrera sindical en

el Puerto. El 27 de noviembre de 1984, el

mismo día de las elecciones a la salida de la dictadura, se afilió al Partido Comunista después de haber votado

A la lista 99 de Hugo Batalla. Es uno de los tres "coordinadores" del Pit-Cnt, aunque es el dirigente con más visibilidad. Reside en el Cerro. Está casado y tiene tres hijos varones, de 30, 26 y 19 años. La entrevista tuvo lugar en su despacho en la sede de la central obrera, una oficina donde abundan fotos y recuerdos de los vivos -su familia, el Presidente José Mujica- y de extintos referentes de la izquierda, desde el Che Guevara a Yasser Arafat.

"Yo me opuse a la candidatura de Mujica"

-Alguna vez dijo que el presidente Mujica habla mucho y que tiene respuestas parecidas a las de Sanguinetti, Batlle y Lacalle.

-No sé en que contexto dije eso. Lo que mantengo es que uno de los problemas que tiene Mujica es el de estar continuamente expuesto a la opinión pública. Creo que no está obligado a hacer eso, va a tener que corregirse. No me siento con el derecho ni con el nivel como para decirle a un Presidente qué es lo que tiene que hacer, pero pienso que está demasiado expuesto.

-¿Qué avances hacia el socialismo cree que se han dado en el gobierno de Mujica?

-Casi nada. Yo me opuse a que el Partido Comunista acompañara la candidatura de Mujica.

-¿Qué candidato prefería?

-Habían surgido, además de Mujica y de Astori, las propuestas de Daniel Martínez, de Marcos Carámbula y de Enrique Rubio, que después se bajó solo antes del Congreso; las otras se mantuvieron. Yo primero trabajé mucho para que el candidato fuera Carámbula, canario como yo, pero cuando el Partido discutió en el Comité Central, lo hizo sobre la base de tres candidatos: Astori, Mujica y Martínez, y a mí me parecía que había que apoyar a Martínez, del Partido Socialista. Perdí por abrumadora mayoría. Tal vez Mujica era la opción más de izquierda. Si tenía que elegir entre Mujica y Astori, yo no tengo dudas: Mujica. Ahora, en los hechos, estando los dos en la gestión de gobierno, cuesta bastante hacer que lleven a la práctica las resoluciones que tomó el Congreso del FA. No veo indicios de que el gobierno tienda a avanzar hacia el socialismo.

-Álvaro Soto, Joselo López, Richard Read… ¿Quién le da más dolores de cabeza?

-¡Jajaja!... Es increíble, pero con los tres compañeros que nombraste tenemos polémicas públicas aunque el trato personal es muy bueno. No tengo problemas de fondo con ninguno de los tres; tengo diferencias políticas. Tenemos concepciones distintas. Con el que tengo visiones diametralmente opuestas de lo que es el mundo sindical y la lucha política es con Álvaro Soto. Él es trotzkista. Yo no. Con Richard Read se traslucen más las diferencias que los acuerdos.

-¿Qué quiere decir?

-Bueno, Richard Read juega mucho en la opinión pública. Yo estuve ausente del país tres semanas, cuando viajé a la OIT en Ginebra donde se iba a presentar la queja de los empresarios por la ley de Negociación Colectiva, y a ustedes les consta que traté de no hacer declaraciones públicas, como es mi norma. Hago una cuestión de lealtad con mis compañeros el poder discrepar y debatir antes de que uno se entere de la opinión por el diario al otro día.

-¿Es lo que hizo Read?

-Yo no hablé durante tres semanas. Él, en cambio, tuvo un espacio tremendo para decir cosas que a veces ni siquiera le preguntaban. Yo he leído: "Acá nadie es más que nadie". ¿Quién se sintió más que nadie en la central? ¿A quién se estaba refiriendo?

-Se refería al hecho de que usted iba en representación de la central, como si fuera el dirigente principal.

-¿Entonces tiene Read una competencia con Juan Castillo? ¿Él pretende competir o está compitiendo con alguien?

-¿Con quién pretende competir Read, según usted?

-No sé, me lo sigo preguntando, ahora lo pregunto públicamente. Decir que no es válido negociar con los empresarios y el gobierno a 14.000 kilómetros de Uruguay. ¿Quién pone la distancia válida para negociar? Ya lo he dicho otra vez en un momento distinto que este: si en nombre de los trabajadores tengo que ir a la Luna a negociar, voy a la Luna, no tengo ningún problema. Con algunos de los compañeros que se opusieron al acuerdo con los empresarios con el mismo argumento, de que no era válido negociar en Ginebra, también estuve en otras ocasiones en la misma ciudad de Ginebra, tratando de negociar con los empresarios en la sede de la OIT. Hay que ser muy cuidadoso para decir las cosas.

Se ha dicho también: "Acá somos todos iguales, somos todos pares". Bueno sí, pero algunos somos más iguales que otros: los que están acá cuando se abre la central sindical y están militando, y cuando llega la noche siguen acá, militando, o haciendo gestiones en ministerios, dando la pelea. A otros, por ahí, es más difícil encontrarlos.

-¿Usted va a seguir liderando aquí las negociaciones que se frustraron en Ginebra?

-Ahora estamos en otra etapa. Hay un escenario distinto, hay un fallo de la OIT. ¿Cómo nos paramos frente a ese fallo? Hay que esperar a que el gobierno nos convoque y trazar una nueva estrategia. Yo voy a participar de las negociaciones, pero no liderando nada.

-¿En el Congreso del Pit-Cnt en octubre, se va a volver a instaurar la figura del Secretario General en la central?

-Nadie lo ha planteado. Creo que la figura de los "coordinadores" permite mantener un buen equilibrio entre las corrientes.

-Alguna vez, en una entrevista en la radio, usted usó la expresión "Gracias a Dios y a la Virgen". ¿Cree en Dios?

-No, pero no tengo ningún problema en utilizar esas expresiones populares. No profeso ninguna religión. El crucifijo más grande que cuelga de este cogote -dice mientras extrae una cadenita del cuello- es, como ve, el de la hoz y el martillo.

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