Todos somos conscientes de que el lenguaje es nuestro medio de comunicación. A través de él, establecemos relación con nuestros semejantes. Por lo tanto, resulta imprescindible para nuestra vida diaria, tanto familiar como laboral.
Sin embargo, somos pocos los que dedicamos tiempo a perfeccionarlo, a estar al día en relación con los cambios que en él se producen.
La mayoría de los adultos se limita, con suerte, a observar con ánimo crítico la forma de expresión de los demás y no vuelve los ojos hacia su persona.
Y se pregunta: ¿para qué sirve tener un buen lenguaje?
1) Para expresar certeramente lo que tenemos en nuestra mente.
Basta que tengamos un tema cualquiera para hablar o escribir. La mente se pone a trabajar en forma vertiginosa. Necesita del idioma para hacerlo.
a) Surgen las ideas, que se valen de palabras para concretarse. Hay que seleccionar, entre ellas, las más certeras para lo que queremos comunicar.
b) Es necesario formar la oración, que tiene que ser concisa, clara, sencilla. Se debe elegir, entre las muchas posibilidades de expresión que surjan, aquella que es capaz de trasmitir con más exactitud lo que tenemos en la cabeza.
Nada de esto se puede hacer sin un buen lenguaje.
2) Para lograr trasmitir lo que tenemos en nuestra mente a la mente de otro.
Y aquí aparecen una serie de inconvenientes
El destinatario de nuestro mensaje no piensa de la misma forma que nosotros, no tiene nuestro nivel cultural (puede ser inferior o superior) no conoce, en muchos casos, el tema que estamos tratando.
¿Qué tenemos que lograr?
Que nos entienda, que forme en su mente un concepto lo más parecido posible al que nosotros tenemos.
Las palabras que seleccionemos, la forma en que las ordenemos, la corrección con que las escribamos o pronunciemos, hará que este traspaso de ideas se produzca sin dificultad.
Nada de esto se puede hacer sin un buen lenguaje.
3) Para tener poder sobre los demás.
Siempre que nos expresamos, oralmente o por escrito, perseguimos una finalidad. Queremos algo de nuestro destinatario: que nos escuche, que nos lea, que nos conteste, que nos obedezca, que se interese.
No es fácil alcanzar el propósito que perseguimos. Pero, menos lo es si nos expresamos con un lenguaje confuso, si somos reiterativos, si no logramos comunicar lo que, verdaderamente, queremos.
Los tonos (que también existen en el lenguaje escrito) tendrán que ser seleccionados de manera tal de lograr nuestra finalidad.
Nada de esto se puede hacer sin un buen lenguaje.
4) Para sentir placer y seguridad.
Las relaciones sociales, tanto laborales como familiares, necesitan del idioma para llevarse a cabo.
Si uno tiene la certeza de que lo domina, no vacilará en hablar o escribir cuando las necesidades se lo exijan. Y eso le hará sentir placer y seguridad.
Quien no encuentra la palabra adecuada, quien es torpe para formular sus ideas, se sentirá insatisfecho y evitará, siempre que le sea posible, enfrentarse con situaciones de lenguaje.
5) Para ser bien juzgado por la sociedad.
Estamos inmersos en una sociedad que se muestra implacable en todo lo que al lenguaje se refiere.
"Dime cómo te expresas y te diré quién eres" es su lema.
Continuamente, todos, cualquiera sea nuestro nivel cultural, opinamos sobre la forma en que usan el idioma nuestros amigos, nuestros conocidos, nuestros colegas, la gente, en general.
Y somos despectivos con quien no lo domina.
Sin embargo, raramente, los adultos tienen conciencia de sus propias limitaciones con respecto al uso del idioma. Ven sí las de lo demás, pero olvidan las suyas, por las que los otros también los juzgan.
No hay actividad, no hay relación, no hay aprendizaje, no hay enseñanza.que no necesite de un buen lenguaje para llevarse a cabo con efectividad.
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